Cuba

Una identità in movimento


Los cubanos esperan a la Avellaneda

Mayra Pardillo Gómez


La intelectualidad cubana espera, desde hace 50 años, el regreso a la isla de la poetisa Gertrudis Gómez de Avellaneda, quien falleció en España en 1873. En su ciudad natal, Puerto Príncipe (hoy Camagüey), están creadas las condiciones para recibir a la mujer que — en el siglo XIX — se convirtió en uno de los más destacados talentos románticos de la lengua española.

El investigador y crítico literario Salvador Bueno, presidente de la Academia Cubana de la Lengua, asegura que desde 1948 el Consejo de Ministros de España acordó acceder a la petición del gobierno de Cuba de trasladar los restos de la Avellaneda, decisión a la que tampoco se oponían sus familiares. Sin embargo, no fue posible.

Hace diez años se realizó un nuevo intento, pero entonces pesaron cuestiones materiales.

Considerada la primera figura femenina de la literatura cubana, Gertrudis Gómez de Avellaneda, "La peregrina", alcanzó un éxito rotundo en el mundo hispánico de las letras, tanto por su obra poética como por sus dramas y novelas.

El 23 de marzo de 1814 vio por primera vez la luz en la antigua villa de Puerto Príncipe. Desde muy temprano escribía cuentos, declamaba versos y participaba en representaciones dramáticas, favorecida por la rica cuna donde nació.

En 1836 parte hacia España, tras un desengaño amoroso y la tristeza provocada por el casamiento de la madre apenas 10 meses después de haber muerto el padre de "Tula", nombre con el cual también se le conoció.

Cuatro años más tarde se instala en Madrid, y al siguiente publica el primer tomo de sus poesías.

La Avellaneda fue propuesta como candidata para ocupar un sillón en la Real Academia Española de la Lengua. Sin embargo, su condición de mujer, en una época sin grandes perspectivas para el género femenino, impidió que se consumara tal merecimiento.

Su obra fue diversa. Escribió tragedias, dramas, comedias, cuentos, leyendas y novelas. Entre estas últimas figura Sab, en la que no oculta su rechazo a la esclavitud.

Según los estudiosos, su obra narrativa está por debajo de su lírica y de su teatro. No obstante, su epistolario (sobre todo sus cartas a Ignacio Cepeda) la distingue entre los más eminentes epistológrafos cubanos del siglo XIX.

Son muy difundidos los amores que tuvo "Tula", de ideas muy adelantadas para su época en cuanto al papel de la mujer, el divorcio y el matrimonio, aunque lo cierto es que amó apasionadamente y no fue correspondida.

Ignacio Cepeda, a quien conoció la Avellaneda en Sevilla en 1830, fue realmente el único amor de "Tula", aunque compartió su vida con Gabriel García Tassara, Pedro Sabater y el coronel Domingo Verdugo, diputado a Cortes.

Junto a éste volvió a Cuba en 1859, como parte del séquito que acompañó al general Serrano, nuevo Capitán General de la Isla.

Por entonces, el Liceo de La Habana le brindó un gran homenaje en el teatro Tacón, y otra grande de las letras cubanas, Luisa Pérez de Zambrana, le colocó en las sienes una corona de laurel. "Tula" visitó varias ciudades, entre ellas Trinidad.

Luego de morir su esposo, regresó a España en 1864. Falleció en Madrid el primero de febrero de 1873, y a su entierro sólo asistieron seis escritores. Sus restos descansan actualmente en Sevilla.


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