Cuba

Una identità in movimento


"La princesa descalza". Cuento de Mario Quiroga Fernández

Mario Quiroga Fernández


¿Quien soy?... ¿De dónde vengo? Llevo años preguntando cómo esclarecer mi identidad...

Sé que soy una bruja, a mi modo siempre lo he sabido... A veces soy feliz, otras infeliz, contenta y triste... Soy un atardecer que perdió su amanecer... pero estoy viva, puedo querer a los demás, sentir... y además soy una mujer apasionada.

Pero, ¿quién soy? Desde pequeña me pregunto si soy hija de un duende travieso que me colocó en una cuna del hospital materno, de una hechicera que me dejó abandonada en el camino, o una hija más de dios, igual que mis semejantes... Después de muchos años bregando para llegar a la verdad, sólo he descubierto que la vida reclama mucho de mí, nada sobre mis orígenes.

Hoy estoy muy nerviosa... esa pitonisa de quien tanto me han hablado, a quien me costó tanto contactar y con quien tengo cita hoy, me dirá lo que he querido escuchar durante años. Prepárate, Estela, ¡hoy es el día!

Todo estaba preparado hasta el último detalle, la adivinadora más famosa de la isla de las palmas, tenía una entrevista con Estela. Se hallaban sentadas sobre una alfombra, frente a frente, todo podía suceder.

La adivina era una señora de más de cien años, con cabellos de color rojo intenso, gafas negras, unos aretes muy peculiares de los que colgaban dos lechucitas que miraban sin parpadear. Traía consigo una jaula donde venía un gatito negro y un cachorro de pekinés. A su izquierda, una pecera con dos peces poco vistos de color fresa; a su derecha, una enorme copa de metal dorado con inscripciones en arameo. Frente a ella, un juego de cartas con imágenes de seres de leyenda y figuras geométricas.

    — Vamos a comenzar — dijo Mariana con voz serena.

    — A ver joven — la interrogó la adivina, barajando el mazo de cartas y rezando entre dientes una misteriosa oración, al tiempo que daba golpecitos en el borde de la copa —, usted quiere saber cuál es su verdadera familia, ¿no es así?

    — Sí, cuénteme todo, estoy lista a enfrentar mi pasado, sea cual sea...

La anciana se quitó las gafas. Su mirada profunda la escudriñó, siguió como buscando respuestas, paseando su vista del pekinés al gato, a los peces... Tomó un trozo de pergamino, una pluma de cisne y la mojó en un tintero que salieron de la nada.

    — Dígame sus apellidos, para anotarlos...

    — Fernández Gonzáles... son los que me pusieron al nacer, no son los verdaderos.

    — Bien, ahora lo pondremos un minuto en la jaula de los animalitos — al ponerlos, las mascotas brujas miraron fijamente el papel.

    — Ya pasó el minuto, dígame... — dice impaciente Estela.

    — Ten calma, ellos tienen que reconocerte... Recuerda que debe haber muchas Fernández Gonzáles. Mientras tanto conversemos, dime, ¿te consideras una mujer afortunada? ¿Tienes amigos?

    — Modestamente, sí... amigos sinceros hay pocos, pero tengo la dicha de tener los imprescindibles para ser feliz y poder brindar por la amistad.

    — Me parece bien. Ahora dejaré caer el pergamino en la pecera — el papel desapareció al tocar el agua —, mientras cortas las cartas en tres, así, muy bien, entrégamelas, veremos que dice aquí. Salen tres cartas regentes: Abre la tirada la reina descalza, le sigue el príncipe insomne, y cierra la estrella encerrada en la pirámide. ¡Te tengo buenas noticias!

    — ¿Ya sabe acerca de mi familia? Por favor... la escucho.

    — Hay cosas que no se pueden decir... — continuó escrutando las cartas —, pero sí te digo que tu madre reencarnó en ti, murió cuando naciste, ahora son dos vidas que se funden. No la puedes encontrar sino dentro de tu alma, cuando te trae recuerdos de vidas anteriores... solo puedes ver como ella se manifiesta dándote lo mejor, eres una mujer inteligente, amada por sus amigos, buena madre... de las mejores... Eres capaz de conquistar a cualquier hombre, incluso de tener un castillo si te lo propones, aunque vives encerrada en tu casa, alejada del mundo, el mundo viene a ti... Fíjate cuántas bondades te dio la vida... Es cierto que eres bruja, una bruja de bien, que sabe hacer buenas acciones, dar consejos oportunos como una retirada a tiempo, mostrar sinceridad aunque se pierda en el juego... todo esto me lo dice el pekinés, fue de mis criaturas la que se identificó contigo. La reina descalza significa sencillez, ella regaló sus zapatos a una joven pobre. El príncipe dejó de dormir para vivir la vida intensamente y dar felicidad a la princesa descalza... y la pirámide es tu universo, donde eres la estrella, el espacio de tu corazón abierto al bien y las buenas intenciones. ¿Aun quieres más?

Muy sorprendida, Estela se convenció de que ya se había encontrado desde que eligió su lugar en el mundo. Ahora, gracias al pekinés y la anciana... vio que su madre estaba siempre con ella.


Página enviada por Mario Quiroga Fernández
(11 de septiembre del 2006)


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