Cuentan que alla por el año 1513 el extraordinario conquistador español Don Panfilo de Narvaez recorrió la comarca situada a orillas de la desembocadura del río Mayabeque, cerca de Batabanó, y a la que los indígenas cubanos llamaban Habana. A principios de 1514, y siguiendo la vía de exploración y colonización de la isla por su costa sur, es fundada en esa misma zona por orden del conquistador y adelantado de Cuba, Don Diego Velázquez Cuéllar, la villa de San Cristóbal de la Habana. Cuatro años después, y debido a la insalubridad de la zona y la peligrosidad de la navegacion, los cincuenta colonos que habitaban la villa se trasladan, en 1518, a la costa norte y se instalan a orillas del río La Chorrera, conocido hoy como Almendares, muy probablemente en la zona que hoy conocemos como Puentes Grandes. Un año después, en 1519, pasan el emplazamiento definitivamente al puerto de Carenas, al amparo de la excelente bahía de 200 kilómetros cuadrados de aguas contenidas tras un estrecho canal de un kilómetro de largo por 200 metros de ancho. Segun cuenta la tradición, los vecinos se reunieron al cobijo de una frondosa ceiba para celebrar la primera misa y el primer cabildo de la villa.
En sus inicios San Cristóbal de la Habana no era mas que un aglomerado de rústicas cabañas de paja y madera; sus primeros moradores se dedicaron a la agricultura y la ganaderia. Para 1537 se construye la llamada fortaleza vieja, un fuerte de madera que tenia por objetivo defender a los habitantes de la villa de los ataques de piratas que se iban haciendo frecuentes. Cuba, que habia quedado algo olvidada para la metropolis española al no poseer las riquesas en minerales preciosos como México o Perú, comenzó a tener importancia, y en especial La Habana, al descubrirse la corriente marina que sería más tarde conocida como Corriente del Golfo y que era muy favorable para el retorno a España de las flotas cargadas con las riquezas extraidas del continente. Por otro lado, el puerto de La Habana era ideal para resguardar las flotas del ataque de piratas y corsarios mientras esperaban el tiempo climático favorable para regresar a Europa. Es así como la villa convierte su economía en producción y servicios para abastecer a las flotas que arribaban a ella. Ya para 1553 pasa a ser de hecho la capital de la isla al trasladar su residencia a ella, desde Santiago de Cuba, el gobernador de la isla, dando comienzo con ello al declive del resto de las villas de la isla, a tal punto, que al imponerse La Habana como enclave principal de las rutas marítimas del imperio español, la historia de Cuba se confunde con la historia de La Habana.
En 1555 el pirata francés Jacques de Sores atacó la villa arrazandola casi por completo, destrulló la fortaleza vieja, así como las cosechas, ejecutó cuanto esclavo encontró a su paso y decenas de vecinos fueron degollados. Esto hizo que los posteriores gobernadores se dedicaran preferiblemente a la fortificación de la villa. Desde la primera mitad del siglo XVI los nacientes astilleros habaneros fabricaban navíos y daban mantenimiento a los buques que llegaban a puerto; con la implantación del sistema de flotas y galeones en la década de 1560 se inicia en grande la construcción naval. En 1568 comienza la construcción del Castillo de la Real Fuerza, concluyendolo en 1589. En 1582 se concluye la aduana, el primer edificio de piedra de la villa.
Los ataques del corsario Drake y de otros piratas impusiéron la necesidad de levantar nuevas defensas, para lo que se requirió al ingeniero italiano J.Antonelli que planeó el castillo de San Salvador de la Punta y el castillo de Los Tres Reyes del Morro a ambos lados de la entrada a la bahia en 1590. Posteriormente se edificaron los torreones de La Chorrera, Cojímar, San Lázaro y Bacuranao.
El 20 de Octubre de 1592 San Cristóbal de la Habana se convierte en ciudad y recibe los títulos de "Antemural de las Indias Occidentales" y "Llave del Nuevo Mundo" y quince años más tarde, el 8 de octubre de 1607 y mediante Real Cédula se declara oficialmente a La Habana Capital de la colonia.
A principios del siglo XVII exitían en Cuba 1027 indios de un total de 12.707 habitantes, según datos del obispo Fray Juan de las Cabezas Altamirano. Finalmente, en 1631, gran parte de la población india de La Habana fue concentrada en las tierras de Guanabacoa.
