Monsieur le Président, Barack Obama
Mr. President, Barack Obama
Señor Presidente, Barack Obama
¿Me permitís que, complacido por las promesas hechas al pueblo norteamericano y al mundo de cambios presididas por su consigna de yes we can, que despertaron la simpatía de muchos o de todos, según el asunto prometido, me preocupe de vuestra gloria y os diga que vuestra estrella, tan feliz hasta hoy, está amenazada por la más vergonzosa e imborrable mancha?
Habéis salido sano y salvo de bajas calumnias, habéis conquistado los corazones, habéis alcanzado el alto sitial de la presidencia de los Estados Unidos a pesar de su procedencia étnica afro-norteamericana, habéis hecho realidad un sueño quizás mayor que lo soñado por su raza y su líder Martin Luther King. Aparecisteis radiante en la apoteosis de la fiesta patriótica que inauguraba su victoria electoral y luego a la asunción a la presidencia, y os preparáis para llevar a cabo sus promesas de gobierno en medio de una crítica situación de su país y del mundo, que debe coronar esta gran etapa de trabajo, de verdad y de libertad, si es que está dispuesto a llevar a cabo los muchos cambios que necesita su nación y este mundo que nos pertenece a todos, corriendo los riesgos que eso entraña necesariamente.
¡Pero qué mancha de cieno sobre vuestro nombre — debo decir sobre vuestro mandato de gobierno — puede imprimir este abominable proceso de los cinco Héroes cubanos! Por lo pronto, la Corte Suprema de los Estados Unidos, coincidiendo con el pedido de la fiscalía, de su gobierno y, por lo tanto, de Ud. mismo, se atrevió a rechazar la solicitud de revisión de esta causa que ha sido la más acompañada y la más respaldada por amicus de la Corte en toda su historia. Este acto ha representado una bofetada suprema a toda verdad, a toda justicia. Y no hay remedio. Estados Unidos conservará esa mancha y la historia consignará que semejante crimen social se cometió al amparo de vuestra presidencia, si Ud. que tiene las facultades constitucionales y las virtudes humanas para hacerlo, no se decide a revertir, de un plumazo presidencial, en forma valiente y justa, este proceso que hoy ofende a la humanidad.
Puesto que se ha obrado tan sin razón, hablaré. Prometo decir toda la verdad y la diré a pesar de que el sistema judicial ha actuado con una oscuridad infame como para que no encontremos las verdades que son tan evidentes para quienes actúen en forma desprejuiciada apegados a la ley, a la razón y a la ética.
Es mi deber: no quiero ser cómplice. Todas las noches me desvelaría el espectro de los inocentes que expían a lo lejos cruelmente torturados, un crimen que no han cometido.
Por eso me dirijo a vos gritando la verdad con toda la fuerza de mi rebelión de hombre honrado. Estoy convencido de que ignoráis lo que ocurre en todos los detalles, aunque algo debe saber por su condición de presidente y hombre inteligente.
¿Y a quién denunciar las infamias de esa mafia cubano-americana, coligada con personajes policíacos, administrativos, judiciales, políticos y mediáticos, que son los verdaderos culpables, sino al primer magistrado del país? Ante todo, la verdad acerca del proceso y de la condena de los cinco Héroes cubanos.
He aquí, señor Presidente, los hechos que demuestran cómo pudo cometerse, más que un error, una infamia judicial. Y las pruebas morales, como la actitud digna, el carácter excepcionalmente virtuoso, la misión noble de preservar vidas frente a actividades terroristas conocidas contra su patria, el continuo clamor de inocencia de esos cinco hombres.
Sin causa justificada para ello, la mafia y los agentes policíacos corruptos de Miami, acabaron de ofrecerlos como víctimas de las extraordinarias maquinaciones del medio terrorista y mafioso en que se movían, y del odio a los cubanos de la Isla, a los cuales les han tratado de hacer la vida imposible a fuerza de agresiones miles que se han mantenido en la impunidad durante cincuenta años.
Han pasado más de diez años y muchas conciencias permanecen turbadas profundamente, se inquietan, buscan, y acaban por convencerse de la inocencia de los cinco cubanos. No es extraño, por lo tanto, que diez Premios Nobel, parlamentos enteros o grupos de parlamentarios de distintos países, personalidades y organizaciones de los más variados credos, incluyendo prominentes personalidades sociales y del sector de la jurisprudencia, hayan conformado amicus a favor de esta causa en un número y una calidad sin precedente en la historia de la Corte Suprema.
No historiaré las primeras dudas y la final convicción de que en el caso de los Cinco no existe la menor prueba de espionaje, y esto fue reafirmado por testigos de alto nivel pertenecientes a las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos. En ese expediente no existe constancia de pruebas que estuvieran relacionadas con la seguridad del país, y sí informaciones que estaban vinculadas con grupos criminales y terroristas asentados de Miami, y los cuales eran el objetivo de las misiones de los cinco acusados.
