Cuba

Una identità in movimento

Aniceto Recio Pedroso: El último superviviente

Lázaro David Najarro Pujol



Un grupo de estibadores de azúcar carga sobre los hombros, como si fuera un niño, a un hombre. El Guajiro viene al frente de los estibadores. Caminan rumbo a la línea del ferrocarril. El Guajiro Bolongo sujeta al hombre que no deja de sonreír.

De esa manera casual José Cañete Fonseca conoce al gran mambí:

Camino, como es de costumbre por las calles de Santa Cruz. Me fijo que el hombre que llevan cargado es un viejo de estatura pequeña.

Le pregunto a Raúl García:

El viejo continúa en hombros de los estibadores.

En este instante tengo el privilegio de conocer a tan insigne patriota de nuestra guerra independentista y libertadora. Luego visito su humilde hogar allá en "Las Uvas". Aniceto no conserva muchos trofeos de la guerra. En su casa guarda con amor una bandera cubana muy pequeña. En la sala se destaca una foto del bravo mambí y la medalla de la valiente acción en el rescate de Sanguily, entregada en la etapa neocolonial.

Aniceto Recio siempre estaba muy cerca de Agramonte porque formaba parte de su escolta. El oficial le había enseñado las primeras letras al muchacho, que se caracterizaba por su valentía, modestia y tenacidad. Con mucha razón Martí afirmaba que "En los lugares puros y apartados del campo se crían las grandes fuerzas"(1), y Aniceto formó parte de esas grandes fuerzas.

Como muchos mambises, Recio Pedroso se encontraba el día 8 de octubre de 1871, junto a su jefe en el campamento. Todo transcurría en la más tranquila normalidad. Algunos insurrectos limpiaban sus armas y otros preparaban el machete de combate.

Muy temprano, ese día, el brigadier general Julio Sanguily sale del campamento acompañado por dos patriotas. Luego de una fatigosa marcha decide descansar unos minutos. Muy cerca de allí 120 jinetes españoles se percatan de la presencia de insurrectos en la zona de Matehuelo, en los potreros de Jimaguayú.

El general mambí se da cuenta de la proximidad de los soldados, pero cuando reacciona ya lo tenían rodeado. Luciano Caballero, uno de sus hombres, logra escapar y parte para comunicar sin demora el incidente.

Inmediatamente la tropa española, llena de regocijo, marcha hacia la ciudad de Camagüey con el prisionero. Los peninsulares tienen el propósito de mostrar a Sanguily como un gran trofeo y, posteriormente, fusilarlo a la vista de todos como un escarmiento.

Un mambí, Luciano Caballero, cabalgaba raudo en su corcel en sentido contrario a donde iban los españoles. Llega al campamento insurrecto y se lanza del caballo, aún con éste en marcha, para informar a El Mayor General Ignacio Agramonte de la detención del brigadier general.

En su libro Apuntes de Camagüey, Jorge Juárez y Cano describe el acontecimiento(2).

Ignacio escogió sólo los 35 jinetes que montaban mejores caballos y salió a batir la columna española, ordenando al capitán Reeve que le siguiera por el rastro.

Al llegar El Mayor a la finca de Antonio Torres divisó la retaguardia enemiga y moviéndose al grupo de valientes que le seguía, les dijo:

Y se dirigió al comandante Manuel Emiliano Agüero; con un gesto señaló la dirección de la columna y gritó:

El clarín tocó nuestra típica "carga al machete"; el pelotón siguió el penacho blanco de Agramonte, y momentos después aquel puñado de jinetes desorganizó la fuerza enemiga que, gallardamente ripostó, pero fue arrollada y fusilada por 10 rifleros que pie a tierra, apoyaron la carga de los camagüeyanos.

El joven escolta Aniceto Recio, cabalgaba muy próximo a Ignacio Agramonte. Blandiendo el machete penetra como un rayo en la columna española y derriba a varios soldados. Un disparó lo alcanza; queda tambaleándose encima de la bestia y agarrado a su crin.