En 1674 se inicia la construcción de la muralla de La Habana convirtiendola en la mejor ciudad resguardada de la América española. En 1728 se inaugura la Universidad de La Habana con las cinco facultades clásicas de la época: arte y filosofía, teología, cánones, leyes y medicina.
El 6 de junio de 1762, y como consecuencia de la guerra que mantenía España con Inglaterra, aparecen frente a la fortaleza de los Tres Reyes del Morro las velas de la escuadra británica. Los ingleses ocupan La Habana no sin esfuerzo y hostigados por los vecinos de la ciudad, en especial por un grupo de 200 campesinos al mando del alcalde de Guanabacoa, José Antonio Gómez, quien pasó a la historia con el popular nombre de "Pepe Antonio". Después de ocho meses de ocupación, el 10 de febrero de 1763, España e Inglaterra, firman el tratado conocido por "Paz de París" en la que se decide entregar a los ingleses La Florida a cambio de La Habana.
Ante la evidencia de que las defensas existentes no evitaron la ocupación de la ciudad por una fuerza enemiga, el propio año 1763 comienza la construcción de la fortaleza de San Carlos de la Cabaña bajo la dirección de Silvestre Albarca y Pedro Medina. Concluída en 1774, se estiende a lo largo de 700 metros sobre las alturas que se elevan a lo largo del canal de entrada a la bahía. A pesar de su necesaria construcción pronto quedó obsoleta y jamás pudo demostrar su eficacia, a lo largo de su historia ha servido como cuartel militar, carcel y museo. Pero para los habanero San Carlos de la Cabaña ha brindado una función más de tradición que militar, ya que desde sus murallas se lanzaba un cañonazo al anochecer para avisar a los habaneros que las puertas de la muralla se cerraban hasta el siguiente día, costumbre que se mantiene hasta hoy, anunciando a la población de La Habana que son las nueve de la noche, y esto a pesar de que ya no hay puertas que cerrar y que la extensa muralla que bordeaba la ciudad fue derribada en 1863.
No es necesario decir que la historia de una ciudad como San Cristóbal de La Habana está colmada de personajes que fueron muy importantes en lo político, en lo militar, en lo eclesiástico y en lo social; pero solo voy a referirme a dos de sus habitantes que jugaron un papel muy importante; uno en el desarrollo urbanístico de la ciudad y el otro en el desarrollo de la identidad cubana, la educación y también en obras urbanas. El primero de ellos fue el ingeniero Don Francisco de Albear y Fernandez de Lara, que nació el 11 de enero de 1816 en el castillo de Los Tres Reyes del Morro donde su padre, el coronel de infantería Don Francisco José de Albear, era Gobernador Comandante. Apenas con diez años comenzó su carrera militar; en 1835 se marcha a estudiar a España donde se graduó de ingeniero en 1838. En 1840 combatió en las luchas finales de la guerra carlista; realizó un viaje de estudio por varios paises de Europa y regresó a La Habana en 1845.
En 1846 fue nombrado Director General de Obras Públicas de la Real Junta de Fomento desde la cual intervino en más de ochenta obras entre las que destacan los puentes "Conde de Alcoy" sobre el rio Luyanó y "Puentes Grandes" sobre el rio Almendares; también en calles y avenidas como Concha, Vives o Luyanó. Se ocupó de instalar las primeras lineas telegráficas, construyó más de 60 edificios, destacando entre ellos la Lonja del Comercio. Pero su principal obra llegaría después de 1855 cuando fue nombrado presidente de la comisión encargada del estudio para abastecer de aguas potables a La Habana, y ya en 1856 presenta su estudio titulado "Memoria sobre el proyecto de conducción a La Habana de las aguas de los manantiales de Vento", haciendola realidad más tarde con una monumental obra de ingeniería que es conocida por los habaneros como "Acueducto de Albear". El 23 de octubre de 1887 fallecía con 71 años de edad.
