Caracterización martiana del Yanqui
Roberto del Valle Menéndez
"Estoy, al fin, en un país donde cada uno parece ser su propio dueño. Se puede respirar libremente, por ser aquí la libertad fundamento, escudo, esencia de la vida. Aquí uno puede estar orgulloso de su especie" (José Martí. Obras Completas. T. 19, p. 106).
Estas palabras de José Martí, Héroe Nacional de Cuba, aparecieron en The Hour of New York el 10 de julio de 1880 con el título de Impresiones de América (por un español muy fresco), y fueron escritas a seis meses de su llegada a los Estados Unidos.
En realidad, los posteriores 15 años de estancia en ese país, las vivencias, el contacto directo con los ciudadanos, el conocimiento de su política doméstica y exterior, le hicieron variar esos criterios, sin dejar nunca de reconocer que estaba en un pueblo
"... infatigable y laborioso".
José Martí, el organizador de "la guerra necesaria" que en 1895 se reinicio para lograr la independencia de España por parte de Cuba y Puerto Rico, llegó a conocer en detalles las particularidades del norteamericano, haciendo, quizás, la caracterización más completa para su época.
Qué valoración hizo nuestro Héroe Nacional del yanqui? Ya en Cuadernos de Apuntes número 4 (1878-1880), dice refiriéndose a los Estados Unidos:
"... El lado enfermo de este gran pueblo hemipléjico, cándido y elemental en un sentido, consumado y penetrante en otro, gigantesco y pueril, astuto y simple. No tiene facultades de creación" (O:C.T. 21. p. 134, 135).
José Martí, el fundador en 1892 del Partido Revolucionario Cubano, único de su tipo para alcanzar la libertad de Cuba y Puerto Rico, y evitar la intervención de los Estados Unidos, llegó a analizar la sociedad norteamericana en su origen, composición, costumbres, modo de vida, forma de pensar, convulsiones sociales, cultura, educación, política, y en cada caso su crítica, con un sello muy personal que le hizo trascender por su agudeza, objetividad y por su sentido de previsión para quienes soñaban para su tierra una sociedad similar.
Vale decir que como mismo tuvo palabras de elogio para Washington, ese "héroe amable y sereno", Cleveland, ese presidente "símbolo de todo lo que puede conservar la república", Henry George, dirigente de los Caballeros del Trabajo, "amigo de los que padecen, amado por el pueblo", Lincoln, "hombre tallado en piedra luminosa", Emerson, quien "lo dio todo de sí, e hizo bien a los otros", Walt Whitman, el poeta "más intrépido, abarcador y desembarazado de su tiempo", de igual forma tuvo valoraciones muy críticas sobre otras personalidades, imagen de lo peor de esa sociedad.
De Blaine, ese estratega de la política más agresiva del gobierno de los Estados Unidos y miembro del Partido Republicano, dijo en uno de sus reportes para La Nación de Buenos Aires:
"...Hombre rapaz, egoísta, majestuoso, osado como el águila" (O.C. T. 11. p. 409).
No escapó a su análisis William Eleroy Curtis, el primer director del Wall Street, hombre codicioso, deseoso de tener
"... las espuelas y estribos de plata maciza, la chinela de plata donde anida el pie breve la amazona argentina, las túnicas de plumón de avestruz... " (O.C.T.7. p. 335).
No se explica Martí cómo en los pueblos de América hay quienes aún aspiran a una educación que engendra ciudadanos como este, que se
"... juzga único y prominente entre los pueblos".
Una de las caracterizaciones más completas del yanqui aparece escritas por José Martí en la edición de La Nación de Buenos Aires, publicada en octubre de 1885:
"Estos hombres desconsiderados y acometedores, pies en mesa, bolsa rica, habla insolente, puño presto, estos afortunados pujantes, ayer mineros, luego nababs, luego senadores, esta gente búfaga, de rostro colorado, cuello toral, mano de maza, pie chato y ciclópedo, estos aventureros, criaturas de lo imposible, hijo ventrudos de una época gigante, vaqueros rufianes, vaqueros perpetuos, estos mercenarios, nacidos, acá como allá, de padres perdidos al viento..., estos tártaros nuevos, que merodean y desvastan a la usanza moderna, montados en locomotoras, estos colosales rufianes, elemento temible y numeroso de esta tierra sanguínea, emprenden su política de pugilato, y recién venidos de la selva, como en la selva viven en la política, y donde ven un débil comen de él, y veneran en sí la fuerza, única ley que acatan, y se miran como sacerdotes de ella, y como con cierta superior investidura e innato derecho a tomar cuanto su fuerza alcance" (O.C. T: 13. p. 288, 289).
Perfecta ilustración martiana del yanqui, va a sus raíces, a su personalidad, a sus intenciones más íntimas, a su pretendida e histórica filosofía de que ellos, y su creación como nación, son superiores a todos los demás. Una nación donde un minero podía llegar hasta senador, como reflejo de "una época gigante" que jamás volvió a repetirse, pero que sí dejó preñada en la psicología del yanqui, aún en nuestros días, esa
"... cierta superior investidura e innato derecho a tomar cuanto su fuerza alcance".
En ese propio artículo expresa el Apóstol cubano:
"Un deseo absorbente les anima siempre, rueda continua de esta tremenda máquina: adquirir: tierra, dinero, subvenciones, el guano del Perú, los Estados del Norte de México" (O.C.T.13. p. 290).
Hoy es la guerra contra Iraq por posicionarse definitivamente de sus riquezas en petróleo o contra Irán, por igual motivo, y mañana, quizás, por las fuentes de agua potable en la Amazona.
También a través de La Nación de Buenos Aires, el 24 de febrero de 1887, ofrece más elementos ilustrativos de esa psicología:
"... Aquella condición de atreverse a todo sin miedo, ni respeto, ni derecho, que es nota del carácter de los norteamericanos" (O.C.T.13. p. 307).
Los 15 años de estancia en los Estados Unidos le permiten a José Martí analizar la degradación de esta nación y su proyección estratégica. De ellos dice:
"... Nace un americano carnudo y búfago. Paga, y pega. Para tres cosas tiene el puño: para acaparar, para dispendiar, para anonadar.(...) Nada envidia, sino la fortuna" (O.C.T.10. p. 131).
Aún antes de pisar tierra norteamericana, José Martí sentía amor y admiración por esta nación, la consideraba ejemplo por su estado de democracia, por las posibilidades para cada hombre. Sin embargo, a solo cinco años de vivir ahí y de haber escrito para The Tour of New York sus Impresiones de América, se pregunta:
"¿Qué espíritu perdurará en la civilización norteamericana: el puritánico, la afirmación más sesuda y transcendental del derecho humano, o el Cartaginés de conquista y el mercenario de lucro... ?".
La respuesta la dio el propio Maestro en una sentencia muy breve:
"... Esa idea de dominio que es característica temible del norteamericano genuino" (O.C.T.7. p: 38).
La historia sucesiva de esta nación, con demócratas o republicanos en el poder, ha demostrado que han preferido ser cartagineses y mercenarios.
Dónde busca Martí, el autor de ese magistral texto infantil que es La Edad de Oro, la existencia de estos "norteamericanos ansiosos", "ese yanqui autoritario, codicioso y agresivo", de esos ciudadanos portadores de un
"... egoísmo odioso", capaces de "posponer a la utilidad el sentimiento".
Busca las causas en su sistema de educación. Critica esa
"... educación pública, falsa y dura en la práctica, y rudimentaria y errata en las letras" (O.C.T.11. p. 155).
Argumenta cómo de
"... leer, escribir y contar no se pasa en la escuela pública", y de cómo de ahí se transita a "la faena, al espectáculo del lujo, al deseo de poseerlo, a la vanidad de ostentarlo, a las angustias crueles e innobles de rivalizar con el del vecino" (O.C.T.10. p. 375, 376).
Puntualiza José Martí cómo de igual forma se manifiesta una decadencia alarmante en la cultura, y como ejemplo señala:
"... Teatros, que se sostienen si son de farsa y baile, pero quiebran si son de ópera alemana o italiana" (O.C.T.12. p. 62).
Un duro golpe a las virtudes humanas de José Martí es el enfrentamiento cotidiano a la realidad norteamericana donde "nadie ayuda a nadie", donde " todos marchan, empujándose, maldiciéndose, abriéndose espacio a codazos y a mordidas, arrollándolo todo, todo, por llegar primero", donde hasta los niños "no tienen más deseos que el de satisfacer sus apetitos", donde la vida se concibe
"... como un mandato de goce, como una boca abierta, como un juego de azar donde solo triunfa el rico".
