Los Estados Unidos ya tienen más de un siglo de pretender desempeñar un papel de gendarme internacional. Poco a poco o rápidamente, según el caso, ha ido extendiendo sus tentáculos hacia toda tierra ajena que les haya permitido hacerlo a las buenas o a las malas. El pueblo norteamericano, noble como los demás pueblos, ha visto como sus gobernantes ensoberbecidos por el poderío alcanzado, han venido practicando una política de injerencia rampante en los asuntos soberanos del resto de las naciones del mundo, y han asumido el derecho de conquista como una filosofía de su política exterior. Les remito al discurso de despedida como Presidente de George Washington y se comprobará qué tamana traición han cometido sus sucesores a los consejos que debían regir la actuación de la nación con respecto a sus relaciones con otras naciones.
Los Estados Unidos, conducidos por gobiernos de mentalidad y espíritu avasalladores, no se han conformado con enclaves coloniales, que aún mantienen como "derecho de conquista natural", sino que mantienen bases militares, conveniadas bajo la presión, la fuerza o las engañifas, en cuantos lugares han creído conveniente para sus planes estratégicos de control hegemónico. Más de mil bases militares son los tentáculos del pulpo imperialista, a pesar de las denuncias, del repudio de los pueblos y de algunos gobiernos, por lo que significan de consecuencias negativas para las soberanías nacionales y de otros problemas políticos y sociales de los países en que se han instalado las mismas.
Sus gigantescas empresas transnacionales, sus capitales invertidos en empresas nacionales, en forma parcial o total, en la mayoría de los países del mundo, son parte de las influencias del poderío nefasto de los Estados Unidos sobre otros pueblos.
De todo esto se deriva, así como de otros factores de la propaganda y del modo y estilo de vida norteamericano, las influencias que ejercen sobre la mentalidad y actuación de muchos ciudadanos de otros países. La adoración por el llamado sueño americano, y la actitud genuflexa ante los valores y pretensiones norteamericanos, fue calificada por José Martí, el Héroe Nacional de Cuba, como "yanquimanía". No sé si tal término existía en su tiempo o él lo inventó.
Esa actitud servil ante los intereses de los Estados Unidos fue criticada en forma genial por Máximo Gómez, el General en Jefe del Ejercito Libertador de Cuba, quien expresó en una carta en 1899, lo siguiente: