Cuba

Una identità in movimento

Propagación del culto a los orisas en Estados Unidos. ¿Venganza de las divinidades africanas? (Parte II)

Jesús Fernández Cano



4. Gran número de obligaciones y prohibiciones

Para comprender este aspecto hay que pensar que cada orisa tiene sus gustos y preferencias, correspondiéndole un tipo de comida al tiempo que rechaza ciertos productos, una determinada forma de bailar, unos colores con que adornar tronos y fundamentos y que deben de ser de elección preferente a la hora de vestirse, y determinados animales y ofrendas. Ser "hijo" de un orisa implica seguir los preceptos y cumplir con las prohibiciones y mandatos, ya que de lo contrario acarrearía automáticamente pérdida del ashé, y por tanto algún tipo de desgracia. La prueba más dura a la que hay que someterse es la de la iniciación, la cual dura una semana aunque el proceso se alarga durante un año, y que salvo que el orisa que se recibe lo exima debido a las condiciones desfavorables, se deberá vestir de blanco y llevar la cabeza tapada después de haber sido rasurada en la iniciación, portar los collares recibidos, no dar la mano a nadie, comer en el suelo, estar en casa antes de la puesta de sol, no salir a divertirse, restringir las relaciones sexuales a un mínimo, no comer nunca más aquello que ha sido señalado en la iniciación, amén de las obligaciones de tipo religioso que comienzan tras la iniciación. Todo ello durante un largo año, tras el que después de tres rituales obligatorios, el iniciado podrá considerarse como verdadero religioso lucumí, es decir olorisa, u omo orisa (hijo de un orisa). A partir de entonces, no deberá comer ciertos alimentos, tendrá que evitar vestir algún color determinado, y hacer todo aquello que le fue recomendado en su itá, una de las ceremonias de la iniciación en la que se le interpreta el oráculo que le corresponde y se le habla sobre su pasado, presente y futuro. En este ritual de varias horas se le dan las directrices conforme a las que habrá de vivir desde entonces de acuerdo a lo que dicta su orisa personal, que ya lleva consigo en la cabeza o en los hombros. Prohibiciones son también las que se desprenden de los oráculos cuando aparece que no se deben de realizar ciertas acciones. Conscientes de que es peligroso e irresponsable no respetar las prohibiciones, los religiosos toman decisiones, o dejan de tomarlas, en función de lo que se les haya dicho en las consultas.


5. Aprendizaje largo, difícil y complicado

Esta una de las mayores dificultades con que se encuentran las personas que ingresan a la religión. Sólo aprenderse los mitos del panteón yoruba requiere esfuerzo y paciencia, ya que son muchos y además existen versiones diferentes. Sin embargo, son los complicados rituales lo que más dedicación requiere, al punto de que se dan críticas y discusiones acerca de su conocimiento y puesta en práctica entre religiosos que llevan varias décadas de iniciados.

Existen tantos rituales y exigen tal grado de aprendizaje, que solo es posible su adquisición si se tiene la suerte de tener en la familia religiosa alguien que tenga mucho conocimiento de ellos y esté dispuesto a transmitirlo. Cuestión aparte son aquellos rituales que son del dominio de ciertos especialistas y que quedan fuera del alcance del resto de los religiosos.

El lugar donde se realizan los rituales, quiénes participan, cuándo y cómo, el comportamiento a seguir, los bailes, la música, los sacrificios, los implementos utilizados, las canciones, las oraciones en lengua yoruba, vestimentas, prohibiciones, el orden en que se lleva a cabo cualquier ritual, los colores, frutas, y un largo etcétera, son de gran trascendencia para que tengan éxito. Solamente intentar comprender la composición de las entidades divinas que rodean a Olodumare, su jerarquía, experiencias, relación con el Ser Supremo y con los seres humanos, las diferentes manifestaciones o avatares, y sus enseñanzas a través de los odun que componen Ifá, exige un gran esfuerzo. Todo ello se debe ir aprendiendo gradualmente, con paciencia y constancia, que según uno de nuestros informantes puede llevar unos siete años hasta que se adquiere un conocimiento aceptable, aunque esto depende del interés que se ponga y de la enseñanza que se haya recibido, ya que hay santeros con tres años que saben mucho, mientras otros que llevan varias décadas saben menos. Todo este arduo aprendizaje sólo se consigue asistiendo a todas las celebraciones religiosas posibles, en las que habrá que observar y preguntar (el papel de los mayores es fundamental aquí). De nuevo, disponer de alguien dispuesto a transmitir el conocimiento es indispensable. El desconocimiento o la falta de respeto hacia la ortodoxia exigida en la realización de los rituales conllevará la falta de crédito o la pérdida de prestigio ante los demás religiosos, independientemente de que no se contentará a los orisas.

El caso de los babalawos representa el máximo de dificultad, puesto que al dominio de muchos rituales, debe añadirse el aprendizaje de la interpretación del oráculo de Ifá, lo cual implica intentar aprender los doscientos cincuenta y seis odun o letras del sistema, cada uno de los cuales comprende una serie de versículos o patakís, con lo que es fácil ver un babalawo que después de varios años de iniciado todavía continúa memorizando versículos. Esta costumbre está basada en las tradiciones africanas de transmisión oral, puesto que los babalawos disponen de todos los odun y versículos por escrito, y aunque la tradición obliga a memorizarlos, hay quien piensa que hoy en día no tiene sentido realizar tan gran esfuerzo.


6. Elevado coste económico

Suelen decir algunos lucumís sarcásticamente que esta religión es para ricos por el altísimo coste que supone su práctica. Si se acude a la tradición, se pone de manifiesto que este capítulo es una desviación de la religión, y que no existe ningún argumento convincente para que un creyente tenga dificultades para iniciarse o llevar sus prácticas a cabo con normalidad. Es muy común encontrarse con creyentes, que tras unos cuantos años de haber alcanzado el primer grado de iniciación, no tienen la posibilidad de "hacerse santo" o "coronarse" por falta de medios económicos. Bien es cierto que en teoría no es estrictamente necesario alcanzar ese nivel, ya que supone convertirse en sacerdote, pero todo el mundo sabe que es la aspiración de cualquier creyente y que se da una frustración si no se alcanza. Se alega que según la tradición es suficiente con pagar con un coco y dos velas, pero lo cierto es que existen unos precios más o menos estipulados, que para las personas con pocos recursos resultan una pesada carga. Hemos oído decir a alguien que necesitaba consultarse, pero que en las circunstancias en que se encontraba no podía permitirse pagar los veinte pesos (dólares) que costaba la consulta, y menos ofrecer un sacrificio, con lo cual se sentía desamparada. No obstante un oriaté o babalawo que sea buen religioso atenderá a una persona con problemas aunque no tenga dinero.

Lógicamente, la religión en Florida y Estados Unidos se ve imbuida por la cultura que la rodea, y en este caso el materialismo y la comercialidad la impregnan hasta convertir el aspecto económico en uno de los más desagradables. La puesta en práctica de la religión se ve influenciada por la mayor disponibilidad económica de este país, y por tanto, vestidos, tronos, las soperas que contiene los fundamentos religiosos, los adornos, y todos aquellos implementos usados en la práctica religiosa, suelen ser vistosos y sobre todo caros, dándole una imagen a la religión que poco tiene que ver con su origen africano, donde en lugar de cerámicas de China se empleaban calabazas y recipientes de barro. Es necesario entrar en el cuarto religioso de un creyente lucumí en Estados Unidos para apreciar el lujo que van aplicando a sus implementos religiosos y por tanto el dinero que invierten en sus prácticas.

No obstante, el mayor gasto para un lucumí suele ser el de la iniciación, que dependiendo de qué santo u orisa sea el que se va a recibir, puede llegar a costar hasta doce mil dólares si se trata de Eleguá. Ello es debido a que los rituales se prolongan durante una semana (algunos lo acortan por problemas de trabajo) en los que participan varios santeros y babalawos, a los que hay que pagar sus derechos, darles de comer, invitar a otros religiosos y amigos a los que se ofrecen comida y bebida, ofrecer sacrificios, comprar ropas e implementos religiosos, y muchas cosas más. Todo esto supone un elevado coste que no todo el mundo es capaz de desembolsar.

Dos cosas hay que señalar en defensa del elevado coste que supone la práctica de esta religión:

  1. aunque sus practicantes no sean muy conscientes, uno de los valores de la cultura yoruba ha sido siempre la esplendidez. En efecto, cuando se asiste a una ceremonia lo que más llama la atención es la abundancia de todo, hasta dar la sensación de que la sobriedad es una falta grave.
  2. Como la relación con la religión es tan profunda, sus practicantes, como nos dijo uno de ellos, quieren mostrar que el bienestar económico que consiguen, son capaces de volcarlo en la parte material, de ahí el lujo que generalmente se observa. entre los lucumís de Estados Unidos.

En cualquier caso, el asunto del coste de la religión en cuanto a la iniciación y los derechos a pagar por las consultas y los servicios, es uno de los que más enturbia la credibilidad de la religión lucumí. Esta faceta, junto al mal uso que se hace del poder, la desacredita al tiempo que pone de manifiesto cómo muchas personas inescrupulosas hacen uso de ella aprovechándose de la buena fe de otras, mostrando así un cuadro en el que se pone de relieve la corrupción moral que a menudo muestran muchos cubanos como consecuencia de la situación deplorable que les ha tocado vivir.


7. Incomprensión de la sociedad

La sociedad cubana siempre se mostró ambivalente con respecto a las religiones de origen africano practicadas en la isla. Por un lado se las calificó en general como primitivas y producto de la ignorancia y la superstición, idea proveniente de la interiorización de una mentalidad europea que se creía muy superior a las culturas africanas. Por otro, se acudía a los "brujos" en busca de cualquier remedio para los problemas físicos, económicos, morales, sentimentales, de justicia, etc. Incluso las élites blancas tenían cierto respeto y curiosidad hacia unos poderes desconocidos y temidos, aunque mostrasen desprecio para creencias y prácticas de una clase social considerada inferior. No en vano muchos de ellos fueron criados por sirvientes negras que los dormían mientras les contaban historias relacionadas con su religión y cultura. Lo que queremos decir es que por mucha incomprensión que hayan podido demostrar los cubanos hacia la religión lucumí, todo el mundo había escuchado historias que hacían referencia a la efectividad de los "trabajos" realizados por personas que practicaban alguna de las religiones originadas en África o el espiritismo. Muchos estaban familiarizados con las figuras más conocidas del panteón yoruba, habían asistido a la celebración de algún tambor, o bien habían acudido a un babalawo o a un santero(a) de reconocido prestigio para que le solucionara algún problema. Si la cosa era muy grave y se pensaba que la "brujería" era la mejor solución, se solicitaban las artes de un palero, cuya religión de origen bantú ofrece la posibilidad de emplear la magia negra por medio de un espíritu con el que se a pactado para utilizarlo en beneficio propio o de otros.

