Tres personajes, verdaderos pigmeos políticos de la contemporaneidad, tuvieron el increíble privilegio, por las circunstancias de la posición que ocupaban en sus respectivos países, de ser protagonistas de una conjura criminal contra la paz internacional. A estos tres petimetres representativos de la clase política de España, Reino Unido y los Estados Unidos, les correspondió el nefasto papel de proclamar ante el mundo las mentiras que justificaron la supuesta guerra contra el terrorismo y trazar una estrategia que califica como un crimen contra la paz y, a la vez, un crimen de lesa humanidad.
Bush, Aznar y Blair actuaron como un trío apocalíptico ante los parlamentos de sus países, las Naciones Unidas y la opinión pública internacional. La violación de los principios sagrados del derecho internacional, de la Carta de las Naciones Unidas, el desconocimiento de las opiniones y sentimientos de sus propios pueblos y del resto del mundo, no significaron nada para la actuación guerrerista y genocida de estos fanáticos del exterminio de quienes acusaron y consideraron sus enemigos. Apoyo y complicidad encontraron en todos los niveles del sistema político de sus países y de muchos otros gobiernos aliados.
Los tres personajes gozaron durante un rato su euforia triunfalista en medio de la tragedia colectiva sufrida por los pueblos de Afganistán e Irak, pisoteados por las botas de los soldados invasores y sometidos a la metralla de los aviones, tanques y cuantos medios bélicos han creído conveniente emplear y ensayar. Muchos gobernantes — debe decirse demasiados — mostraron su cobardía ante la avalancha de amenazas de posibles agresiones ante las potestades omnímodas que se atribuyeron para calificar a cualquiera de aliado del terrorismo.
Con la invasión y ocupación de los territorios empezaron las masacres que en su día — ¿cuándo será ese día? — deberán ser juzgadas por el Tribunal Penal Internacional, pues tanto horror, crimen y matanza, tanto crimen contra la paz, tanto crimen de lesa humanidad y tanto genocidio, no pueden ser perdonados. Instrumentos legales internacionales tipifican todas esas tropelías y barbaries practicadas contra la población de los pueblos invadidos. Han abolido prácticamente de un metrallazo el derecho internacional humanitario.
Afortunadamente, el tiempo de los vándalos, de esos Atilas de estos tiempos, se ha ido terminando. Dos de los jinetes apocalípticos, Aznar y Blair, ya han pasado a peor suerte. Sus imágenes públicas no pudieron resistir los embates del proceso eleccionario en sus países. Sin embargo, todavía parecen dormir tranquilamente y andan como veletas por el mundo en busca de la notoriedad perdida.
Al último jinete de la época triste del "antiterrorismo", le resta un tiempo impredecible. Puede ser que George W. Bush, con la peor aceptación pública como representante del imperio, según los sondeos, tenga la suerte de cumplir el tiempo de su mandato. Si no es que se lo impide el valor, la determinación y la coincidencia del sistema político norteamericano a fin de someterlo, como merece, a un juicio político en el Congreso. Razones sobran para incriminarlo y deshacerse de ese pesado fardo que significa Bush para el prestigio nacional e internacional de los Estados Unidos. Así que debe tenerse paciencia en la espera, pues está llegando la hora final del último jinete apocalíptico de esta era trágica.
El estercolero de la historia les tiene reservado un lugar prominente a los tres jinetes del apocalipsis contemporáneo. Pero la justicia, ¿se acordará de ellos y de sus acciones criminales? ¿Tendrán que verles la cara a la justicia que los convoque, sin miedos ni vendas, para juzgarlos merecidamente? Tiempo al tiempo, que lo imposible puede ser posible. Y la historia tiene páginas en blanco todavía.
Página enviada por Wilkie Delgado Correa
(8 de agosto del 2007)
Wilkie Delgado Correa
Doctor en Ciencias Médicas
Profesor Consultante y Profesor de Mérito del Instituto Superior de Ciencias Médicas
Escritor y periodista