La noticia no parece escandalizar a tal punto para que todos los medios de la llamada gran prensa del mundo la repitan hasta provocar la condena real de los culpables. El problema es que eso se debe probablemente a que se trata de una verdad tremenda e inconveniente para el mandamás mundial. Si fuera una mentira inventada por éste o un mero pretexto para iniciar un genocidio, tal vez encontraría una resonancia suficiente para provocar el sobresalto hasta de los topos en su madriguera. Si eso pasa con los medios monopólicos, esa caja de resonancia de la cual son dueños o controladores los mismos que aspiran a adueñarse y controlar hasta el último país independiente de este mundo, algo parecido sucede en las Naciones Unidas y en ese tan socorrido Consejo de Seguridad. Se mantienen impasibles e inmutables mientras los todopoderosos acribillan la paz con su metralla y sus mentiras, y se despiertan estupefactos y se manifiestan beligerantes cuando éstos mismos acusan falsamente o dan cuerda y azuzan las condenas contra los débiles. Así andan, pues, los asuntos en este mundo nuestro de hoy.
Por eso es preciso preguntar: ¿Cuánto cuesta matar sin amparo legal ni moral? ¿Cuánto cuesta matar no en nombre de una mentira, sino de muchas mentiras? También es necesario preguntar qué se debe hacer cuando dichas mentiras quedan descubiertas y al desnudo y es conocido que ellas fueron acuñadas como verdades absolutas para justificar el comienzo de la guerra y para practicar el genocidio. Sí, es absolutamente necesario repetir la misma pregunta contundente: ¿Qué se debe hacer cuando se descubre que una o muchas mentiras conscientes, en manos y mentes inescrupulosas, fueron la única justificación para los crímenes contra la paz internacional y contra los seres humanos ¿Cómo pedirles cuenta a esos Jacks destriparadores, es decir, esos Bush, Blair, Aznar y otros, que han sido más crueles que el personaje original? ¿Cuándo y cómo deben responder a la justicia, apelando estrictamente a lo establecido en el derecho internacional vigente, por los hechos criminales y delictivos cometidos y más que suficientemente probados? ¿Cuándo, cómo y quién los enjuiciará?
George W. Bush desencadenó la guerra de Irak en el 2003 por cuenta propia y de sus aliados, a espaldas de las Naciones Unidas y, por lo tanto, en forma ilegítima. Para esta guerra de agresión enarboló, como razones justificativas, la tenencia por Irak de armas de exterminio en masas y la conexión estrecha entre el gobierno de Saldan Hussein y la red de Al Qaeda, vinculada a los hechos del 11 de septiembre. Sin embargo, en informes de la propia parte norteamericana, se ha venido reconociendo, de mala gana, lo que casi todo el mundo afirmaba antes y durante los inicios de la guerra. Así que resulta revelador que un informe reciente del Pentágono afirme, después de escudriñar cuantos secretos imaginaron, que no existió tal conexión. Por eso uno se pregunta con toda lógica. ¿Y ahora qué? ¿No es acaso hora de la disculpa por afirmar tantas y tamañas mentiras? ¿No es hora de echar atrás el dispositivo desatado a partir de un presupuesto absolutamente falso? ¿Quienes deben responder por violar la independencia y la soberanía de una nación, por destruir vidas y riquezas de un país en forma genocida, por provocar sufrimientos y males infinitos al pueblo iraquí, por mantener una ocupación militar que cada día cobra vidas humanas de ocupados y ocupantes?
Ahora retomemos el asunto del costo financiero de la guerra. La noticia proviene de un informe de la Oficina del Presupuesto del Congreso de Estados Unidos. En el mismo se señala que el costo de la guerra de Irak ha sido hasta ahora cercano a a un billón de dólares y se estima que hasta el 2017 representará 2,4 billones. Sin embargo Stiglitz, Premio Nobel de Economía, afirma que sobrepasará los 3 billones.
De esta forma en la época final de Bush, casi casualmente, nos enteramos que el costo de esta guerra, cuyas razones fundamentales fueron mentiras inventadas, no terminaría con el reconocimiento de tales mentiras. Se prolongaría al menos otros diez años y a un costo muchas veces mayor que hasta aquellos momentos.
En la época de Obama, la cual se suponía sería una ruptura y un cambio con respecto a aquel régimen de mentiras y de guerras inventadas, la ocupación de Irak se prolongará, y el mandatario anuncia un retiro parcial en 18 meses y permanencia de tropas hasta el 2011. Añádase más costos y más muertes en estos próximos años. ¿Acaso no es mucho tiempo para que el gobernante del yes we can change decida el retiro en un plazo de un tercio o más, comparado con el tiempo de casi seis años que mantuvo las tropas el agresor mentiroso?
En fin, volviendo al asunto del costo de la guerra. ¿Cuánto se podría hacer en tiempos de paz con este enorme dineral que cuestan tales guerras puesto a la disposición de países y causas nobles? ¿Cuántos sufrimientos y males podrían evitarse o remediarse si la cordura imperase y no la insania de aprobar presupuestos, años tras años, para financiar proyectos de exterminios, y arrasar pueblos y tierras conquistadas al son de una filosofía imperial de despojo y conquista?
Esta guerra representa mucho tiempo y cuesta demasiado caro. Si se calcula cuantos segundos han transcurridos en estos años, se comprobará que en cada uno de ellos se ha gastado y se gastarán miles de dólares, que están en función de producir en ese mínimo instante de un segundo una cuota inmensa de sufrimiento y dolor. ¿Se justifica tanto derroche para mantener activa una máquina de matar seres humanos, tanto física como espiritualmente?
Otro tanto acontece con la agresión de Israel a Palestina. ¿Cómo pedirles cuenta a los gobernantes de Israel, de uno u otro partido, por sus crímenes horrendos contra el pueblo palestino, cuyo episodio más frecuente fue el genocidio contra Gaza?. Ahora es también noticia el ofrecimiento — ¡oh, generosidad divina! — de un ofrecimiento de donantes para la reconstrucción de Gaza por un monto de unos cientos de millones de euros. ¿Quién ofreció algo para resucitar a los muertos por tal agresión genocida? ¿Quiénes ofrecieron un modo eficaz para cobrarle a Israel bien caro todas sus tropelías y ponerle fin a una impunidad que, como dice el probervio, llora ante los ojos de Dios.
Nadie debiera olvidar lo planteado por el filósofo alemán Inmanuel Kant: