Cuba

Una identità in movimento


Ileana Corvisón Menéndez: El perro glotón y perezoso y la tiñosa diligente (Cuento basado en un patakin)

Ileana Corvisón Menéndez


Un día el Rey Olofi después de haber creado todos los animales y haber enmendado su terrible error al no darles cabeza se puso a pensar que tenía que organizar las tareas dentro de su reino para que todo funcionara bien, entonces llamó al perro para asignarle un cargo dentro de administración de su reino.

El perro que no estaba lejos escuchó que el Rey lo estaba llamando pero temeroso porque no fuera para darle un buen regaño, porque dicho aquí en voz baja, entre nosotros, para que nadie se entere, él era muy travieso, además de remolón y glotón pensó; mejor voy a ver al anciano sabio que vive en la cima de la montaña para que me aconseje, no vaya a ser que el Rey quiera castigarme por sabe Dios que cosa que haya hecho yo y que no recuerdo ahora. El anciano sabio era Orula, así que puso manos, mejor dicho patas a la obra y comenzó a subir la empinada ladera de la montaña donde habitaba Orula, en eso estaba cuando vio volando en lo alto a la tiñosa a quién saludó porque como ya les dije era muy amistoso, — Buenos días señora tiñosa, ¿Cómo están sus polluelos? A lo que la tiñosa respondió — ellos bien yo algo atareada, pero bien, ¿y qué haces tú subiendo la montaña? — Bueno yo voy a casa Orula porque tengo que hacerle una pregunta ya sabes que él es sabio, ¿pero pudieras hacerme tú un favor? — Claro que si amigo perro, dime en qué te pudo ayudar. Entonces el perro le pidió — Dile al Rey que voy a verlo enseguida que termine aquí y que tengas un buen vuelo.

Entonces siguió su camino hasta que llegó justo ante la puerta del sabio y enseguida comenzó a tocar la puerta del anciano quién desde adentro preguntó — ¿Quién me busca? A lo que ni corto ni perezoso para ese instante en que se creía en aprietos respondió el perro — Soy yo Orula tu amigo el perro, ábreme que necesito de tus consejos.

El anciano le contestó — pasa, pasa amigo perro. Y no bien estuvo dentro le pregunto con un tono jocoso — ¿Qué nueva travesura o mejor, en que nuevo problema metiste tus patas o tu boca, grandísimo tonto?

El perro con cara de pena, respondió — Qué yo sepa nada, señor sabio pero vaya usted a saber qué pudo haber sido, porque a veces sucede que lo que hago me divierte, pero no a los demás, o como algo que me gusta pero no es mío, y tampoco agrada es decir molesto y hasta se ponen furiosos conmigo que soy tan bueno, como le dije pequeñeces, nimiedades pero que después me traen problemas, ésos que tú ya conoces ¿tal vez soy muy joven, tú que crees Orula? Para ese entonces la cara del perro era una cara de perro casi ángel, tanto que daba risa.

Orula lo había escuchado con paciencia y observado todos y cada uno de sus gestos mientras que el perro hablaba, en tanto la sonrisa pugnaba por adueñarse de la boca, pero como él era un anciano sabio le dijo, — Si según tú afirmas no hiciste nada que conlleve un regaño no debes temer, pero de todos modos, ve a ver a Eshu un buen amigo tuyo y como tú es muy travieso, pero él es el dueño de los caminos, de paso llévale esta cesta que tiene unos huesos para sopa y unas frutas para que su familia coma, de seguro él te va a ayudar a llegar al Rey y que no tengas problemas.

El perro agradeció al sabio su consejo tomó la cesta con la boca y no bien había salido de la casa y comenzado a caminar cuando su olfato y paladar mal acostumbrados como estaban, comenzaron a decirle — perro, perrito bueno, por favor vamos dale una mordidita a uno de los huesos, si quieres el más pequeño y ya verás que sabroso está.

Su cerebro respondía — No boca mal educada que te piensas que vas a estar todo tiempo, mastica que te mastica y nada más, tragona, lo que está en la cesta es para Eshu el dueño de los caminos, ¿Cuándo te quitarás la endiablada manía de estar comiendo y tragando todo el tiempo. Pero la boca ahora acompañada del estómago le repetían a coro, — vamos perrito lindo un huesito mira que estamos vacíos, fue tanta la insistencia que el perro acabó cediendo se echó a un lado del camino puso la cesta en el suelo y con el hocico comenzó a olisquearlo todo y no bien hubo terminado sus mandíbulas se hicieron con un hueso pequeño el primero, y se imaginarán el resto, pasado un rato en la cesta no quedaba ni un solo hueso tremenda comelata se había dado el perro que sintió llegar el sueño y entre bostezo y bostezo se quedó dormido.

En tanto la tiñosa diligente ya había llegado donde Olofi dándole el recado del perro, pero como el Rey necesitaba repartir las tareas y la primera que había llegado era la tiñosa el cargo del perro se lo dio a ella.


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