Otra cosa muy distinta es el cuadro con que se encuentran los lucumís en Estados Unidos, en donde una cultura impregnada de protestantismo fundamentalista percibe la acción del demonio en cualquier lugar y ocasión. A pesar de que las primeras líneas de la primera enmienda de la Constitución de Estados Unidos se refieren al derecho a la libertad religiosa, un conocido abogado lucumí de Hialeah, Miami, tuvo que pelear ante los tribunales, en un proceso aireado por la prensa del país, para conseguir el derecho a sacrificar animales al igual que islamitas y judíos. Claro está que para la mentalidad anglosajona, es difícil de digerir que regularmente aparezcan ciertos envoltorios, despojos de animales, frutas, etc., en el campo, los ríos, las playas, líneas de ferrocarril y otros lugares. Al final se consiguió el derecho a sacrificar, y una brigada especial de Miami-Dade tiene que pasar por ciertos lugares periódicamente y recoger lo que depositan los santeros. Esa puede ser la parte molesta para el resto de la sociedad, porque las ceremonias se llevan a cabo en las casas particulares, excepto cuando se alquila algún salón con más capacidad para celebrar algún evento, siendo la música de los tambores el único indicador de que se trata de una ceremonia religiosa. Fuera de esto, lo lucumís no se dan a entender en ningún sentido, no hacen proselitismo y llevan a cabo su práctica en la privacidad, aunque durante el año de la iniciación suelen ir vestidos de blanco, algo que en una sociedad como la norteamericana, donde casi nadie anda por la calle, tampoco suele ser frecuente encontrarse con un iyawó o iniciado.

En nuestra opinión, esta religión es incomprendida no porque se canta y se baila o se entra en trance (algunas denominaciones protestantes también lo hacen), no porque se sacrifican animales, puesto que islamitas y judíos también los llevan a cabo. Creemos que la explicación radica en que es una religión de origen africano, es decir de negros a quienes se ha considerado como inferiores. La presentación insultante y llena de prejuicios y falsedades con que Hollywood ha tratado el tema (como en la película The Believers), explotando una imagen de primitivismo y barbarie, con el fin de alimentar el morbo de una sociedad necesitada de sensaciones fuertes que le hagan salir de su monotonía, o el tratamiento que suele dar la prensa a esta religión, ponen de manifiesto la incomprensión de la sociedad. Esta actitud, fomenta la percepción negativa de la sociedad hacia una religión que para colmo practica el secreto, con lo cual ofrece argumentos a quienes quieren ver en ella una obra demoníaca, visión muy acorde con el espíritu protestante más intransigente.


8. Ambiente enrarecido

Lo primero que se percibe al acercarse a la religión lucumí es que a pesar de la acogida favorable, existe una barrera que no permite conocer lo que sucede en su interior. Sobre este capítulo se podría escribir largo y tendido, por lo que vamos a hacer referencia a algunos de ellos de forma escueta.

El secreto es algo que se manifiesta desde el primer momento, y que si bien es atribuible a la tradición de las sociedades secretas africanas y a la actitud defensiva que se vieron obligados a poner en marcha los lucumís en la sociedad esclavista, hoy en día no tiene tanta razón de ser fuera de los rituales que por tradición han hecho uso de él, a no ser que se esté empleando por otros motivos que nada tienen que ver con la religión. Es así cómo algunos desaprensivos se escudan tras la excusa del secreto para no enseñar la religión a sus ahijados, con el fin de mantenerlos ignorantes y dependientes de ellos, con lo cual se aseguran visitas constantes, y por supuesto el pago de los derechos correspondientes. Ello sin contar con el mecanismo de poder del que disponen sobre sus ahijados y consultantes, que en un medio difícil para los emigrantes puede suponer una forma de compensación a la posible pérdida de autoestima debida a los efectos negativos del ámbito migratorio.

Los aspectos económicos sobrepasan al posible abuso de algunos padrinos sobre sus ahijados y consultantes ajenos a la religión. Alrededor de la religión lucumí giran toda una serie de actividades de las que surgen intereses económicos importantes. Un religioso que ha sido iniciado se convierte en sacerdote de la religión, y al exigir ésta mucha dedicación y tener un elevado coste, frecuentemente surge la tentación de pretender hacer de ella un modo de vida. Lo que ocurre en esta religión es que al no estar institucionalizada, y por tanto no disponer sus especialistas de un salario que les permita vivir de la religión, y al ser Estados Unidos un país con un elevado coste de vida, resulta difícil sobrevivir si no se tienen ingresos asegurados. Así, las dificultades aparecen si no se es llamado suficientemente para participar en los rituales (en los que se debe ser remunerado), o el número de consultas y trabajos realizados no dan para pagar las cuentas, o "billes", que genera una sociedad tan consumista como es la norteamericana. En este contexto, la ocasión está servida para que se den todo tipo de triquiñuelas y malas artes con el fin de mantener dependientes a las personas que requieren de los servicios religiosos. Con esto tampoco pretendemos decir que esta actitud esté generalizada, pero sí se escucha que se dan bastantes abusos.

