|
Cuba |
|
Una identità in movimento
|
|
Algunas referencias a la etnología y el folklore en la obra de José Martí
María Teresa Linares Savio
Las acotaciones, descripciones y criterios sobre la vida del hombre, que José Martí vierte en los artículos, críticas y relatos de viaje, demuestran su preocupación por aspectos relacionados con la antropología de los pueblos americanos. En estos breves comentarios se señala su valiosa labor pionera como estudioso de la etnología y el folklore americano.
En muchos de sus trabajos, José Martí demuestra su profunda preocupación por el desconocimiento que existía sobre la vida cotidiana del hombre americano.[1] Considera y manifiesta en sus trabajos que es necesario analizar las costumbres — vida familiar, economía, artesanías, comidas, medicinas y remedios caseros, vestuario, la filosofía expresada en sus decires — y todos aquellos aspectos que entrarían en la cultura material y espiritual del hombre "natural", para con ello entenderlo y guiarlo por el mejor camino de su desarrollo.
En agosto de l887 José Martí publicó en El Economista Americano un artículo crítico sobre la lectura que hiciera el antropólogo
y etnólogo norteamericano Daniel Garrison Brinton, de Filadelfia, ante la Asociación de Adelanto de las Ciencias, titulado "Noticia de los datos actuales para el estudio de la cronología prehistórica de América",[2] en el que destaca los libros publicados por aquel autor
referidos a las lenguas aborígenes, las leyendas mayas, una gramática
de la lengua cakchiquel y un baile-comedia en nahuatl-español
llamado El guegüense, de los primeros años de la conquista.
Se refiere a las teorías del antropólogo sobre la antigüedad de la raza americana y su procedencia del oeste de Europa a través del puente de tierra preglacial que la unía a América. Señala también cómo el antropólogo demuestra sus hipótesis por los
"... hallazgos de depósitos de conchas y huesos de especies distintas donde se han hallado restos de cerámica y útiles de piedra pulidos con relativa habilidad, y en los arenales de Trenton y lugares varios, ricos en residuos paleolíticos que revelan la existencia del hombre americano en la época glacial, cuando no antes — en lo esparcido del cultivo del maíz y del tabaco, que en edad remotísima se cosechaban desde el Canadá hasta la Patagonia".
Martí se refiere también en este artículo a la mención que hace Brinton de las más de doscientas lenguas aborígenes diferentes de raíz que existían en Norte y Sudamérica,
"... quizás desaparecidas hoy muchas de ellas, pero que acusan una edad muy lejana, pues sólo por la duración de ella pudo parar en esas opuestas ramas una raza cuyo común origen se comprueba por la identidad de los cráneos hallados en los depósitos cuaternarios más antiguos: — y en el descubrimiento de útiles de labor en los depósitos glaciales —, lo que remonta la existencia del hombre en América hasta la época del hielo, hace unos treinta y cinco mil años".
Estos sorprendentes comentarios nos sitúan ante el interés
de José Martí por un conocimiento de nuestros orígenes para apoyar la defensa de nuestra identidad americana y el interés por aspectos de la lingüística, la etnología y la antropología de los pueblos de América. Por esto quizás se pronuncia contra el injerto de elementos
culturales exóticos en nuestra cultura cuando dice:
"La historia de América [...] ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia".
Y no es que esté en contra de la cultura universal,
sino que está consciente de que, por conocer y dar prioridad a aquélla, se descuida la nuestra. Sobre esto sentencia:
"Injértese en nuestras repúblicas el mundo;
pero el tronco [abonado, irrigado] [...] ha de ser el de nuestras
repúblicas".[3]
El pensamiento de Martí no puede considerarse por esto
localista. Su pensamiento americano trasciende todas las fronteras, a través de las descripciones de sus visitas a Guatemala, Isla de Mujeres (México), los Estados Unidos; a través de sus comentarios
críticos y en sus poéticas visiones del Diario de Cabo Haitiano a
Dos Ríos. En Livingstone, Guatemala, encontramos que se detiene ante el hombre y su contexto social:
"Pues, ¿qué hacen en aquella plaza tantos
hombres que van y vienen? No es plaza, es que están embarrando
una cabaña. Ese bullicio es simpático; atrae ojos y corazones, porque lo engendra un sentimiento fraternal. [...] En este lugar el pueblo no permite que un hombre solo haga su casa: todos le ayudan, sea
cualquiera la época del año; ellos la arrancan de la tierra y
la acarrean para endurecer el suelo, ellos cruzan las varas,
ellos construyen bruscos ladrillos, ellos coronan la choza de
abundantes hojas de palmeras".[4]
Su mirada rápida de viajero, ávida del conocimiento
del pueblo, capta una escena que es común en toda nuestra América, tal como se realiza en Cuba una junta o reunión de vecinos para la construcción de su bohío. Y describe todos los pasos de la preparación de la arcilla, los cujes que le sirven de apoyo a las paredes de embarrado, el techado de guano. En nuestros grupos primitivos,
fue necesaria la unión para no perecer, y en estas visiones de América comprueba los elementos de la cultura material derivados de grupos indígenas similares en Centroamérica y Cuba y su permanencia en las
poblaciones contemporáneas a sus viajes.