Inmediatamente de la detención de los cinco cubanos, a cargo de una Operación dirigida por Héctor Pesquera, jefe del FBI en Miami, éste ni corto ni perezoso, como ilustre miembro corrupto de ese cuerpo, antes de imponer a sus jefes en Washington, llamó e informó a los congresistas Lincoln Díaz-Balart e Ileana Ros-Lehtiner para informarles del asunto. Comenzaron así las novelerías folletinescas, en la que reconozco los medios ya usados por la fértil imaginación de los vocingleros órganos de comunicación de Miami, proclamando a los cuatro vientos la acusación infame de espías para los cinco cubanos, campaña que aún continúan, pues nunca se cansarán de inventar, decir y propalar mentiras contra Cuba.
Por tanto, el primer juicio llevado a cabo en Miami contra toda lógica y fundamento legal, por ser un medio fundamentalmente hostil para los acusados, condujo a la condena injusta, más allá de la carencia de pruebas. Las sanciones fueron criminalmente severas.
La revisión del caso por el panel de tres jueces ante la apelación en el Tribunal de Atlanta, concluyó con un fallo coherente en que se cuestionó la celebración del juicio en Miami, se anularon las sentencias y se ordenó un nuevo juicio en otro territorio neutral. Parecía, por lo tanto, que la revisión del proceso era el desquiciamiento de una novela folletinesca, tan extravagante como trágica, cuyo espantoso desenlace mantenía en prisión injusta a los cinco acusados.
Así comenzó el duelo entre los abogados de la defensa y la fiscalía. Esta recurrió el fallo y otro panel de tres jueces, ésta vez con un nuevo miembro, ponente y reaccionario para mayor desgracia, se encargó de analizar la esencia del caso y finalmente introdujo variantes al fallo del tribunal de Miami y entró en contradicción con el fallo primero del panel de tres jueces. La apelación ante la Corte de Atlanta en pleno fue adversa para los acusados. La última esperanza legal dependía de que la Corte Suprema de los Estados Unidos acogiera la revisión del caso, y para lo cual contó con razones más que suficientes para hacerlo en forma honorable. Sin embargo, cometiendo un crimen contra la justicia, rechazó el caso tal como se lo pidiera la fiscalía, en nombre del gobierno.
En el fondo no hay más que una cosa: el sistema judicial defendiéndose y evitando confesar su crimen, cuya abominación aumenta de hora en hora. ¡No, eso no! Por lo demás queda demostrado que el proceso de los Cinco Héroes no es más que un asunto político relacionado con Cuba. Por lo tanto, lo repito, no pueden aparecer inocentes sin que todo el Gobierno de los Estados Unidos aparezca como culpable. Por esto todos los medios que les ha sugerido su imaginación y que les permiten sus influencias, tratan de hundir a los cinco Héroes.
¡Ah!, qué gran barrido debe hacer el Gobierno que Ud. preside en esas cuevas policíacas y jurídicas corruptas. ¿Cuándo vendrá la decisión gubernamental verdaderamente fuerte y patriota, que se atreva de una vez a refundarlo y renovarlo todo? Conozco a muchas gentes que ante las decisiones judiciales que le comento, tiemblan de angustia, ¡porque saben en qué manos esta la justicia nacional! ¡En qué albergue de intrigas y compromisos creados se ha convertido el sagrado asilo donde se supone reine la plena legalidad y la justicia! Espanta la terrible claridad que arroja sobre aquel antro el asunto de los Cinco; el sacrificio humano de cinco hombres despreciados por su condición de cubanos leales. ¡Ah! se han agitado allí la demencia y la estupidez, maquinaciones locas, prácticas de baja policía, costumbres inquisitoriales; el placer de algunos políticos venales que viven escandalosamente de la nación, ahogando en su garganta el grito de verdad y de justicia bajo el pretexto, falso y sacrílego, de razón de estado. ¡Esa verdad, esa justicia que nosotros buscamos apasionadamente, las vemos ahora humilladas y desconocidas!
Yo Acuso a Héctor Pesquera, jefe del FBI en Miami, cuyos intereses y relaciones corruptas con la mafia de mafia lo condujo a una actuación ingloriosa, en la que no faltaron maquinaciones descabelladas y culpables.
Yo Acuso a la jefatura nacional del FBI por su actuación débil y cómplice al aceptar la actuación inconsulta de Héctor Pesquera, a pesar de contar de antemano, tres meses antes, con informaciones recogidas por esa institución en la Habana, Cuba, relacionadas con los planes terroristas que se planeaban desde Miami contra Cuba, y cuya misión fue cumplida por orden expresa del presidente William Clinton y sus asesores de Seguridad Nacional, ante un mensaje directo de Fidel Castro que fue transmitido por el escritor Gabriel García Márquez. El compromiso comunicado por el FBI a las autoridades cubanas de reciprocar información en una semana se convirtió en la detención de los cinco cubanos, fuente de muchas de las informaciones, y de un largo silencio que dura hasta la actualidad.
Yo Acuso a los fiscales actuantes en la causa durante el juicio en Miami, por su falta de ética y legalidad durante su desempeño profesional y por haberse hecho cómplices de las maquinaciones de la mafia cubano-norteamericana, con los cuales mantuvieron y mantienen lazos estrechos.