Uno de los aspectos más negativos que muestra la religión, es la aparición en escena de una serie de personajes involucrados en actividades delictivas. Es conocido que tanto en Cuba como en Estados Unidos han ingresado en la religión personas que ya se dedicaban al narcotráfico, o que bien han pasado a practicarlo como forma de obtener ingresos fáciles. Es conocido el hecho de que hay santeros y babalawos en la cárcel debido a sus actividades con el narcotráfico. Este hecho, junto con el secreto, las formas africanas, los abusos en el aspecto económico, los sacrificios, y la mala imagen ofrecida por los medios de comunicación, realimenta la desconfianza de la sociedad hacia la religión lucumí y sus practicantes.

De este modo, cuando una persona se acerca a un padrino o madrina, y por tanto a una casa religiosa, es necesario que sienta un ambiente cordial y honesto que le permitan tomar confianza y fijarse en la parte positiva de la religión. Lo que suele ocurrir con frecuencia, y más en los últimos tiempos en que se acercan a la religión personas de otros ámbitos culturales, es que la aproximación se realiza como consecuencia del padecimiento de dificultades. Por esta razón, estas personas se encuentran psicológicamente debilitadas y por lo tanto son propicias para que se de con ellas una cierta manipulación con vistas a obtener de sus necesidades un beneficio económico.

Otro de los aspectos negativos que se perciben son personalismos y afán de poder, que aparecen en ciertos religiosos que intentan erigirse como representantes y organizadores de la religión, o al menos en desempeñar un papel preponderante entre los religiosos. Aquí la cosa es más difícil, porque como ya se explicó, se funciona por medio de familias o casas religiosas que prácticamente se mueven con plena autonomía, aunque el resto de los religiosos sepan más o menos cual es su forma de actuar. Los diferentes intentos de organizarse y poner cierto orden en la religión han resultado un fracaso, precisamente por ese afán de protagonismo y por cuestiones personales entre religiosos, ello sin contar con una actitud muy cubana de negarse a perder la independencia y autonomía de que gozan en el ámbito de su casa religiosa. Otro de los lamentables problemas que se perciben es el rechazo por parte de muchos santeros(as) hacia los babalawos, algo que viene de lejos y que tiene un origen diverso. Para comenzar, lo babalawos son poseedores del mayor conocimiento y son imprescindibles para muchas ceremonias, consultas o para entregar ciertos atributos. La escasez que se dio en Cuba de estos especialistas (en Brasil desaparecieron), el hecho de mostrarse arrogantes algunos de ellos por su mayor conocimiento, o el rechazo que muchos gays sienten por ellos (los babalawos no pueden ser gays), y algunos babalawos por los gays, ha conducido a que muchos santeros(as) prescindan de sus servicios y usurpen algunas de sus funciones, con lo cual se genera un ambiente desagradable que emite una imagen de desunión y poca seriedad.

Estos son algunos de los problemas más importantes que arrastra la religión y que enrarecen el ambiente, al punto de que algunos religiosos prefieren practicar la religión en su casa, evitando así exponerse a las consecuencias que de ellos se derivan, y deciden no participar en ceremonias comunes. Alguien que se acerca a la religión puede que no sepa exactamente que está ocurriendo, pero sí percibe algo extraño en el ambiente al observar actitudes y comportamientos, que de momento no puede explicarse, pero que resultan llamativos en un medio supuestamente religioso.


Y a pesar de ello...