Se refiere luego Martí a las relaciones humanas:
"El marinero es saludado por todo el mundo
[...] hablan su caribe primitivo, su dialecto puro [...]. Y
¡qué manera de hablar! Una vez admiró el viajero la rápida palabra
de los vascos: ahora ve que ésta le es muy superior. Son locuaces con la lengua, con los ojos, con las caderas, con las manos [...]".[5]
gestualidad y cordialidad propias también del cubano. Describe así detalles importantes para el estudio de un pueblo, su lengua y expresividad, el hombre y su parla, el carácter social del conglomerado, la mujer y su vestuario:
"Y cómo se viste esa negra: es el vestido del
país. Un pañuelo blanco, atado de manera de turbante le cubre por delante la frente; y por detrás el cuello, dejando las largas
puntas sobre la ebúrnea espalda. Un camisón de azul listado deja
al aire brazos y cuello, y, más debajo de las rodillas, deja paso a
la saya que le cuelga de la cintura [...] más debajo de la cintura
ciñe con un lazo abandonado el camisón de hilo, un pañolón azul de largas puntas".[6]
Y como Martí describe otros lugares, no usa los términos de aquel pueblo, sino un lenguaje sencillo, poético, que a todos nos llega como un paisaje a todo color, captado por su mirada panorámica, acuciosa, similar a la de su llegada a Livingstone.
Cuando Martí llega a Zacapa, encuentra que los pobladores viven del cultivo del tabaco y la fabricación de sombreros de petate, y al usar una palabra del lugar aclara su significado:
"[...] éste es el patrimonio, como dice la
gente del pueblo".
Y con esta noticia aclaratoria va la base
económica y el nombre que le dan en el lugar a la producción
y al material del sombrero, especie de guano de palma para
tejer.[7]
Luego de un azaroso viaje en mula por lugares inhóspitos durante
varios días llega a Isla de Mujeres y observa formas de transacciones comerciales comunes en Cuba y en poblaciones rurales en desarrollo en
países centro y sudamericanos durante el siglo XIX — y quizás
aún en algunos. Se refiere al comercio de productos de cambio en la bahía.
"Se compra aquí con huevos, se llama al aguardiente de caña habanero, se hacen frecuentemente bailes con
poninas, contribución voluntaria que no excede nunca de cuatro reales, y con ellos, como en todas partes, se bebe abundante vino dulce".[8]
Los bailes de ponina fueron descritos por los costumbristas en Cuba como los realizados en zonas campesinas o en barrios humildes en los muelles y alrededor de la ciudad de La Habana. En éstos se vendía ponche de leche y agualoja.
El juicio crítico a libros lleva a José Martí al estudio de la vida nómada de los habitantes de la pampa argentina, y establece criterios contradictorios sobre los juicios de "barbarie" que se manejaron
en aquel momento. Hemos conocido al gaucho y la pampa por la versión versallesca de Sarmiento. El ojo de la civilización mira la barbarie y expresa su punto de vista despectivo sobre ella. La visión americana
de José Martí lee y realiza un juicio sobre "La pampa" de Alfredo Abelot,[9] y compara la escala de valores de aquel conglomerado social con sus formas de vida fundamentales. De sus descripciones emana respeto y admiración por el hombre gaucho y sus instituciones. En ellas dibuja nuevamente el paisaje físico
y social esbozado y señala su fin próximo:
"[...] expirando ya a los pies de la locomotora,
la vida primitiva y la época".
