Hay historiadores que sitúan el hecho en 1728, mientras que otros lo hacen en 1716, pero lo cierto es que el capitán español Juan del Hoyo Solórzano fue enviado a rescatar valiosos tesoros pertenecientes al Estado español, y perdidos en el naufragio de la flota en el Palmar de Aiz.
Solórzano envió a La Habana más de cuatro millones de pesos, y como retribución a su esfuerzo fue nombrado gobernador de Santiago de Cuba.
Pero no tardaron en aparecer los envidiosos, y se le denunció por supuestamente haberse quedado con parte del tesoro rescatado.
Mientras esto ocurría, el pirata Henry Jennings atacó el lugar del naufragio y obtuvo más de 350 000 pesos de aquel tesoro.
En represalia, corsarios de La Habana y de Santiago de Cuba arremetieron contra un destacamento de mercantes ingleses y se apoderaron de 22 embarcaciones y de un centenar de prisioneros.
A Manuel Miralles le fue encomendado seguir los buceos del Palmar de Aiz. Contraatacó a los ingleses que allí estaban, y al frente de cinco balandros, les capturó 80 000 pesos, 98 negros esclavos y apresó a 86 británicos.
Pero volvamos al tema que nos ocupa. Del Hoyo Solórzano, al enterarse de la orden de detención en su contra, escapó y partió hacía Puerto Príncipe (actual Camagüey).
Los principeños lo recibieron como gobernador, pero a esa villa arribaron los que le buscaban y ante tal situación Solórzano vehementemente se declaró inocente y víctima de una conjura de sus enemigos.
Todo lo creyeron los vecinos de Puerto Príncipe y decididos se opusieron a los soldados que buscaban atrapar al gobernador.
En el encuentro armado hubo muertos y heridos de ambas partes y aunque al final Juan del Hoyo Solórzano fue apresado, recibió una sincera demostración de solidaridad.
Página enviada por Isván Cano Hidalgo
(25 de abril de 2006)