Cuba

Una identità in movimento

Magnificencias en caracol

Raúl Castillo Rolo



Fidel aprecia las obras que atesora el museoLos lugares atractivos son siempre deseados, bien por las sorpresas que atesoran o debido a que en ellos podemos recrearnos y encontrar placeres que cubren la vida. Esto ocurre en la playa, el río o la montaña; en el salón de bailes o la casa de algún amigo; y por supuesto, donde un espectáculo artístico gana la atención del público.

Todo lo bello acumula cierta dosis de beneplácito que adquiere mayor tamaño cuando nos percatamos que, además de la satisfacción personal, sentimos que estamos frente a algo lleno de leyenda, de instrucción, de cultura o historia.

La nueva apertura del Museo Nacional de Bellas Artes llena un anhelo de los investigadores y estudiosos de amplias ramas del saber humano, integradas por los legados que en diferentes épocas creó el hombre para la posteridad, a fin de que jamás transcurra como una incógnita su paso por la vida.

El privilegio de observar de cerca toda la composición expuesta en los salones de exhibición no lo desaprovechamos, plenamente convencidos de que para quienes vivimos en otras ciudades o pueblos alejados de la capital constituye una opción que en ocasiones tiene como dificultad trasladarnos hacia allí en un transporte, quizás tener un lugar donde pasar varios días o poder compatibilizar otros compromisos con la visita a este Museo.


Historia mínima

El actual Museo Nacional de Bellas Artes está integrado por tres edificaciones cercanas en una zona importante de Ciudad de La Habana. Veamos por parte. La primera está en el antes conocido como el Palacio de Bellas Artes, majestuosa obra terminada en 1954. Funcionó hasta mediados de la década del 90, cuando se impuso realizar una reparación de magnitud.

Así, en el período especial, brigadas especializadas acometieron la restauración, tarea difícil por el alto grado de especialización que tuvo, según nos explicaron. Al recorrerlo una vez abiertas de nuevo sus puertas, sólo un conocedor profundo de sus partes podría apreciar las diferencias.

Quienes asistimos al VII Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba, y al de la UNEAC, invitados a los actos de inauguración, pudimos observar casi una leyenda. Esta parte está plenamente dedicada al arte cubano en diferentes épocas. Y en sus salas espaciosas, llenas de luz, en un ambiente acogedor por la ubicación de decenas de colecciones, nos recreamos en los colores, en el mensaje que trasciende.

Aunque cada obra tiene su historia, recibí con agrado el conjunto expuesto del pintor Wilfredo Lam, nacido en mi ciudad natal, Sagua la Grande, en la antigua provincia de Las Villas. A él pude conocerlo en una visita que realizó a Sagua, con un equipo francés que le realizó un documental.

También las pinturas del patriota cienfueguero Federico Fernández Cavada, ocupan un espacio en el Museo. El mayor número de piezas datan de la época colonial, con temáticas de paisajes, escenas religiosas y costumbrismo. Y merece mención la exposición de cuadros de Guillermo Collazo, quien, se dice, significa "una síntesis súbita de lo cubano".

Muy interesantes son las salas de arte moderno y finalmente el arte contemporáneo. A cada paso encontramos pinturas dignas de retenernos, de comentar algo sobre majestuosidad, desde los comienzos en el tercer piso hasta el resto de los salones, fiel exponente de la búsqueda de lo nacional en las tradiciones campesinas y afrocubanas.

Toda la obra surgida después del triunfo de la Revolución el 1ro. de enero de 1959, esta coleccionada, conservada y expuesta. Hay que hablar en tono mayor al mencionar el cuidado existente para evitar un deterioro ante tan monumentales pinturas, ubicadas en marcos que llaman también la atención del visitante.

La colección de arte universal pasó a ocupar las enormes e impresionantes salas surgida, una vez realizada la remodelación y adaptación, en el edificio del antiguo Centro Asturiano de La Habana, ubicado a pocos metros de la otra instalación, ambas muy cercanas al antiguo Palacio Presidencial, hoy Museo de la Revolución y al Parque Central.

Una deslumbrante escalera conduce hasta las partes altas, quinta y cuarta plantas, que atesoran muestras del arte antiguo y agrupa las diferentes escuelas universales, corrientes y movimientos en las Artes Plástica en diferentes etapas y continentes.

Aunque muy difícil de sintetizar, el país posee un Museo de Bellas Artes, digno de muchos elogios, que incrementará nuestra cultura y recreará a quienes acudan a sus salas de exposiciones. Subyuga tanta maestría para colocar las obras, en un diseño sobrio y motivado que atrapa al visitante.

Tenemos pues, los cubanos, un nuevo espacio para que transcurran allí horas (aunque harían falta días, se lo aseguro), de beneplácito, tanto para los que residen más cerca, como para quienes estamos en el centro del país o en los territorios más orientales.


Fuente


Cuba. Una identità in movimento

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