El son fue el primer género musical que impuso el ritmo del tambor "tocado a mano limpia". Descendió de las estribaciones orientales a principios del siglo, y fue invadiendo lentamente las provincias del occidente de Cuba.
En este género musical mulato, típicamente nacional, se integraban instrumentos de oriundez africana y española – bongó, marímbula, claves, maracas, guitarra y tres.
Muy pronto sufrió los ataques de la clase dominante, que, con una actitud mental similar a la de sus antepasados negreros, consideraba toda creación brotada de las capas populares como llena de lascivia y primitivismo y contraria a las "buenas costumbres".
A partir de 1910 el son se asentó en las cuarterías y en las academias de baile habaneras, sufriendo un lento proceso de evolución. Su estructura musical se hizo más compleja. Algunos instrumentos tradicionales fueron sustituidos por otros nuevos. Se constituyeron los famosos sextetos y septetos.
El son llegó a ser prohibido, pero las capas populares continuaron disfrutando de sus ritmos.
No se bailaba en las sociedades blancas por considerarse "cosa de negros", ni en las de negros finos, por mimetismo, alienados a tal grado que se solidarizaban con esa actitud prejuiciosa. Pero, poco a poco, su "sabrosura" fue derribando las barreras sociales. Hasta que finalmente penetró en los salones blancos, y mucho tiempo después en las sociedades negras.
La década del 20 al 30 marcó el apogeo de este género musical.
Tomado de: ROGELIO MARTÍNEZ FURÉ, Diálogos imaginarios, La Habana, Editorial Arte y Literatura, 1979, p. 187