Cuba

Una identità in movimento


¿Por qué les duele a algunos lo que acontece en las elecciones en Cuba?

Wilkie Delgado Correa


En el mundo existen tantos sistemas electorales, con la elección consiguiente de los diputados o representantes nacionales y de los jefes de estado y de gobierno, que sólo los especialistas en la materia o gente extremadamente curiosos para hurgar facetas de la realidad política de las naciones, los conocen con una menor o mayor aproximación desde sus países. Sólo interpretando correctamente la esencia y características de tales sistemas, amparados en las constituciones y legislaciones electorales respectivas, se pueden formar juicios sobre su carácter democrático y grado de participación real de los pueblos en los mecanismos de gobierno. Pero no basta solamente la expresión formal del texto constitucional y legislativo, sino que es necesario, además, conocer cómo se desarrolla en la práctica el proceso de participación efectiva del pueblo en la nominación y elección de los candidatos a todos los niveles del poder estatal y el posterior desempeño de sus funciones y las rendiciones de cuenta a los electores, así como los posibles mecanismos de revocación de los electos por razones que desmeriten su condición de representantes de los electores.

Existe un amplio espectro de sistemas electorales, con matices y particularidades, que es el producto del desarrollo histórico y de la cultura política de los pueblos y otras circunstancias. Encontramos, pues, desde las monarquías y otras formas de gobierno hereditarias, que quedan, como sabemos, como remanentes de un sistema político ya superado por la historia; las dictaduras impuestas por la fuerza; los sistemas presidencialistas y los parlamentarios. Largo y tendido se puede hablar de cada una. Y como el respeto al derecho ajeno es la paz, cabe respetar lo que determinados pueblos han aceptado hasta ahora por distintas razones. Pero como del carácter democrático se trata, es bueno apuntar algunos comentarios.

Sobre las monarquías sólo caben algunas preguntas. ¿De dónde han heredado el carácter democrático la elección de los reyes, actuales jefes de Estado? ¿Por qué la humanidad, en su mayoría, desechó y se apartó de tal forma de gobierno? ¿Es una forma moderna, o es, por el contrario, una forma caduca que obstinada, se pasea por la pasarela de la realidad política actual? ¿Cuántos países conservan la monarquía como forma de representación estatal o forma de gobierno, y cuántos millones de habitantes son regidos por tal sistema? ¿Participan, en alguna forma, los pueblos regidos por reyes en la elección de sus sucesores? Las respuestas a estas preguntas pueden dilucidar cualquier duda o disquisición sobre un sistema monárquico, aunque confieso que muchos se negarán a aceptarlas por ser en realidad una verdad demoledora e impactante. De todas formas, cabe atenerse al respeto de la voluntad y tradición de cada pueblo, y dejémoslo ahí si así se quiere y conviene.

Sobre las dictaduras impuestas por la fuerza y a sangre y fuego, no se puede, a pesar de disfraces y afeites, reconocer ni una pizca o aire de democracia. La dignidad ultrajada, los atropellos y las muertes, el dolor y el holocausto provocado por el ejercicio del poder, las condenan como una forma execrable de gobierno, y los pueblos la sufren, la padecen, la enfrentan en una lucha heroica hasta vencer.

Las formas presidencialistas sólo parecen más democráticas, y existe una que pretende ser modelo para el mundo, la de los Estados Unidos que, cuando se estudian las bases sobre las cuales se elige a un presidente, se verá que tal sistema no resiste un análisis serio y profundo. De todas formas, la realidad concreta de la forma en que se conduce el proceso determinará su menor o mayor carácter democrático.

Las formas parlamentarias pueden conllevar un mayor grado de democracia, pero éstas también presentan algunas modalidades que no tienen nada de democráticas.

Sin embargo, a pesar de tanta variedad en torno a la elección de los órganos supremos de los estados en el mundo actual, tal parece que la menos entendida y la más cuestionada, al menos por algunos que se rasgan farisaicamente las vestiduras, es la de Cuba.

Es atinente pues que en ocasión de constituirse la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba el 24 de Febrero señalemos que es el órgano supremo del poder del Estado y cumplirá sus funciones por un término de cinco años.

Tal como establece la Constitución de Cuba éste órgano eligió de entre sus diputados al Consejo de Estado que incluye al presidente, al primer vicepresidente, cinco vicepresidentes y 23 miembros. Como es conocido fue electo Presidente Raúl Castro Ruz y como Primer Vicepresidente José Ramón Machado Ventura.

Este sistema parlamentario escogido por Cuba de considerar a la Asamblea cómo máximo órgano del Estado y con la función de elegir al Jefe de Estado y al Consejo, es consecuente con la tradición constitucionalista de Cuba, que así lo estableció en la primera constitución de la República de Cuba en Armas en Abril de 1869, que en aquella oportunidad proclamó Presidente al Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes y como Vicepresidente a Francisco Aguilera.

Son atribuciones de éste máximo órgano estatal, entre otras, las de aprobar, modificar y derogar las leyes y someterlas a consulta popular si lo estimara procedente. Es distintivo el hecho que las leyes aprobadas por ella no pueden sufrir veto alguno por el Ejecutivo, por el Gobierno, ni por el Presidente del Consejo de Estado.

La Asamblea Nacional del Poder Popular se compone de diputados elegidos por el voto libre, directo y secreto de los electores, en una proporción y según el procedimiento que determina la ley. Son electos por municipios y distritos electorales.