Pues sí, a pesar de todo sigue habiendo muchas iniciaciones, lo cual nos conduce a pensar que la religión lucumí debe necesariamente cubrir una serie de necesidades y ofrece algunas satisfacciones. Hay que aceptar las formas africanas, lidiar con la incomprensión de la sociedad, sortear abusos, manipulaciones e intentos de protagonismo, realizar un gran esfuerzo económico, y no dejarse impresionar por el secretismo impuesto y la mala fama que muchos supuestos religiosos han proporcionado a la religión. El que lo consigue y llega a la esencia de esta religión, se encuentra con algo que le llena su vida, con una creencia que le muestra el camino a seguir hasta conseguir que su espíritu se divinice saltándose todos los obstáculos que va encontrando en la vida. En ese proceso se familiariza con espíritus y divinidades y aprende de las experiencias que ellos tuvieron, entablando una relación personal con una de ellas a la cual podrá consultar siempre que lo desee, no sin cumplir siempre sus preceptos y consejos ofrecidos mediante los oráculos. Aprenderá que esta vida es sólo un trámite y que tiene reservada una eternidad mucho más elevada conforme progrese espiritualmente tras las reencarnaciones necesarias.

No es fácil, sin embargo, el trayecto que hay que seguir para convertirse en un buen olorisa. El aprendizaje será costoso y requerirá mucha dedicación, pero a cambio se encontrará sumergido en una creencia en la que es posible el contacto directo con unas divinidades conceptualizadas como energías de la naturaleza que hacen funcionar el mundo. Habrá que aprender a propiciarlas, a compenetrarse con ellas, a buscar sus favores, a canalizar sus efectos, pero sin olvidar que todas esas energías son expresiones o manifestaciones de un Ser Supremo, Olodumare, que todo lo dirige.

El contacto con todas esas fuerzas o energías es lo que proporciona cierto poder a los ya iniciados, que pueden verse tentados de emplearlas para fines que no son correctos. Una creencia tolerante y no proselitista como ésta, advierte que cada persona tiene la libertad de actuar a su antojo, pero que si no se rectifica, el castigo será aplicado puntualmente. Sobre este tema, los lucumís siempre tienen historias ilustrativas que ejemplifican el incumplimiento de las normas. No obstante, como ha ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad, muchos lucumís incurren en dos faltas comunes: el empleo de la religión para fines no religiosos, y la antropomorfización de ésta.

Aparentemente, no parece ser Estados Unidos un lugar muy propicio para convertirse en lucumí o santero. Aunque visto de una forma positiva, quizá el hecho de sufrir una sociedad tan materialista, fomenta el que los cubanos, y también otros latinoamericanos, encuentren en la santería, no sólo el fortalecimiento de su religiosidad, sino el gran apoyo psicológico que supone sentirse parte de un grupo con el que identificarse. Muchos de los eventos y ceremonias, además de su parte religiosa, ofrecen una ocasión perfecta para socializar, divertirse y sentirse parte de una cultura que se niega a dejarse engullir por el mundo anglosajón. Si eso es bueno o malo, cada quien debe decidirlo por sí mismo. Uno no se olvida fácilmente de su cultura, sus costumbres, la forma de comprender el mundo y de relacionarse con los demás. Si a todo ello añadimos la parte espiritual y religiosa, que como es sabido es el mejor refugio en tiempos de dificultades, podemos entender mejor cómo una religión como la lucumí resulta funcional para muchas personas. Esta religión ofrece resultados y respuestas instantáneas por medio de los oráculos, permite obtener ayuda de la red religiosa a la que se pertenece, proporciona identidad y un espacio para autoreivindicarse y ser reconocido, y como extra, permite socializar y hasta entretenerse con los aspectos lúdicos de ciertas ceremonias.

Resulta evidente a todas luces que los practicantes lucumís están en la religión por su propia voluntad, ya que nadie ha tratado de convencerlos para que ingresen en ella. Más bien son ellos los que tienen que poner bastante esfuerzo e interés para convertirse en santeros. Pudiera parecer según lo expuesto anteriormente que existen demasiadas cosas negativas que rodean esta práctica. Ciertamente hemos conocido algunas personas que la han abandonado, e incluso han pasado a formar parte de alguna iglesia fundamentalista. Sin embargo, nuestra experiencia es de que las personas que la practican se encuentran muy realizadas, satisfechas y seguras de su religión, además de mostrar un espíritu muy tolerante con respecto a otras creencias.

