Wilkie Delgado Correa
Cuando la tragedia divisionista muestra su cola de serpiente, se desata y es bienvenida la solidaridad continental y mundial con el hermano pueblo de Bolivia. Se incrementa, pues, en forma natural la adhesión al llamamiento de personalidades de todo el mundo que han expresado su solidaridad con Bolivia y su Presidente legítimo Evo Morales ante el plan separatista y antipatriótico de la oligarquía de algunos departamentos del país.
Debe estar claro para todos los bolivianos que después de ser fundada esa nación por el esfuerzo y la sangre de latinoamericanos al mando de Simón Bolívar, después de casi dos siglos de compartir un territorio común e ideales sagrados, a pesar de las diferencias de clases, étnicas y otras, después de haber sufrido la explotación y la masacre de regímenes represivos y dictatoriales, después de enarbolar una bandera, sostener un escudo ante propios y extraños, cantar un himno que realza la grandeza de todo el pueblo, ahora esa claque clasista, que más que boliviana es dineraria y financista, pretende echar por la borda toda esa gran historia de la nación boliviana, azuzando la división que debilita la unidad nacional y engañando criminalmente a parte del pueblo de esos departamentos sobre los supuestos beneficios de autonomías declaradas sin amparo constitucional propio ni del derecho internacional.
Esos dirigentes opositores al actual gobierno, opositores a la Carta Magna ya redactada, que saben que habrá de aprobar el pueblo, jamás se opusieron a regímenes corruptos y represivos, jamás han combatido el privilegio y la exclusión de las grandes mayorías, que han sido la causa de que Bolivia sea hoy uno de los países más pobres de la región. Hoy que los bolivianos se alfabetizan y tienen sueños de alas de aprendizaje, hoy que sienten su salud protegida y empiezan a ver gracias a los programas de la Operación Milagro, hoy que el país se recupera económicamente gracias a la nacionalización de los recursos económicos fundamentales, hoy que se refleja dignidad y virtud desde el poder central, hoy que existe cada día más vínculo estrecho entre gobierno y pueblo, hoy que está al frente del país un descendiente de los pueblos originarios y de origen humilde, hoy que se procura levantar a cada boliviano a la condición verdadera de ciudadano con iguales derechos y posibilidades, precisamente en este hoy que produce respeto y admiración en el mundo, los prefectos egoístas, los que miran esencialmente sus intereses y no los de su patria y la de todo su pueblo, los que andan de marionetas del embajador norteamericano y del emperador Bush, conspiran contra su nación y cometen un delito de lesa patria.
Por eso, debe llegar a ese hermano pueblo la solidaridad en este instante histórico, debe llegar el mensaje de que no se dejen quitar la victoria ni permitan ver fragmentado el país. Hay que luchar con el mismo espíritu con que se fundó Bolivia a principios del siglo XIX. El siglo XXI espera de todos los bolivianos patriotas una actitud consecuente con su historia: no permitir jamás que cuatro vendepatrias les arrebaten la bandera que simboliza la unidad de todos y el bienestar de todos.
Hoy las miradas están puestas en el sur de continente americano, miran, vigilan, permanecen insomnes, custodiando el presente y el futuro de Bolivia. Es hora de contemplar una patria unida y una nación refundada por una nueva Carta Magna bajo el imperio de la libertad y la justicia.