Yo Acuso a la jueza Joan Lenar por haber actuado con una parcialidad monstruosa durante el juicio, lo cual permitió un fácil resultado de culpabilidad de todos los cargos y las sanciones desproporcionadamente severas e injustas.
Yo Acuso a los miembros del jurado que actuaron en el tribunal de Miami por plegarse a la campaña de miedo reinante en Miami y decidirse en un santiamén a brindar su fallo de culpabilidad en uno de los juicios más complejos, largos e importantes celebrados en los Estados Unidos.
Yo Acuso Tribunal de Miami por haber condenado a los acusados fundándose en falsedades y al Tribunal de Apelaciones de Atlanta por haber cubierto esta ilegalidad, cometiendo el crimen jurídico de condenar conscientemente a unos inocentes, si bien introdujo posibilidad de modificaciones de penas en tres casos y aportó elementos de juicios válidos para una posible rectificación legal que no llegó a producirse dentro del sistema judicial norteamericano.
Yo Acuso a la Corte Suprema.de los Estados Unidos por cometer un crimen contra la justicia al rechazar la solicitad de revisión del caso de los Cinco, con suficientes méritos jurídicos, éticos y políticos para su aceptación.
Yo Acuso a la mafia cubano-norteamericana que ha vivido durante cincuenta años a expensas de las campañas de difamación y de las agresiones terroristas contra Cuba, por orquestar en su condición de turba exaltada las viles calumnias y crear el clima intolerante necesarios para provocar la condena de los cinco cubanos presos..
Yo Acuso a la prensa radial, escrita y digital de Miami por actuar como mastines azuzados por las mafias miamenses y haber hecho una campaña abominable para manchar la imagen de los Cinco, extraviando a la opinión pública
Yo Acuso a los grandes medios nacionales de prensa por el manto de silencio tendido para impedir que la verdad de la causa de los Cinco se ventilara ante opinión del pueblo norteamericano y se desmitificara la conjura de espionaje montada tan vilmente en su contra.
Yo Acuso al presidente William Clinton por su deshonrosa actuación en el caso de los Cinco, porque es conocido que por iniciativa de Fidel Castro, y ante informaciones de planes macabros de terrorismo que se planificaban contra la aviación e instalaciones fuera y dentro de Cuba, se pidió a Gabriel García Márquez, amigo del presidente, transmitirle un mensaje que éste se aprendió con el método repetitivo de un escolar y transmitió a sus asesores de Seguridad Nacional con una fidelidad de genial Premio Nobel de Literatura. La respuesta fue el envío rápido a Cuba de una delegación del FBI, de alto nivel, para conocer de primera mano las informaciones, las cuales fueron suministradas oralmente y con profusión de detalles en pruebas de diverso formato. Esta delegación se comprometió en brindar una respuesta que nunca llegó. A pesar de todos estos hechos, ante la detención del FBI de los Cinco cubanos, el presidente Clinton no movió ni un dedo para imponer el orden que merecían las conversaciones y acuerdos sobre este sensible asunto. ¡Cuánta cobardía y deshonra entraña la inacción en una materia que comprometía la honra y credibilidad de las instituciones de un país como Estados Unidos!
Y por último: Yo Acuso al presidente George W. Bush por haber sostenido durante su mandato, a través de la Fiscalía y otros órganos gubernamentales, una política de venganza contra los Cinco, tratando de descargar su odio directamente contra ellos, ya que no pudo hacerlo en forma directa sobre su pueblo, rabioso por su impotencia de entregarle Cuba, en bandeja de plata, a la mafia, tal como le prometiera en su campaña electoral y después de ocupar la presidencia.
En cuanto a las personas a quienes acuso, debo decir que ni las conozco ni las he visto nunca, ni siento particularmente por ellas rencor ni odio. Las considero como entidades, como espíritus de maleficencia social. Y el acto que realizo aquí, no es más que un medio revolucionario de activar la explosión de la verdad y de la justicia. Sólo un sentimiento me mueve, sólo deseo que la luz se haga, y lo imploro en nombre de la humanidad, que ha sufrido tanto y que tiene derecho a ser feliz. Mi ardiente protesta no es más que un grito de mi alma. Que se atrevan a llevarme a los Tribunales y que me juzguen públicamente. Así lo espero.
Sepa Ud., Monsieur le Président Obama, que espero que Ud. honre con su actuación el prestigio que merece el pueblo norteamericano, pues cómo dijera el Maestro de los cubanos,
"... de la justicia no tienen nada que temer los pueblos, sino los que se resisten a ejercerla:"
"Se pelea mientras hay por qué, ya que puso la Naturaleza la necesidad de justicia en unas almas, y en otras la de desconocerla y ofenderla".
Finalmente espero, junto a millones de personas que respaldan la liberación de estos cinco hombres extraordinarios, que nunca fueron espías, que Ud. sepa escuchar el clamor que llega desde todas partes del mundo, incluyendo los Estados Unidos, y actúe con la alteza suficiente para lavar el honor de la nación norteamericana. Por favor, no guarde silencio en este caso, no permanezca inmóvil e insensible como una piedra. Le recuerdo y alerto que
"... ver en calma un crimen es cometerlo".