Ser lucumí o practicante del culto a los orisas, parece significar en primer lugar, tener comunicación y acceso directo con las divinidades, y a través de los oráculos, disponer de la capacidad de solventar los problemas cotidianos de la vida, y eso significa resultados inmediatos, en contraposición a la idea del cristianismo de sufrir aquí para ser compensado en la otra vida. También ofrece esta religión la posibilidad de acercarse en esta vida a la vida del más allá, comprendiendo mejor la gran incógnita que ha producido siempre en los humanos lo que ocurre después de la muerte. Por último, a los lucumís se les brinda la oportunidad de ser ellos mismos sacerdotes de la religión, y aunque existen jerarquías, no se da un orden tan severo como en otras religiones. Si a todo ello se añade la ausencia de grandes dogmas, nos encontramos con una creencia que podríamos entender como más humana por ser más asequible a sus practicantes.

Todas estas razones pueden explicar el motivo por el que esta religión se va extendiendo en una sociedad dominada por la modernidad. En las leyes fundamentales del país se plasma un espíritu de respeto a la diversidad que en la práctica no resulta fácil de conseguir. Es esa posibilidad que permite la ley de llevar a cabo una actividad religiosa, siempre que se respeten las normas culturales, la que permite a los lucumís expandir su religión por todo Estados Unidos. Una religión que se muestra capaz de explicar el mundo y el más allá a personas inmersas en la sociedad más avanzada del planeta, y que gracias a su carácter pragmático y utilitario, ayuda a solventar los problemas y necesidades de sus practicantes. En un país que va despojándose del lastre del racismo y la discriminación poco a poco, en el que todavía existe el lamentable KKK, aunque se mueva en la sombra y en forma minoritaria, la expansión de la religión lucumí puede parecer como si los orisas africanos se estuvieran tomando la revancha para compensar la tremenda injusticia perpetrada contra sus hijos. Resulta irónico que sea en el país que mantuvo leyes segregacionistas con los negros hasta los años sesenta, donde se de una expansión espectacular del culto a los orisas y ancestros, del cual la religión lucumí solo es una versión más. Este hecho no llama la atención a los babalawos, quienes aseguran que en uno de los odus del cuerpo de conocimientos de Ifá se habla de la expansión de la religión de los orisas al otro lado del Atlántico.

A pesar del éxito aparente de la expansión, no por ello dejan de darse fuertes presiones que la ponen a prueba. La llegada masiva de nuevos creyentes, muchos de los cuales no son cubanos, la influencia de otras religiones y creencias, la desunión entre los lucumís, la "modernización" de la religión imprimiéndole un aspecto más acorde con esta sociedad, así como la influencia, a veces no muy positiva, que ejerce la literatura que aparece sobre la religión, son aspectos que la tienen en jaque obligándola una vez más a demostrar su capacidad para sobrevivir en circunstancias adversas.

Hasta la fecha, los "humildes" orisas africanos han demostrado su capacidad de supervivencia fuera de su entorno natural. En Estados Unidos, la religión lucumí tiene que competir en el mercado religioso con otras creencias que están más conectadas a la modernidad, y por tanto resultan más digeribles para la cada vez más uniforme y pragmática mentalidad del mundo occidental. El reto es grande. ¿Lo conseguirán en el futuro, o se trata de que las dificultades inducen a buscar apoyo en una religión de estas características? ... Quizá un babalawo encuentre una explicación entre los patakís de alguno de los odus.


Parte I — Parte II


    Jesús Fernández Cano
    es Antropólogo social por la Universidad de Costa Rica
    y doctorando en la UNED
    (Universidad Nacional de Educación a Distancia), España.



Fuente: http://www.cecta.net/editorial.htm


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