Me voy a España, a la revolución española (…) Cómo no se me ocurrió antes la idea? Ya estaría yo en España. La culpa es de Nueva York. Aquí, en año y medio de exiliado político, no he hecho otra cosa que cargar bandejas y lavar platos. Me puse estúpido. Me volví tornillo. He sido uno de los diez millones de tuercas. Algún día me vengaré de Nueva York.
Pero ahora yo me voy a España, a ser arrastrado por el gran río de la revolución. A ver un pueblo en lucha. A conocer héroes. A oír el trueno del cañón y sentir el viento de la metralla. A contemplar incendios y fusilamientos. A estar junto al gran remolino silencioso de la muerte...
Pablo: Carta desde el frente de Madrid, 1936
Podemos decir que ningún día hemos dejado de trabajar ni de tener el pensamiento en la revolución y sus problemas. Si no hay frutos a todo esto — que sí lo hay, desde luego, aunque sólo sea el de la gran lección de la experiencia — ello no debe desanimarnos. En primer lugar, porque nosotros pertenecemos, dentro de la revolución, a los corredores de maratón, que saben que todo no es dar cuatro saltos y terminar los cien metros y coger la medalla, sino correr, correr, incansable, infatigablemente, saltar barreras, desfilar bajo la lluvia, cruzar cañadas, subir montañas, desriscarnos y al final llegar y, ganar medio muertos por el esfuerzo; o ni llegar siquiera, muertos antes. Y si somos así, no hay problemas que nos desalienten, ni esperanzas que nunca se rompan demasiado.
Pablo: Carta a Raúl Roa, 1936
Mis cartas son las actas oficiales de mi pensamiento. No tengo nunca miedo a escribir lo que pienso, ni con vistas al presente ni al futuro, porque mi pensamiento no tiene dos filos ni dos intenciones. Le basta con tener un solo filo bien poderoso y tajante que le brinda la interna y firme convicción de mis actos. No me importa tampoco nada equivocarme en política. Pienso que sólo no se equivoca el que no labora, el que no lucha.
Pablo: Carta a Raúl Roa, 1935
SOBRE EL CONCEPTO DE HÉROE
Ellos fueron hombres de la revolución. Y ni me interesa ni creo en el "hombre perfecto". Para eso, para encontrar eso que se llama "el hombre perfecto", basta con ir a ver una película del cine norteamericano.(...)
Antonio Guiteras cometió errores graves. En su apasionante carrera política hay páginas buenas para que un historiador sin miedo diga la verdad y la angustia de un hombre honrado en la encrucijada de los dilemas terribles. (...)
Y por eso tuvo delirios terribles, alucinaciones potentes, hermosas fantasías y sueños maravillosos e irrealizables para él. (...) Y muchas veces no conoció a los hombres, e hizo confianza en quien no la merecía y llamó su amigo a quien sería traidor y supuso talento en algún cretino. Tuvo, arrastrado por su fiebre, el impulso de hacerlo todo. E hizo más que miles. Y tenía el secreto de la fe en la victoria final (...) Tuvo también defectos. El día del castigo no hubiera conocido el perdón. Era un hombre de la revolución. Tampoco tuvo nada de perfecto.
Pablo de la Torriente Brau: "Hombres de la revolución", 1935
Nuestra postura no puede ser otra que tirarnos a la torrentera, cosa que ya hemos hecho. Todo dependerá ahora de nuestra capacidad natatoria. La realidad es que no se trata siquiera de cruzar el canal de la Mancha. Se trata nada menos que de nadar en el Maelstrom. Y de una u otra manera salir vivos de él. Como siempre, estaremos en la torrentera. Ser arrebatado por el turbión sombrío, sentir las puñaladas aviesas de las rocas, sangre y magulladuras, sentir la vista empañada y el cerebro como en vértigo, es natural; zozobras y vacilaciones momentáneas que nutren los chorros grises de espuma, lógico; encabronamiento, necesario; fe, imprescindible…
Raúl Roa: Carta a Pablo, 1935
Pagina enviada por Víctor Casaus
(12 de noviembre de 2006)