Al describir la ilustración de la portada
del libro, dice:
"El gaucho viene a caballo tendido, por la
llanura, mirando atrás de sí, como quien desconfía [...] el gaucho es de los que nacen a horcajadas; con la rodilla guía a su compañero, más que con la rienda [...] trae calzones azules y camisa blanca; al cuello lleva un pañuelo rojo; el sombrerete de ala floja va bien sujeto por el barbiquejo, a la cara lampiña [...] va con la guitarra al hombro por el desierto americano [...]".
El progreso, la civilización es ya inevitable, y los restos de hombres nómadas, mezcla de aborigen y español que son los gauchos, aparecen en la descripción del libro como la pampa que se va. Es otro tipo humano, de un conglomerado distinto el que nos describe ahora el autor de "La pampa". Es el de un proscrito de la sociedad que tiene que vivir y luchar él solo por la vida. Un hombre que se ha creado sus leyes propias de subsistencia, que mata para vivir. Describe primero lo externo del hombre; luego, el paisaje humano:
"Allí la vida intensa bajo el techo del cielo [...]. Allí la pulpería con sus velorios y sus rimas, sus carreras y sus cantos [...]. Allí la 'boleada', la caza a caballo con el arma de
las bolas; el 'baqueo' — rastreador — siguiendo la pista del
indio [...] la 'partida' de soldados y el gaucho malo, el gaucho
alzado contra la justicia [...] el que canta de noche el triste y
el cielito [...] que bebe a campo abierto en 'la boquilla el mate cimarrón, el matecito sin azúcar".
Y aquí la crítica de José Martí al viajero-escritor que lleva
"... teoría, que es como llevar venda" y "donde pudo y debió ver los lances heroicos de la sociedad inicial [...] no ve más que barbarie primitiva y necesidad feroz de sangre en el indio descendiente de generaciones oteadas y acuchilladas por el blanco".
Señala también Martí que el autor cae en el error de atribuir vicios de la urbe — como el juego y la embriaguez — a estas gentes primitivas, como
"... un salto atrás según la teoría naturalista".
Luego compara fiestas comunes en la Argentina y Colombia, como el macabro velorio del angelito — que también se celebra en Chile, Venezuela, Perú y otros países de nuestra América.
Y sigue comparando otros aspectos de la vida primitiva de los pueblos:
"Batea su carne el cazador pampero, lo mismo que el indio del Norte. Sin ley vive el gaucho de Choele-Choel, y el vaquero yanqui vive sin ley. En cuanto se 'carga' de ginebra en la pulpería, sale el gaucho a flor de aire, a llamar a pistoletazos a quien le saque el pie en valor, y el minero de Colorado hace bailar a balazos en los pies, al petimetre de la ciudad [...] el que sabe de árabes errantes e indóciles, sabe de gauchos".[10]
Porque son razones similares las que hacen reaccionar a los hombres ante los mismos estímulos. Y agrega Martí:
"El hombre es uno, y el orden y la entidad son
las leyes sanas e irrefutables de la naturaleza".[11]
Otras tres actividades principales en la vida y el orden moral del gaucho describe el juicio crítico de José Martí:
"[...] a rastrear va la 'partida'; a buscar al asesino que mató en su rancho al 'baqueano viejo' que era la gloria y el honor del lugar [...]. Por más huellas que vio a la puerta del rancho busca el rastreador al asesino, que huyó hace como ocho días por el yerbal, por el río hasta donde halló piedra, para no dejar rastro a la salida. Llegan a un pueblo [...]. 'Éste es el caballo', dice el rastreador. Y era. [...] toma el caballo, a trote de vuelta, el camino de su señor, y el rastreador victorioso le pone la mano en el hombro al asesino, que confiesa [...]. En las calles de piedra conocen los hijos de los gauchos la mula en que pasó el cura, o el caballo en que anda el alcabalero [...]".
El gaucho argentino vive sobre su caballo, y en todas sus actividades pueden seguirse mejor las huellas de su caballo que las de sus pies. En el caballo realiza las "boleadas", la cacería del guanaco y el ñandú, o el caballo o el novillo que codicia. Aquí la base económica es otra. La describe también Martí en el trabajo como la cacería colectiva, de provecho individual, por el rescate de plumas
de avestruz o pieles de novillos que vende luego al dueño de la pulpería. No le falta al gaucho su caballo, ni el cuchillo, ni las
bolas, ni el recado, tan lujosamente hecho para lucimiento de
su brioso corcel:
"El recado con sus jergas dobladas en cuatro
[...] su caroña de cuero fino para la humedad, su basto de madera
fileteado con estribos de plata, su pellón y su sobrepellón [...]
la cinta de cuero [...] el freno es como el de los moros, de cuero
trabajado y de plata [...]".
Considera el autor francés como retorno a etapas primitivas el goce del hombre en circunstancias distintas a su mentalidad europea. Se conduele de que desaparezcan tipicismos
que le atraen, que desaparezcan como un paso normal del desarrollo,
del avance de su civilización sobre aquella barbarie.
¿Podrá desaparecer la barbarie permaneciendo estampas pintorescas
como los carnavales aldeanos de Buenos Aires? Estas particularidades, dice Martí, son comunes a todos los pueblos en la misma etapa de desarrollo. Y he aquí el planteamiento de un concepto teórico etnológico interesante, contrapuesto a aquellas reglas escolásticas
del señor Abelot.
"Peca este libro sincero de La Pampa [dice Martí], en que el autor mezcla sus opiniones, aprendidas y prehechas, con las que dan las cosas de suyo, que es lo que el lector busca en los libros [...]. Lo que se quiere es saber lo que enseña la vida, y enoja que no
nos dejen ver la vida como es, sino con estos o aquellos espejuelos.
Con tanto como se escribe, está aún en sus primeros pañales la literatura servicial y fuerte [...]. Es cierto que en La Pampa el autor cuenta a modo de testigo lo que vió y lo cuenta con soltura y hombría", con descripciones pintorescas e interesantes.
Donde el autor pudo y debió ver los lances heroicos de
la sociedad inicial, vio persistencias y desviaciones, y selecciones
y atavismos.
José Martí abre de nuevo el libro de la vida en otro capítulo. Se enfrenta a la naturaleza del hombre y del paisaje cubanos, en la última etapa de su vida. Escribe en el Diario de Montecristi a Dos Ríos una interminable relación de experiencias, para él antes desconocidas, de su suelo cubano. Anota sus observaciones y las recomienda para que las ordenen por las fechas y las conserven. Ya había recogido en toda la América nuestra un léxico
de música, instrumentos, danzas y comidas. Recomendaba el desarrollo de productos como el maguey y el hule mexicanos y otras fuentes propias de economía. Ya en aquella época se estaba atado a la importación de productos elaborados norte-americanos:
"[...] fuerza es que la producción del tabaco [en
México] [...] se vea pronto en estado de dar abasto a la creciente
petición, sin acudir para ello a muy raros tabacos extranjeros
[...]".
Y agrega que para el ensayo del cultivo que se intenta
"... mis laboriosos hermanos de familia [los tabaqueros cubanos] [...] vendrían alegres a hallar ellos pan de destierro, ganado en honra de la industria y bien del país".
Y de hecho se establecieron fábricas de tabacos con
obreros cubanos que emigraron con sus familias, y en esas fábricas
ofrecieron recitales de música para los trabajadores los cubanos Ignacio Cervantes, compositor y pianista, y el violinista Rafael Díaz Albertini.
"Y del hule, sí [...] podría sacarse gran partido. ¡Con qué placer leí yo [...] hace unos días ¡Hule mexicano! [...] muy preso yo, me hicieron poner ropa de corteza de árbol, hecha en los Estados Unidos. Raspaba y hería [...]. La del maguey sería mucho
mejor".[12]
Los Cuadernos de trabajo de José Martí tienen datos interesantes; es otro libro de la vida con fichas de estudio "con voces nacidas en América para denotar cosas propias de sus tierras", de las cuales seleccionamos algunas que cobran vigencia ahora que se atan nuevamente con América Latina los lazos políticos y culturales que harán un solo pueblo de los pueblos de Nuestra América y para
lo que trabajó él incesantemente. En estos cuadernos anota términos de música, bailes, alimentos, locuciones, de los que transcribimos algunos:
Bandola: "Tiple pequeño en Colombia". Es el instrumento nacional por excelencia. Este instrumento se conoce también en Puerto Rico, Venezuela y Panamá. Nos ayuda a situar la localización y antigüedad del término.
Bambuco: "Zamacueca, cueca, zapateado, jarabe". Son bailes
campesinos muy similares entre sí, de origen español. Martí menciona las variantes colombiana, argentina, chilena, cubana y mexicana. Es término usado también como canción en Colombia y llegó a Cuba posiblemente al regreso de emigrados cubanos o en migraciones
al principio del siglo XX. Gustó tanto a los trovadores cubanos que compusieron muchos bambucos Manuel Corona, Sindo Garay, Rosendo Ruiz y María Teresa Vera.
Canta: En Venezuela, "es tonada. Canta llanera: — la
guacharaca". También en los llanos colombianos utilizan el nombre guacharaca para el instrumento rallador, que se hace de un canuto de bambú con estrías, y dan el mismo nombre al canto que acompaña.
Cielito: "La copla uruguaya, y el baile popular de que es parte
principal el canto de ella". Martí menciona cielitos también
entre los gauchos. Hoy se considera un género campesino argentino que se canta con décimas, en proceso de extinción.
Furruco: En Venezuela, "barril pequeño, con una cubierta de
madera, y otra de cuero, atravesado por un palo delgado, que al subir y al bajar produce un ruido brusco, sordo, monótono y desagradable. Parece un agrandamiento de la zampoña". La zampoña es un instrumento
aragonés. En Brasil le llaman cuica. El principio fricativo con una varilla aparece también en el ecué abakuá y el kinfuiti bantú, instrumentos afrocubanos que se emplean aún en Cuba. Nos inclinamos a pensar que, aunque con nombre evidentemente español, el instrumento
venezolano mencionado se acerca más por su figura al kinfuiti, ya que en Venezuela hay mucha influencia africana.
Fioli: En Venezuela, "sarao de gente pobre. Ahí hay un fioli". Se puede considerar como un guateque cubano.
Guacharaca: En Venezuela, "canto mezclado de baile usado por los llaneros. Tóqueme una guacharaca. De guacharaca, esta ave tan sabrosa en comida y tan bullanguera".
Galerón: En Colombia y Venezuela, "cantar musicado de los
llaneros, como las Rosas de Timoneda". El galerón reúne varios pasos de baile, intercalando coplas y décimas. Es canto y baile de campesinos, de posible origen cubano, muy semejante a las tonadas de
punto fijo de las zonas centrales de nuestra Isla.
Joropo: En Venezuela, "zapateado variadísimo". También el joropo tiene distintos pasos de baile y aún se usa en zonas suburbanas de Venezuela.
Pasillo: "Baile popular en Colombia". Similar al joropo.
Quena: "La flauta del indio peruano".
Resbalosa: "El zapateado en Chile". En la Argentina, "tocar
la resbalosa, era degollar, porque lo hacían al son de ella, y también porque resbalaba el cuchillo. Tocarle la resbalosa, mandarle a degollar. Hubo violín y violón (aludiendo al conjunto instrumental
con que se ejecuta): degollar: frase de D. Mariano Meza". ¿Serán éstas ceremonias de sacrificios de animales, que se hacían acompañadas de música?
Tiple: "Guitarra corta de ocho cuerdas" (Colombia). Hoy se le llama cuatro, por tener cuatro cuerdas dobles, y se le conoce en Venezuela, México, Panamá y Puerto Rico. En Cuba se conservó el nombre
hasta su extinción, sustituido por la bandurria o el laúd cubano.
Zambe: En Venezuela, "especie de zapateo: zapateo y escobilla.
Animadísimo y dificilísimo. El payaso Jn. González lo bailaba maravillosamente, con dos maracas pequeñas en la parte superior de los tarsos, sobre un tablado". Éste es un dato importante. Aunque es
un zapateado, que casi todos son de origen español, el nombre
es evidentemente bantú, y el atarse maraquitas en las
muñecas es costumbre bantú en Cuba, entre los tocadores
de tambor yuka y los tocadores de rumba columbia. Entre
los paleros cubanos, es ritual comenzar un baile y canto diciendo:
¡Jura' dio sambé! Este baile pudiera estar relacionado con los bailes de paleros y de makuta. También hubo campesinos que bailaban el
zapateo como solistas virtuosos sobre un tablado en las bodegas
de campo, en el poblado de Artemisa.
Ziripá: En Santiago de Cuba, "el zapateo". Alejo Carpentier
menciona este nombre como baile antiguo de negros.
El Diario de campaña es uno de los más fascinantes relatos entre los que José Martí muestra su asombro ante la naturaleza y la cultura del hombre. Las principales dificultades que enfrentan en la guerra, son las enfermedades y el hambre. Veamos algunas fórmulas dietéticas
remediales a la escasez que señala, en las que aparece el uso
de las larvas de abeja como alimento fundamental: "[...] nos
detenemos a ver derribar una palma a machetazos al pie para
coger una colmena, que traen seca, y las celdas llenas de hijos
blancos. Gómez hace traer miel, exprime en ellos los pichones y
es leche muy rica [...]".[13] ¿Será
que ya se conocía el valor del propóleo y de otros derivados de la miel?
Pan-patato: Rallaban el boniato crudo, lo mezclaban con calabaza, yuca u otra vianda, o coco rallado, y luego le echaban miel de abejas o azúcar y manteca, lo cocinaban en cacerolas de manteca rodeadas
de calor. Servía para cuatro o seis días. Así aprovechaban el boniato malo.
Costumbres familiares: "El rancho es nuevo, y de adentro se oye la voz de la mambisa: 'Pasen sin pena. El café enseguida, con miel por dulce [...]. Va y viene ligera; le chispea la cara, de cada vuelta
trae algo, más café, culantro de Castilla para que cuando tengan dolor al estómago por esos caminos, masquen un grano y tomen agua
encima".
Remedios caseros: "En un grupo hablan de los remedios de la nube en los ojos: agua de sal — leche de ítamo, 'que le volvió la vista a un gallo'". En dos ocasiones habla Martí del valor alimenticio de la
miel, y del jugo de las larvas mezclado con ella. Nutre por
todo un día y da fuerzas. Y agrega más remedios: "Vi hoy la yaguama, la hoja fénica que estanca la sangre, y con su mera sombra beneficia al herido". Y necesitaban bosques de esta planta. "Machuque bien las hojas y métalas en la herida; que la sangre se seca [...]. Las aves buscan su sombra". "Que la sabina, olorosa como el cedro, da sabor
y eficacia medicinal al aguardiente". "Que el té de yagruma, de las hojas grandes de la yagruma, es bueno para el asma". "A César le dan
agua de hojas de guanábana, que es pectoral bueno, y cocimiento
grato". "Artigas, al acostarnos pone grasa de puerco sin sal sobre una hoja de tomate y me cubre la boca del nacido". Y finaliza su diario:
"Está muy turbia el agua crecida del Contramaestre, — y me trae alentín un jarro hervido en dulce, con hojas de higo".[14]
Sería mucho más amplio este artículo si ordenáramos todos los valiosos aportes que ofrecen las obras completas de José Martí, que enriquecen el conocimiento de la cultura popular y los
aspectos de la antropología de los pueblos de América. En su obra Martí no descuida los detalles que evidencien el estudio de la base económica, las artes, las costumbres, el ciclo de vida, lo que pudiera dar pie al estudio de las teorías etnológicas de la época, con la seguridad de que, además de político, poeta, crítico, literato, lingüista, tendríamos que considerarlo un pionero
de la etnología.
Referencias
[1] José Martí en "Una distribución de diplomas en un colegio de los Estados Unidos", La América, New York, junio, l884, en Obras completas, Editorial Lex, La Habana, 1946, t. II, p. 498.
[2] Ver José Martí: Obras completas en 27 tomos, multimedia, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 200l.
[3] José Martí: Nuestra América, Casa de las Américas, La Habana, 1974, p. 24.
[4] Ibíd.
[5] Ibíd., p. 57.
[6] Ibíd.
[7] Ibíd., p. 59.
[8] Ibíd., p. 53.
[9] "La pampa", juicio crítico por José Martí en El Sudamericano, Buenos Aires, 20 de mayo de 1890, en Obras completas, ed. cit. en nota 1, t. II, pp. 364-373.
[10] Ibíd., p. 367.
[11] Ibíd.
[12] José Martí: "Guatemala", en Obras completas, ed. cit. en nota 1, t. II, p. 224.
[13] José Martí: "Diario de campaña", en Nuestra América, Casa de las Américas, 1974, p. 86.
[14] Ibíd., pp. 86, 91 y 99.
Bibliografía
MARTÍ, JOSÉ. Obras completas. Editorial Lex, La Habana, 1946.
___________. Obras completas, vol. 13 (En los Estados Unidos Norteamericanos. Letras, pintura y artículos varios). Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2001.
MARÍA TERESA LINARES
Musicóloga.
Vicepresidenta de la Fundación Fernando Ortiz.
E-mail: ffortiz@cubarte.cult.cu
Tomado de: María Teresa Linares Savio, "Algunas referencias a la etnología y el folklore en la obra
de José Martí", en Revista Catauro, No. 7, Año 4, enero-junio 2003, pp. 114-124.
Cuba. Una identità in movimento
Webmaster: Carlo Nobili — Antropologo americanista, Roma, Italia
© 2000-2009 Tutti i diritti riservati — Derechos reservados