El segundo personaje nació en Arróyabe, cerca de Vitoria, país Vasco, España, el 20 de Abril de 1756 y sería inscrito con el nombre de Juan José Díaz de Espada Fernandes y Landa. A los 26 años inició su carrera eclesiástica; en 1792 fue nombrado Previsor y Vicario General de la Abadía de Villa Franca y el 11 de agosto de 1800 fue nombrado Obispo de San Cristóbal de la Habana por el Papa Pio VII. Debido a la guerra entre España e Inglaterra no pudo viajar a ocupar su sede hasta pasado un año y medio, cuando concluyó la contienda; arribó a La Habana el 25 de febrero de 1802. El 18 de marzo de 1803 emitió el "Edicto de las campanas" que establecía el mismo número de toques de campanas para todas las personas, ricas o pobres, a la hora del funeral, eliminando así una vieja costumbre que marcaba las diferencias entre ricos y pobres aún después de muertos.
Una de las principales preocupaciones del obispo fue eliminar la vieja costumbre medieval de enterrar a los muertos en las iglesias, lo que suponía un verdadero foco de infecciones y un peligro para la salud de los habitantes. Por este motivo promovió la construcción del Cementerio General de La Habana el cual inauguró en febrero de 1806 y que hoy es conocido como "Cementerio de Espada". Promovió la creación de la Junta de la Vacuna, con el objetivo de vacunar a la población contra las enfermedades combatibles en ese momento. Cuando fue nombrado director de la Sociedad Económica de Amigos del País intervino en innumerables obras como la creación de la Escuela Nautica de Regla, el Jardín Botánico de La Habana, la Escuela de Agricultura, la Academia de Pintura de San Alejandro, la Escuela de Parteras de Paula, entre muchas otras.
La constitución aprobada por las Cortes de Cádiz llega a Cuba en 1812 y para 1814 Espada es elegido diputado por Cuba, pero para este tiempo España expulsa a los franceses de su territorio y retorna Fernando VII al trono, quien desaprueba la constitución y restaura el absolutísmo; esto deja al obispo y a los otros partidarios del liberalismo en una situación comprometida. En abril de 1820 el rey Fernando VII es obligado a jurar la constitución de Cádiz y en La Habana el obispo, junto al Capitán General, preside el acto de solemnidad constitucional y abre la Cátedra de Constitución con el objetivo de inculcar al pueblo los valores constitucionalístas, llevado a cabo por otro conocido personaje en la historia de Cuba, el padre Félix Varela y Morales. En 1823 cáe el régimen constitucional en España y el rey vuelve a implantar el absolutísmo; nuevamente la situación de los constitucinalístas se vé comprometida y el 31 de mayo de 1824 llegaban a La Habana las reales órdenes de destitución del obispo Espada.
El Capitán General, Francisco Dionisio Vives, envió una carta al rey explicando el delicado estado de salud del obispo y de que podía confiar plenamente en él. La orden de destitución fue revocada y el Capitán General queriendo homenajear a Fernando VII en nombre de la fiel San Cristóbal de la Habana encarga la construcción de un monumento en su honor; en esto intervino el obispo quien mandó a construir junto a la legendaria ceiba donde había sido fundada la ciudad una réplica del monumento del "Arbol de Guernica", antigua sede de las juntas de Vizcaya, que celebraban sus sesiones junto a un célebre roble. Más que un homenaje, la construcción de lo que hoy conocemos como "El Templete" fue un monumento contra el absolutísmo. Espada había nacido en el país Vasco, la única zona de España donde los distintos reyes juraban ante el Arbol de Guernica respeto a los fueros autonómicos vascos, era en definitiva, el único lugar de España con libertades colectivas frente al absolutísmo borbónico. El monumento se inauguró el 19 de mayo de 1828. Dos años más tarde, el 24 de mayo de 1830, Espada sufre un ataque de apoplejía que lo mantendría postrado en una cama hasta su muerte, acaecida a las tres de la tarde del 13 de agosto de 1832.
El desarrollo de San Cristóbal de la Habana se aceleró con la independencia de la isla del dominio español, como capital de la nueva nación. Pero eso es ya otra historia, por ahora nos quedamos con sus viejas edificaciones, sus castillos, sus iglesias, sus monumentos, con la hospitalidad y, ¿por qué no?, con ese sentimiento de sana superioridad que significa para sus hijos el ser "habaneros". Como le cantara un trovador:
La Habana, paraíso encantado, La Habana, princesita del mar...