Cercano a El Mayor combate como un león el sargento primero Ramón Bueno. Un proyectil lo hiere gravemente y lo derriba del caballo. Mientras que el cabo Francisco Montejo, Ordenanza de Agramonte, se lleva las manos al pecho y cae mortalmente herido.

El general Sanguily iba bajo la custodia del sargento Lorenzo Plan que lo apresó, y en medio de la refriega se quitó el sombrero gritando: "Viva Cuba Libre". Dicho sargento resultó muerto y Sanguily herido de bala en la mano derecha(3).

La fuerte columna española, del Regimiento de Pizarro, al mando del comandante César Matos, se debilita poco a poco y pronto va en desbandada. Los jinetes de la caballería de Agramonte sincronizaban sus movimientos "como si se tratará de un solo cuerpo"(4).

Sobre las tierras de la finca de Antonio Torres quedan algunos muertos, heridos y prisioneros españoles, así como muchos caballos, armas, municiones, equipos y otros botines de guerra. Los cubanos tuvieron un muerto y varios heridos, aunque al siguiente día falleció el sargento primero Ramón Bueno.

El rescate del brigadier general Julio Sanguily se inscribe entre las acciones más brillantes del Mayor General Ignacio Agramonte Loynaz, quien en el parte oficial, narró ese el encuentro bélico con una sencillez extraordinaria(5).

En la mañana del 8 de octubre salió del campamento el general Julio Sanguily. Sin escolta y sólo con dos hombres, cayendo en poder del enemigo, se componía éste de 100 hombres, montados del Batallón de Pizarro a las órdenes del Comandante César Matos.

Una hora después se me presentó en el campamento uno de los hombres que había salido con el general Sanguily, manifestándome lo ocurrido. Sólo con treinta y cinco jinetes bien montados podía contar en esos momentos para darle alcance al enemigo, y no había tiempo que perder, para hacer esfuerzos desesperados a favor de un jefe distinguido y un buen compañero.

Salí con ellos, logrando alcanzar al enemigo en la finca de Antonio Torres, cargué por la retaguardia al arma blanca, y a la invocación del nombre y a la salvación del general prisionero, los nuestros, sin vacilar ante el número ni ante la persistencia del enemigo, se arrojaron impetuosamente sobre él, le derrotaron y recuperamos el general Sanguily, herido en un brazo.

Pepelín Cañete, habla con mucho orgullo del santacruceño Aniceto Recio Pedroso(6).

En Santa Cruz del Sur lo recuerdan como al mambí héroe, un hombre sencillo; con un inmenso poder en sus brazos y en el corazón.

A los 21 años se incorporó al Tercer Cuerpo del Ejército Libertador y participó en una batalla contra una fuerza mucho más poderosa que aquellos 35 jinetes extraordinarios que lograron su propósito, y se ganaron un lugar en la historia de Cuba.

Él nació el 12 de agosto de 1847, en Palma Hueca, situado en esa época en el antiguo barrio de Buenaventura, en Santa Cruz del Sur. Sus padres eran descendientes de esclavos y se dedicaban a labores del campo.

Leonardo Depestre, considera que "la acción, por inesperada; y la carga al machete; por su violencia y tenacidad, desconcertaron a los españoles"(7).

El rescate de Sanguily causó admiración aún entre las tropas colonialistas y evidenció el irreductible espíritu combativo de los cubanos.

El Mayor demostró, con el rescate de Sanguily, que su caballería era capaz de competir con la mejor. Organizó su escuadrón para lograr una victoria segura. Contaba con el ejército regular más disciplinado.

Ya Ignacio lo había dicho en carta a su amada Amalia:

El Comandante del Ejército Libertador, Aniceto Recio Pedroso, el último superviviente del escuadrón más disciplinado de las tres guerras, se convirtió en uno de los principales protagonistas del Camagüey legendario.



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