Cuba

Una identità in movimento


La Habana. Transformaciones e incidencia sobre su imagen

Carlos Alberto Odio Soto


"La arquitectura en sus más elevadas
representaciones ha sido la madre dominadora
de todas las artes, ha sido un arte social"
(Walter Gropius).


Llamar la atención sobre la ciudad contemporánea, particularmente sobre la importancia arquitectónica y urbana de La Habana, en función de su pasado, su presente y su futuro en aras de contribuir a su conocimiento es en esencia el motivo del presente trabajo. Pretendemos también versar en torno al difícil primer peldaño en la percepción de la escala urbana, problema que tuvo sus orígenes cuando fueron derogadas en nuestro país las Ordenanzas de Arquitectura y Urbanismo en los años 60 del pasado siglo. Estas ordenanzas ejercían un estricto control y fiscalización en las actuaciones a realizar en los inmuebles.[1]

Deben ser pocos los cubanos que no conozcan la habanera calle 23, devenida una de las arterias viales más importantes de la ciudad. Desde un fugaz comienzo en el Malecón, va trepando Rampa arriba, pasa por el Coppelia — sitio que ha cruzado el Tercer Milenio con el mérito de ser el lugar más concurrido de los citadinos —, atraviesa el puente sobre el sobreviviente río Almendares — el mismo que inspiró a Dulce María Loynaz — y así vamos en un gran ascenso recto hasta la cumbre. Una vez allí nos descolgamos por la misma vía transformada en Avenida 42, hasta el mar allá en la Copa. Esa es la luminosa 23 & 42.[2]

A todo lo largo de este eje vial conviven edificaciones que se alzan como exponentes del quehacer constructivo de una época, convirtiéndose estos inmuebles en algo más que paredes, funcionalidad y estética. Son memoria colectiva y en algunos casos símbolos de fracturas estilísticas. El Pabellón Cuba, la heladería Coppelia y hasta el mismísimo puente sobre el Almendares señalaron hitos históricos.

Un caso paradigmático y diferente a los ya citados es el edificio de Apartamentos Dúplex de 23 y 26, inmueble que en su momento de construcción — 1953 — fue una de las obras contemporáneas más comentadas, no sólo por los enormes voladizos de seis metros a ambos extremos, sino por la galería balcón cada dos pisos, el reducido puntal de las plantas y la limpieza estructural del conjunto. Todos los elementos anteriormente mencionados le imprimieron a la edificación una sensación de novedad, de obra demasiado atrevida. Ante este hecho insólito por su gran osadía técnica que anulaba cualquier construcción de la misma época, los transeúntes dejaban escapar o bien los más ácidos comentarios o las más favorables opiniones.[3]

El crecimiento de actividades comerciales y de servicios que llevó a una búsqueda de supuestos "espacios vacíos", dio lugar a que algunas edificaciones adyacentes a esta arteria vial, representativas de estilos arquitectónicos dignos de conservarse, se vieran afectadas por este proceso. Además por no pertenecer a los siglos XVII, XVIII y XIX, estos edificios no cuentan con una protección suficiente que garantice su conservación, pues la actuación del DOCOMOMO como tabla de salvación queda aplastada por no contar con un cuerpo legislativo en que apoyarse, no sobrepasando su influencia los límites que marcan la buena voluntad de sus integrantes.

Todo esto ha suscitado que numerosas manifestaciones arquitectónicas de los años treinta, cuarenta y cincuenta sean objeto de una degradación constante, donde las actuaciones practicadas han conllevado a modificaciones sustanciales con respecto a la concepción original y en el peor de los casos, la no atención a tiempo de las patologías, ha provocado su demolición. Un ejemplo elocuente de lo antes planteado es el ya mencionado Edificio de Apartamentos Dúplex, más conocido como el Edificio de 23 y 26 por estar microlocalizado en la esquina de estas dos calles.

Para las nuevas generaciones de cubanos, la percepción de este inmueble se torna un tanto distorsionada, a tal grado que es imposible que despierte en ellos la admiración que produjo en los años cincuenta.

La imagen que proyecta esta obra testimonia una fractura entre el pasado y el presente, pero esta fractura no es una transformación estética como resultado de una evolución lógica de la dinámica de los tiempos, donde los espacios adquieren nuevos valores, sino una herida que marca la funesta apropiación de los espacios libres en un proyecto.

Así, vemos como la planta baja libre y mezanine, que antes podían ser claramente identificadas como uno de los tres volúmenes que conforman esta edificación; ven hoy entorpecida su lectura por la inserción de un volumen destinado a servicios — restaurante —, más el cierre casi total de la planta baja, para fines similares; a todo esto se une que los balcones han perdido prácticamente la función para lo cual se diseñaron, dada la acumulación de elementos disímiles inapropiados — barriles, tendederas, cajas, etc. — que sólo conllevan a dañar la correcta percepción de la obra.

