Las mayores posibilidades que se le abren al rap cubano pasan por el autorreconocimiento del mestizaje como valor medular de un movimiento cada vez más amplio en número y que, al mismo tiempo, necesita ser cada vez más exigente.

No se trata tan solo de afirmar una corriente identitaria ni de la búsqueda de un apellido que conceda carta de ciudadanía a una cultura musical importada, sino de pensar y sentir el rap desde una perspectiva integradora, a tono con el verdadero sentido de su universalización.

Las proyecciones exitosas internacionales del ejercicio rapero insular no deben verse únicamente como resultado de un golpe de suerte o de aventajadas operaciones de mercadotecnia de algunas compañías discográficas: detrás y delante de tales alcances existen aventuras creativas y expectativas de recepción en las que hay que tomar en cuenta una manera de sumar al discurso central elementos muy diversos de la tradición y la actualidad sonora del país.

Si Orishas ha salido adelante, es porque marca una diferencia con la homogenización de lo que predomina en el mercado y aporta una nueva sensibilidad que se entronca con el pulso del boom sonero que ha vivido el mundo en el último decenio.

Un conocido crítico neoyorquino situaba la cercanía de Anónimo Consejo con los habituales consumidores del rap de los barrios populares de esa ciudad sobre la base de que

"... les hacen sentir que el lenguaje que defienden puede tomar un cauce independiente en la voz del otro".

Obsesión cumplió para el público californiano, según el SF Bay Reporter, porque

"... suman a la rebeldía natural del hip hop y a la asimilación de los patrones de los rappers más antiguos la dicción que tanto nos apasiona cuando escuchamos aquí a las orquestas de música tropical tradicional que logran venir de Cuba".

Sería saludable para el movimiento rapero cubano tanto no detener el oído exclusivamente en lo que pasa en los centros que marcan la evolución del género como no cerrarse en sí mismo.

De tal manera huiría de la mimesis, por una parte, mientras por otra se salvaría del dogma. Admitir los hallazgos de quienes no son raperos puros, como Edesio Alejandro y Equis Alfonso, equivaldría a establecer una noción más abierta de las potencialidades para un desarrollo original.

En la mente de los cultores y receptores cubanos de esta cultura musical está por abrirse paso una dimensión conceptual que sitúa el rap en las mismas coordenadas que determinaron una personalidad propia en el jazz. Si hoy se habla de jazz latino es porque el encuentro de ese complejo musical afronorteamericano con la música cubana se fundó en una base dialógica, de mutuos préstamos e interrelaciones. Pronto, estoy seguro, se hablará de rap cubano con la misma fuerza, en la medida que sepamos cuidar la diversidad de nuestro perfil mestizo.

Fuente: Granma Diario
http://www.granma.cubaweb.cu/secciones/comentarios/coment364.htm