Y a continuación se pregunta:
¿"Y esto será envidiable? ¡Debe temblarse de esto!" (O.C.T.11. p. 83).
En otra ocasión diría:
"En este pueblo vasto de gente aislada y encerrada en sí, falta el trato frecuente, la comunicación íntima, la práctica y fe en la amistad, las enérgicas raíces del corazón, que sujetan y renuevan la vida"
(O.C.T.10. p. 226).
El 16 de agosto de 1889 en su reporte para La Nación de Buenos Aires, enfatiza José ´Martí:
"La capa de arriba va siendo en los Estados Unidos levantisca, y dada al éxito fácil y al abuso de la vida y del derecho ajeno, pero en lo hondo, como lastre y esperanza, está el granito del honor, están los calzones de pana que no llegan al talón... " (O.C.T.12. p. 258).
No está ajeno a las diferencias sociales en los Estados Unidos, hace severas críticas a ese yanqui rapiñoso, egoísta, pero a su vez ama y tiene sincera esperanza en ese "granito del honor", presente en el pueblo, en los obreros, intelectuales, en esos de
"... calzones de pana que no llegan al talón".
Llama la atención cómo Martí es impresionado por las virtudes de la mujer norteamericana, su "vigor físico y moral", y para él las capaces de
"... sujetar a esta nueva Roma, cuando empiece a degenerar en sí, y a querer, como la de los Césares, que toda la flora y fauna del mundo le llene los manantiales y le nutra los estanques" (O.C.T.12. p. 156).
Esas frases extraídas del periódico El Partido Liberal, de Méjico (1889), nos enseña cómo José Martí cada día está más convencido que la evolución histórica y social de los Estados Unidos les lleva a coincidir con esa Roma antigua, poderosa, conquistadora y temida, aunque sobre otros principios.
Es capaz el Apóstol de llegar a las intimidades de la psicología social de los individuos. Sus años en Nueva York le permite hacer una breve caracterización de sus habitantes:
"... No hay más que ojos abiertos, y gargantas secas, y la pasión no es solo poseer, sino superar las posesiones del vecino, lo cual es manifestar locura, puesto que por doquiera salta un vecino que pose algo más" (O.C.T.12. p. 63).
Una caracterización más general y completa la ofrece en su articuló publicado en La Nación de Buenos Aires, en febrero de 1886:
"La fortuna como único objeto de la vida. La mujer como un juguete de lujo... El hombre, máquina, rutinaria, habilísimo en el ramo a que se consagra, cerrado por completo fuera de él a todo conocimiento, comercio y simpatía con lo humano. Ese es el resultado directo de una instrucción elemental y exclusivamente práctica" (O.C.T.10. p. 375).
Para José Martí, testigo por 15 años de una sociedad en decadencia, convulsa, agitada, llena de odios, donde unos son muy ricos y otros muy pobres, ese "odioso sistema", como le llamó en una ocasión, no podía ser el modelo a imitar en Cuba o Puerto Rico una vez libres de España, y alertaba a las demás naciones de Latinoamérica sobre el peligro de su dulce imagen y convocatoria.
Con Patria, órgano de lucha indiscutible del Partido Revolucionario Cubano, publica Carácter, el 30 de julio de 1892, donde critica a quienes aborrecen las tiranías tan extendidas en América después de la independencia, y afianzada en Cuba por España, para admirar con sensible superficialidad
"... las instituciones del pueblo norteamericano, sin ver que ellos no han logrado impedir la conversión del yanqui demócrata y universal en el yanqui autoritario, codicioso y agresivo" (O.C.T.2. p. 76).
Los sucesos de Key West que llevaron a la injustificada expulsión de los cubanos de sus puestos de labor en esta ciudad nacida con la consagración y el amor de estos trabajadores, hacen que José Martí incremente su gestión de esclarecimiento y convencimiento entre los emigrados sobre la base de la unidad y del esfuerzo común para alcanzar la necesaria independencia de Cuba y Puerto Rico.
Patria, órgano del Partido Revolucionario Cubano, recoge esta sentencia martiana:
"Es así , sin amor, sin caridad, sin amistad, sin gratitud, sin respeto, sin leyes, es así la primer república del mundo?".
Y a renglón seguido lanza esta convocatoria al combate:
"...Quien desee patria segura, que la conquiste" (O.C.T.3. p. 50, 51)
Página enviada por Casa Caribe
(27 de enero del 2008)