Como resultado de estas intervenciones infelices, es el mismo edificio y sin embargo no lo es, porque lo esencial de la arquitectura son sus vínculos con la vida y con la memoria, Walter Gropius, uno de los grandes maestros de la arquitectura mundial, en su libro "Alcances de la arquitectura integral", se refería a la creación y al amor a la belleza como:

    "... elementos primordiales para la experiencia de la felicidad, verdad básica que cuando no es reconocida por una época, no logra la articulación del sentido visual, manteniéndose entonces su imagen difusa, sin perfiles claros y trayendo como resultado que sus manifestaciones no llegan a deleitarnos".[4]

Actuaciones como estas, lejos de enriquecer la solución proyectual asumida por su autor el arquitecto Antonio Quintana,[5] la desvalorizan y empobrecen y privan a las nuevas generaciones del goce estético de una construcción que constituye un exponente de la inserción del lenguaje ortodoxo de la modernidad en la estructura urbana.

Al detenernos frente a esta obra resultan inapreciables los múltiples elementos con los cuales fue dotada, que atestiguan una depurada interpretación de los postulados racionalistas como muestra de la receptividad del arquitecto a las tendencias internacionales dominantes y su asimilación dentro de las tradiciones de la cultura cubana.

Producto de las adiciones volumétricas antes mencionadas constituyen un reto a la imaginación el tratar de valorar, en su justa medida, las soluciones proyectuales asumidas por Quintana, donde la literatura jugó un rol enriquecedor como fuente de inspiración.

Es aquí donde pone a prueba las potencialidades del hormigón armado con el uso de extensos voladizos y la reducción al máximo de los puntos de apoyo sobre el terreno, buscando con este lenguaje compositivo, materializar la imagen del escritor Rodríguez Feo, inspirador de la obra, quien imaginaría que el

    "... edificio colgara de una nube".

Esta ligereza que predominaba en la planta baja, hacía que la esquina perdiera su tradicional configuración maciza, desmaterializándola e integrándola en forma continua al espacio público y privado.

En los momentos actuales en que nuestro país se encuentra en la batalla por lograr la universalización de la enseñanza donde la cultura general integral es uno de sus pilares, cobra mayor fuerza señalar estas malas actuaciones y abogar todos unidos porque se restituya a todas las edificaciones dañadas y a ésta en particular su valor original, que junto a otras obras de este arquitecto, — Edificio del Retiro Médico, Edificio de Apartamentos de Malecón y F — se yerguen como hitos de la arquitectura racionalista cubana en lo referido a edificios de viviendas en Cuba.

Además es inaplazable el incluir a la arquitectura moderna en el reconocimiento cívico de los valores patrimoniales porque, tal y como planteara el maestro arquitecto Walter Gropius en su libro "Alcances de la arquitectura integral":

    "La arquitectura moderna no consiste en unas pocas ramas de un árbol viejo, es un nuevo retoño que brota directamente de las raíces"[6]

Los valores arquitectónicos y estilísticos que posee esta obra dan fe de una personalidad propia del autor, dentro de las múltiples direcciones de la modernidad, por lo que se precisan acciones concretas en aras de salvaguardarla para las generaciones venideras.

Urge devolver a esta obra su imagen dañada para que renazca esa admiración de cuantos al pasar, detengan o aminoren el paso — tanto foráneos como del patio —, por constituir un digno exponente del arte mayor de su tiempo y una importante página en la historiografía de la arquitectura cubana, representativa en el orden cultural de la labor de los mejores hijos de esta tierra.


    Citas

    1. Quevedo Kairus. Ponencia "Las inevitables referencias urbanas en la Arquitectura de integración". Folleto de la VI Conferencia Internacional sobre conservación de Centros Históricos y Patrimonio Edificado Iberoamericano. Caracas. Venezuela. 24-30 de Julio de 1994. Pág. 105-120.
    2. Cabrera Álvarez, Guillermo. Veintitrés. Artículo del periódico Juventud Rebelde del 28 de Febrero del 2002. Pág. 4.
    3. "Apartamentos del Vedado". Espacio No 9. Mayo/Junio 1953. La Habana. Pág. 14.
    4. Gropius, Walter. Alcances de la arquitectura integral. Editora de Ciencia Técnica. La Habana. 1969. Pág. 5.
    5. En el edificio de Apartamentos Dúplex de 23 y 26, colaboraron los arquitectos: Alberto Beale, Manuel A. Rubio y Augusto Pérez Beato (padre) y los Ingenieros Calculistas: Luis Saenz y Manuel Babe.
    6. Gropius, Walter. Alcances de la arquitectura integral. Editora de Ciencia Técnica. La Habana. 1969. Pág. 97.


Artículo presentado en la Categoría Ensayo crítico y publicaciones del IV Salón de Arquitectura Cubana. Holguín, octubre del 2003.


    Datos del Autor

      Carlos Alberto Odio Soto (Santiago de Cuba, 1958).
      Arquitecto por la Universidad de Oriente en 1982.
      Master en Restauración Arquitectónica por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Valladolid, España en 1997.
      Ha publicado en las revistas cubanas: "Obras" y "Cimientos" y tiene en edición para publicarse en la revista Islas de la Universidad Central de Las Villas de Cuba y en la revista Construcción y Arquitectura de España.
      Actualmente realiza el Doctorado en Ciencias Técnicas de conjunto con la Universidad de Valladolid en España y la Universidad de La Habana en Cuba.
      Además se desempeña como profesor colaborador del Departamento de Arquitectura en la Facultad de Construcciones de la Universidad de Oriente y Especialista en Inversiones en la Dirección de Mantenimiento e Inversiones en la propia institución.
      Es miembro de la Sección de Base 110 en la UNAICC de Ciudad de La Habana desde el año 2000.


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