Cuba

Una identità in movimento

Nuestra Primera Música

María Argelia Vizcaíno



El son es lo más sublime para el alma divertir
(Ignacio Piñeiro).


Al indagar sobre las raíces de nuestros bailes cubanos tenemos que comenzar antes del descubrimiento de América por Cristóbal Colón, como bien ha dicho Guillermo Cabrera Infante en el prólogo del libro de Natalio Galán titulado Cuba y sus sones. Los aborígenes de nuestra tierra, como los de todas Las Antillas expresaban su música, canto y baile, envueltos en un rito mágico lleno de pantomimas, basándose en narraciones epopéyicas que le nombraron Areito.

Nos relató Gonzalo Fernández de Oviedo en sus interesantes crónicas de la época:

Tenía estas gentes la buena y gentil manera de rememorar las cosas pasadas e antiguas; esto era en sus cantares y bayles, que ellos llaman areyto, que es lo mismo que nosotros llamamos baylar cantando...

Desgraciadamente la presencia transcripta original del texto musical del mismo que nos han dejado algunos músicos, no es auténtica y no contamos con ésta, así que es muy escasa la aportación de nuestros Taínos y Siboneyes a la música criolla y legítimamente cubana. Ellos, los pobres, no tuvieron la culpa, por el contrario, fueron las víctimas de la colonización, que al no resistir el duro trabajo físico tomaron distintos rumbos hacia la muerte.

En el siglo XVI, apenas 50 años del desembarco del primer contingente de esclavos africanos, y 70 del descubrimiento del Nuevo Mundo, en Cuba se cantaba el mítico Son de la Ma-Teodora. Para darnos cuenta de la importancia de este hecho debemos señalar, como hizo Cabrera Infante, que en esta fecha, todavía Norteamérica y "buena parte de Sur América aún no habían sido descubiertas o colonizadas."

Dos dominicanas libertas (las hermanas Teodora y Micaela Ginés) y tres peninsulares, comenzaron en Santiago de Cuba en 1562, la más genuina demostración de un conjunto popular atribuyéndosele el nacimiento del "Son de la Ma-Teodora", con gran influencia africana.

El gran músico santiaguero Laureano Fuentes Matons sitúa esta orquesta como de las primeras en nuestra patria y señala el origen de nuestras tradiciones musicales en las hermanas Ginés tomando como referencias Las crónicas de Hernando de la Parra que aparecieron editadas en La Habana de 1845 por José Joaquín García. Algunos 'musicólogos' declaran que estos argumentos no son una prueba si tenemos en cuenta que fue transcripta 400 años después de aquel acontecimiento, lo que queda la interrogante, como nos hace pensar Galán, de si el arreglo con que prevaleció fue el original o tuvo variaciones. Odilio Urfé (verdadero músico e investigador fundador del Instituto de Investigaciones Folklóricas) escribió en 1959 en la Revista Islas de la Universidad Central de Las Villas que "... es del todo imposible aceptar La Ma'Teodora como un ejemplo musical cubano de los siglos XVI, XVII ó XVIII" teniendo en cuenta la transcripción en el siglo XIX y las diferencias encontradas entre Matons en "Las artes en Santiago de Cuba" y Bachiller Morales en "Cuba primitiva". Pero según Alejo Carpentier "La Ma-Teodora" es cubana no por su estructura musical formal, sino por su forma de ser interpretada, con el estilo responsorio de los Taínos (y que también tienen las Misas Católicas), lo que sucederá frecuentemente en nuestra música.

El Son sigue evolucionando con el transcurso de los años, predominando en la provincia oriental, de la que se van sacando variantes, pero antes de ser el que conocimos en este siglo XX, fue Changüí en Guantánamo y Montuna en Oriente. Urfé menciona entre sus numerosas variantes además del changüí al Sucu-sucu; el son montuno; el ñongo; la regina; el son de los permanentes; la bachata oriental; el son habanero; la guajira son; la guaracha son, el bolero son; el pregón son; el afro son; el son guaguancó; el chachachá y el mambo.

A principio de la era de Cuba republicana, contaba el compositor e intérprete Ignacio Piñeiro que el Danzón era el único baile que había de salón, aunque estaban la Rumba (que no la podía bailar cualquier persona), la Guaracha (que sólo se prestaba para la escena, por sus letras de doble sentido) y la Comparsa (que era un baile colectivo, para fiestas especiales como el carnaval), entonces Piñeiro mezcló el Son con la Rumba, le agregó el "montuno" al final (ese alternar entre solista y coro) lo que Galán llama "el regreso del Son Oriental a La Habana", por eso entre 1925 al 30 fue su época de oro, haciendo decaer a la Guaracha que tanto se le asemejaba, ya que el público prefería escuchar los sones del Sexteto Habanero, de los Matamoros, de Eusebio Delfín, Sexteto Boloña, Septeto Cuba, Septeto Nacional a cualquier otra canción.

A finales de la década de 1950, cuando los jóvenes bailadores se estaban aburriendo del baile Chachachá y de la Pachanga, en la constante creación que caracteriza a nuestros músicos, vuelven a introducir a sus orquestas los ritmos del Son, pero esta vez con nuevos arreglos y nace en el Casino Español y en el Casino Deportivo de Miramar el baile Casino, conociéndose en el ámbito internacional a partir de 1970 como Salsa.

Por lo que el Son, además de ser una de las formas básicas dentro de la música cubana, es la de más longevidad y durabilidad de nuestra tierra del que se han derivado ritmos que han sido internacionales.


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