Fidel, en sus últimas reflexiones, vuelve sobre un tema que no ha perdido actualidad a pesar del tiempo transcurrido desde que se elucubró el primer plan de asesinato contra su vida. Los documentos de la CIA recientemente revelados sirven para corroborar hasta qué niveles de baja moral y ética ha descendido la clase gobernante de Estados Unidos, que es capaz de urdir el asesinato de un líder extranjero con la misma delectación que lo haría un jefe mafioso del hampa criminal en Estados Unidos.
Desde el triunfo de la Revolución Cubana, el mundo se ha saturado de noticias estrepitosas, alarmantes y terribles, difundidas por Estados Unidos sobre Cuba. Las grandes agencias Internacionales de noticias, la llamada gran prensa escrita y digital de Norteamérica y de otros países, todas las emisoras de radio y televisión del gigantesco monopolio mediático, han participado a los compases de una orquesta gigantesca en la fanfarria calumniosa. Ni un rubor, ni un gesto de arrepentimientos, ni un sentido de responsabilidad por su misión pública, han estado presentes ante tan colosal acumulación de mentiras y falsedades mezcladas con verdades mayores y menores, en proporción mínima, sobre los acontecimientos ocurridos en territorio cubano. Sólo el estigma, el anatema, la satanización, la negación, la ocultación, la manipulación, la creación de un fantasma terrorífico, han sido las omnipresentes imágenes y mensajes predominantes en estos medios, que han cumplido con obediencia corderil la política oficial y publicitaria de Estados Unidos. Pero la verdad — esa obstinada fuerza material y espiritual de la humanidad — se ha ido abriendo paso, en medio del acoso, a través de los millones de laberintos que existen entre tierra y cielo del planeta. De ahí que los propósitos de Estados Unidos y de todos los medios afiliados a su política, no han podido impedir que existan verdades y realidades — y suman muchas verdades y realidades — que finalmente sean conocidas y reconocidas por la mayoría de los pueblos del mundo.
Ante el avance de la revolución cubana en 1958 — un año antes de su triunfo — dirigentes del gobierno de Estados Unidos ya habían pensado y luego pusieron en práctica el plan fallido de asesinato de Fidel en la Sierra Maestra. Después del triunfo de la Revolución, siempre creyendo equivocadamente que los grandes acontecimientos históricos dependen de un solo hombre — planificaron, organizaron, financiaron, y promovieron —, de forma directa e indirecta, más de seiscientos planes y conjuras de asesinatos contra Fidel. Aún en estos días, algunos de sus personeros oficiosos y de sus cipayos anexionistas, proclaman públicamente esta opción de magnicidio deseable para ellos, y muestran por tanto concordancia, con lo que secretamente se incuba en pensamientos y conversaciones — ¿también en planes? — en los círculos de la Casa Blanca.
No deseo que el lector que no conozca o concuerde con estas afirmaciones, dé veracidad de golpe y porrazo a la información brindada. Le exhorto a descubrir por sí mismo las verdades diversas sobre este asunto. Y deseo, además, preguntar. ¿No eran creyentes de distintas religiones los mandatarios que se han sucedido en la Casa Blanca? ¿Existe desde el punto de vista religioso y ético alguna diferencia entre matar y mandar a matar? ¿No es una vergüenza para el pueblo norteamericano que sus presidentes y dirigentes de órganos del gobierno, hayan participado impúdicamente en planes de asesinatos contra dirigentes de otro país? ¿Cuándo podrá ser lavada esta mancha imborrable en la historia de Estados Unidos?
Sólo una vez fue tratado este tema en el Congreso de Estados Unidos y fueron confirmados los planes de asesinatos contra Fidel. También están disponibles los documentos desclasificados por el gobierno de Estados Unidos, que permiten una confirmación con más elementos y detalles. ¿Cuándo se revelarán todos los secretos de tantas operaciones macabras sobre este tema? Ah, la seguridad cubana conoce al dedillo todos los complots, dentro y fuera de Cuba. Las agencias de seguridad de Estados Unidos también deben conocerlos.
Pero si bien habrá motivos siempre para celebrar los cientos de fallidos intentos de atentados a la vida de Fidel, no se puede olvidar que los planes orquestados contra Cuba fueron la causa de miles de muertes, incluyendo casos de funcionarios asesinados en distintos países, incluyendo los Estados Unidos. Y, por supuesto, el atentado contra las vidas de los pasajeros del avión de Cubana de Aviación, derribado en Barbados en 1976, bajo la dirección de Orlando Bosh y Luis Posada Carriles y con conocimiento de la CIA y del gobierno norteamericano. Pero por favor, no se puede olvidar que el Che Guevara cayó prisionero en Bolivia el 8 de octubre de 1967 y fue asesinado a sangre fría al día siguiente. Obsérvese la vitalidad del Che en las fotos que se han publicado sobre las horas en que lo mantuvieron prisionero, y no se olvide el papel que en su asesinato tuvo Félix Rodríguez Mendegutía, agente de la CIA, cubano-norteamericano y amigo personal de George Bush, padre. Están por conocer con exactitud la índole de las consultas y órdenes intercambiadas entre Bolivia y Washington, para conducir al asesinato del Che, tanto previas o posteriores a la captura, ya que la muerte de un dirigente revolucionario mundial como era en esos momentos Che, no se decide, un día después de su captura, en un campamento ni incluso en la capital de Bolivia, sin una consulta previa y una confirmación asesina procedente de Estados Unidos.
Estas son las verdades que parecen increíbles sobre la política de Estados Unidos contra Cuba, en relación con planes de asesinatos. Y es bueno que nuevamente, en palabras de Fidel, la denuncia cobre resonancia mundial, porque en la Casa Blanca hay un asesino que ha ordenado el magnicidio, y eso es cosa muy grave para el mundo y para el pueblo norteamericano. Ah, ¿el nombre del susodicho? Nadie lo dude: George W. Bush.
Página enviada por Wilkie Delgado Correa
(10 de julio del 2007)
Wilkie Delgado Correa
Doctor en Ciencias Médicas
Profesor Consultante y Profesor de Mérito del Instituto Superior de Ciencias Médicas
Escritor y periodista