Por ejemplo, destaca que en las pasadas elecciones, los 614 diputados, en su inmensa mayoría, fueron electos con votaciones por encima del 90 por ciento. Otros hechos a enfatizar es que las boletas válidas representaron el 95,45 por ciento de las boletas depositadas en urnas, y que el voto unido, es decir, por todos los candidatos, que fue una estrategia planteada como demostrativa de la unidad nacional en torno a las candidaturas, representó el 90,4 por ciento, mientras que el voto selectivo por determinados candidatos sólo representó el 9,06 por ciento. En estas elecciones las boletas en blanco y anuladas sólo alcanzaron el 4,54 por ciento.

El voto unido ha calado en la conciencia de los cubanos, única manera para obtener el resultado mencionado. Ello es coherente con un legado de José Martí, el Héroe Nacional, quien señaló que “Juntarse: ésta es la palabra del mundo”. Además aconsejó a los cubanos:

    "Juntarnos, es tan necesario que estemos todos juntos, que nos sintamos fuertes y consolados para lo que tenemos que hacer".

Por tanto, he ahí el fundamento de la actual estrategia cubana de votar en forma unida por la candidatura completa, aunque lógicamente cada ciudadano puede votar por todos, por ninguno, o por algunos, o no votar, según su libre albedrío.

Existen otros rasgos distintivos de las elecciones en Cuba que sustentan una verdadera democracia participativa.

El proceso electoral difiere marcadamente de otros existentes en el mundo, y de ahí que los enemigos lo descalifiquen y muchos, amigos o espectadores o lectores neutrales, no puedan entenderlo, si no llegan a profundizar en su conocimiento o no lo verifican presencialmente sin ningún prejuicio.

En Cuba la población es la que nomina a los candidatos a delegados a las asambleas municipales. Ello ocurre en el lugar de residencia de los electores, lo cual es garantía de que el propuesto sea conocido por la pequeña comunidad reunida a tales efectos. Al candidato no lo propone organización alguna ni un comité designado a tales fines. Esta propuesta surge a partir del derecho y de la voluntad espontánea y consciente de cualquier ciudadano, que esté dispuesto a proponer a alguien que considere reúna las condiciones para representar y servir a esa comunidad. ¿Por qué los disidentes no alcanzan nominaciones en tales asambleas en un sistema tan abierto y expedito para tal ejercicio? Simplemente, porque no representan a la mayoría del barrio ni éste les reconoce méritos para ello. Fidel ha dicho que este modelo es tan democrático, que si la contrarrevolución fuera mayoría, y no una exigua minoría como lo que es, sería muy fácil que sus representantes fueran elegidos. Pero, indudablemente, en todas partes la Revolución cuenta con una mayoría decisiva y abrumadora tanto para las nominaciones libres como para las elecciones.

Como resultado de este proceso pueden ser nominados de 2 a 8 candidatos a delegados (concejales) por cada circunscripción electoral, quienes irán directamente integrar las boletas para delegados a las asambleas municipales.

En el caso de las nominaciones para delegados a la Asamblea Provincial del Poder Popular y para diputados a la Asamblea Nacional, las nominaciones están a cargo de una Comisión de Candidatura integrada por representantes de todas las organizaciones sociales del país, que resultan finalmente aprobadas como candidaturas por las Asambleas Municipales del Poder Popular, y deben incluir hasta un 50 por ciento de los delegados previamente electos en las elecciones primarias.

En Cuba, la inscripción en el registro electoral de los electores es universal, automática y gratuita. Y este registro se expone públicamente en el periodo previo y durante las elecciones en sitios públicos y en los colegios electorales.

En Cuba el ejercicio del voto es un deber y por lo tanto el ejercicio del mismo no es obligatorio.

En Cuba, todos los electores con capacidad legal para ello tienen derecho a proponer, postular, elegir, controlar, revocar y participar junto a sus representantes en las funciones de gobierno.

Durante las elecciones en Cuba, la población tiene derecho a participar en el acto de la revisión de las urnas antes de la votación y durante el conteo de las boletas al finalizar la misma.

En Cuba, como símbolo de la pureza a que se aspira, los niños pioneros custodian las urnas y dan fe del ejercicio del voto por el ciudadano.

En conclusión, estas constituyen algunas de las razones para defender el modelo de elecciones democráticas desarrolladas en Cuba. Pueden incluirse otros elementos para una análisis exhaustivo, incluso puede debatirse las características de nuestro sistema en comparación con el existente en otro país cualquiera y hasta su carácter perfectible, pero como se sabe no existe aprobado ningún patrón electoral ni por Naciones Unidas ni por ningún ente internacional. Sólo es válido que la implantación de un sistema político de un país es un derecho soberano de su pueblo. Reconocer por lo tanto que el sistema electoral cubano se asienta en la raíz histórica constitucionalista de la nación, que es un sistema parlamentario, que es legítimo en lo nacional e internacional, que es una democracia participativa en grado sumo, que las instancias de gobierno electas a todos los niveles representan a la inmensa mayoría del pueblo y representan los intereses y aspiraciones del mismo. Y con eso basta por ahora. ¿Por qué les duele a algunos con intenciones torvas lo que acontece en las elecciones en Cuba?




    Wilkie Delgado Correa
    Doctor en Ciencias Médicas
    Profesor Consultante y Profesor de Mérito del Instituto Superior de Ciencias Médicas
    Escritor y periodista





Página enviada por Wilkie Delgado Correa
(26 de febrero del 2008)


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