El día 7 de agosto, domingo, poco después de las diez de la mañana, un grupito de mujeres vestidas de blanco — no más de siete u ocho — que portaban ramilletes de flores igualitos, como de pastel de novias, comprados o preparados por la misma mano, caminaban aceleradas por la 5ª Avenida de La Habana. Un fotógrafo las precedía, retrocediendo de espaldas, a saltitos entre toma y toma. Él era el único acompañante de la pequeña pandillita de matronas que caminaba en fila india como en un deseo común de terminar cuanto antes la incómoda tarea dominical, o de ocupar un lugar preferente ante el objetivo del reportero. Eran los tres ojos, los del fotógrafo y el de la cámara digital, los únicos que seguían el desplazamiento apresurado de las mujeres. En el paseo central que embellece una de las arterias más hermosas de la ciudad, las enormes matas: jagüelles, yabrunas y flamboyanes, y las pocas personas que paseaban o trotaban en ropa deportiva, mostraban una absoluta indiferencia ante el paso de aquél blanco y triste pelotón de señoras.
Las pocas miradas eran más de ignorancia total y de sorpresa ante el atavío de rodaje publicitario que de reconocimiento y comprensión. Las paseantes de fin de oficio religioso dominical, parecían un grupito descarriado de fantasmas de la gran burguesía de los años cuarenta, que repetían, aunque sin calesas ni público, la ceremonia social de encontrarse y de mostrarse. Encuentro escaso y público ausente. Eran las "damas de blanco" — bautizadas así por James Cason, el jefe de la Oficina de Intereses de los Estados Unidos —, familiares de los mercenarios cubanos a sueldo del Comité para la Asistencia a una Cuba Libre.
Ignoradas en Cuba, envueltas por la absoluta indiferencia del pueblo del que no forman parte, transformadas en heroínas dolientes por Falsimedia, ellas fueron algunas de las escasas personas que no se alegraron, dos días más tarde, por una noticia que transmitida en un instante hasta los últimos rincones conmovió con una inmensa alegría contenida con esfuerzo, a casi once millones de cubanos.
La Corte de Apelaciones del XI Circuito de Atlanta revocó la sentencia contra los cinco antiterroristas cubanos que vigilaban en Florida las actividades de los grupos de la llamada "mafia cubano americana" que preparaban sabotajes y asesinatos en Cuba.
Gerardo Hernández, Fernando González, Ramón Labañino, René González y Antonio Guerrero, habían permanecido aislados en celdas de seguridad en cinco cárceles de los Estados Unidos.
Los Cinco héroes — afirmaban ahora los jueces de apelación —, habían sido juzgados por sus enemigos en medio de una hostilidad intensa, sin garantía judicial alguna, sin que sus abogados tuviesen acceso a la acusación judicial y sin que el tribunal aceptase las pruebas cubanas de sus actividades de vigilancia antiterrorista.
Después de siete años en las cárceles del Imperio el juicio fue calificado de injusto y parcial.
Y latió gozoso el inmenso corazón de Cuba.