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Los 60 de Casaus
Carina Pino Santos
La inauguración de la muestra Oh Vida! en la Sala Majadahonda no solo homenaje a Casaus a través de su relación con los artistas plásticos que han realizado obras basada en sus poemas, sino también se constituye, sin proponérselo, en una remembranza de ese tiempo pasado de integración intercultural, que aparece en la exposición retomada en los años ochenta.
"Yo no salgo de mi estupor y mi agradecimiento", expresó no sin una contenida mas visible emoción, Víctor Casaus ante un patio desbordado de entusiastas colaboradores, artistas, amigos y compañeros que laboran o cooperan con el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, quienes se reunieron para celebrarle sorpresivamente un homenaje el día de su cumpleaños sesenta el pasado miércoles 10 de marzo del 2004.
Como es ya tradición en las propuestas del Centro, predominó un espíritu de espontaneidad en una ofrenda artística que, no obstante inesperada, rebosó de las más variadas muestras de sincera admiración y cariño de creadores de los más diversos ámbitos a Víctor Casaus.
"Vivo en el Centro y no sé cómo pudieron hacer estas cosas", dijo, con esa naturalidad que le es característica, el director de la institución. Y es que el hecho simple de que confluyeran tantos y tan preciados amigos en un día especial, íntimo y a la vez público, era la respuesta imprescindible a su labor y a la del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau que, bajo su dirección, se ha propuesto trabajar en esferas poco favorecidas en los ámbitos del mercado, mas de elevada incidencia social y meritorias desde el punto de vista de la tradición histórica y al mismo tiempo de la vanguardia de nuestra cultura.
Casaus, con más de una decena de libros de poesía publicados, uno de los autores que más ha aportado al género del testimonio, fundador de la revista cultural El Caimán Barbudo, narrador, realizador cinematográfico, co-guionista, entre otros largometrajes, de El hombre de Maisinicú, una de las cintas más recordadas por el pueblo cubano, y uno de los estudiosos más serios de la figura de Pablo de la Torriente Brau, cuyo nombre lleva el centro, es conocido por una sencilla accesibilidad (eso que la trovadora Sara González calificó como de "comunicación inmediata con todos"), por la llaneza característica en su trato, no exenta de cierta elegancia, inusual en estos días que corren, por un sobrio desenfado, así como por la persistencia y capacidad de trabajo para enfrentar, a diario, retos disímiles en la dirección del trabajo cultural.
Artistas como Adigio Benítez, Juan Moreira, Alicia Leal, Choco obsequiaron obras a Casaus, al mismo tiempo que jóvenes trovadores cantaron sus poemas, y se proyectó un corto con entrevistas a familiares y colaboradores como dedicatoria.
Y no podía esperarse menos de una de las personalidades de la cultura cubana que ha logrado tanto en la institución que dirige como en su propia obra una interrelación viva entre las diversas expresiones del arte, la música y la literatura contemporáneas, una labor que revela tanto las facetas del trabajo creador e intelectual de Casaus, como su propio talento para conjugar la integración cultural, y consecuencia también de haber sido un inquieto periodista de la entonces joven generación en los sesenta, década verdaderamente prodigiosa en la cultura cubana, y años en que músicos, poetas, intelectuales, artistas plásticos, diseñadores convivieron en una atmósfera única de creatividad y de objetivos coincidentes.
La inauguración de la muestra Oh Vida! en la Sala Majadahonda no solo homenajea a Casaus a través de su relación con los artistas plásticos que han realizado obras basada en sus poemas, sino también se constituye, sin proponérselo, en una remembranza de ese tiempo pasado de integración intercultural, que aparece en la exposición retomada en los años ochenta.
Una buena parte está conformada por obras de la colección personal de la familia Casaus, que ilustran poemas de su volumen de poesía Los ojos sobre el pañuelo. La historia de ese libro tiene hoy más de veinte años. Todo comenzó una mañana en que el célebre escritor Wichy Nogueras fue a despertarlo a su casa y avisarle que con aquel había obtenido el importante Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío, y a Víctor, apenas despierto, le pareció más bien una broma, en aquellos los tiempos de auge de la poesía exteriorista de Cardenal, de la congregación artística en Solentiname, y del fervor creativo y revolucionario de los sandinistas cual fuego humeante ante la chimenea apagada del volcán Masaya.
Los ojos sobre el pañuelo es un motivo para reflexionar sobre esta certera colaboración en la que 25 creadores, entre ellos la entonces más avanzada vanguardia de la plástica cubana, se ofrecieron a crear piezas a partir de los poemas de Casaus. Entre otras se hallan obras de Leandro Soto, Humberto Castro, Antonio Eligio Fernández (Tonel), Jacqueline Maggi, Eduardo Rubén García, y también de otras promociones como Aldo Menéndez, Nelson Domínguez, Choco, Roberto Fabelo, Osmani Simanca, Nélida López, Flora Fong. Se realizó en aquel momento una curaduría en la Galería Habana, dirigida entonces por Alquimia Peña. La muestra incluye casi todas las piezas de aquella ocasión y no faltan obras del 2004, del diseñador Eduardo Moltó, Diana Balboa, Alain Gutiérrez, Ángel Alonso, William Borrego, Sandra Pérez, entre otros, y también se hallan los trabajos digitales de dos niños del Taller de Arte digital Infantil (Michelle Sexto y Daína Caballero) así como de sus profesores, los artistas Alicia Gutiérrez y Ricardo Garcés. Por cierto el desarrollo del arte digital, del que el Centro Pablo de la Torriente Brau es iniciador y principal organizador en el país es uno de los objetivos principales que promueve esa institución.
Arte y literatura han tenido variadas exhibiciones en la Sala Majadahonda, y ha sido esta última una de las más sugerentes por el espíritu libre de creación y su independencia relativa de los textos que el Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío consagró dentro de la poesía latinoamericana. Que la vida no te dé tregua dice un verso del poema Oh vida! de Víctor Casaus, y ciertamente, esa tarde dedicada a homenajearle no nos dejó en suspenso para el abrazo necesario a quien bien lo merece.
Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau Cuba. Una identità in movimento
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