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Cuba |
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Una identità in movimento | ||
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Nuevos Contrapunteos cubanos: 40 años después
Jesús Guanche
Introducción
Cuatro décadas es muy poco tiempo si se concibe en términos astronómicos o geológicos, pero si lo consideramos a escala del ciclo vital humano, la aceleración de procesos histórico-sociales ocurridos en Cuba desde 1959 hasta el presente, ha sido un instante convulso que provoca múltiples reflexiones. Sin embargo, a nivel diacrónico, el intenso tiempo transcurrido sólo ha representado el 8% de nuestro medio milenio de historia más reciente. Por esto, aún este autor se siente muy poco distanciado como para que el enfoque emotivo (émico) no interfiera la objetividad necesaria desde el punto de vista conductual (ético) por la ineludible condición de juez y parte (residente).[1]
El propio planteamiento de los indicadores para analizar los nuevos contrapunteos, aunque se propone un orden jerárquico, todos interactúan constantemente en su dinámica contradicción, lo que enriquece tanto el enfoque de los problemas a la vez que convierte en arena muy movediza su interpretación.
Ya hace más de medio siglo que Fernando Ortiz publicó su Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (1940), en el que culminaban varias décadas de estudios y lograba caracterizar aspectos esenciales de la cultura cubana, su génesis agroindustrial de altos contrastes entre el trabajo libre y esclavo, y los factores humanos de la etnicidad de nuevo tipo en las condiciones de una rica diversidad biológica y sociocultural, basado en los procesos que con acierto denominó de transculturación: concepción dialéctica que explica las transformaciones cualitativas de la cultura y sus portadores, lo que superaba otras teorías de su tiempo, marcadas por el etnocentrismo de algunos estudiosos y el desconocimiento profundo de los otros pueblos estudiados.
La historia más reciente de Cuba también ha estado marcada por múltiples contrapunteos que, desde una perspectiva antropológica, nos permite valorar la interacción, no siempre antagónica, sino necesariamente complementaria, entre los factores exógenos a la nación y los endógenos, con sus diversos niveles que abarcan desde la individualidad hasta el proyecto social en un entorno planetario cada vez más globalizado.
Sin la intención de agotar tan complejo y polémico tema, me propongo señalar algunos tópicos contrapuntísticos que pueden propiciar el debate: independencia nacional vs dependencia neoliberal; bloqueo exterior vs autobloqueo; proyecto social vs patología social; migraciones externas e internas; xenofilia interétnica vs etnofobia intraétnica; apertura vs apretura. Todos ellos no son más que aristas de una realidad única e indivisible.
Independencia nacional vs dependencia neolíberal
El tema de la independencia nacional, como país subdesarrolado en el ámbito de América Latina y el Caribe, ocupa un lugar esencial que condiciona múltiples contrapunteos suceptibles de analizar, a la vez que interactúa con el impacto del neoliberalismo en el área y el crecimiento de nuevas formas de dependencia, respecto de los centros financieros internacionales.
Tanto el discurso político como diversos sectores de la intelectualidad cubana (no reducible hoy día a la comunidad académica, debido a la generalización de niveles de instrucción superior muy por encima de la media de América Latina y el Caribe) consideramos que la independencia nacional es una condición esencial para el ejercicio de una alternativa no capitalista de desarrollo, que ha sido identificada conceptualmente con el "socialismo", pese a la caída del paradigma totalitario de Europa oriental y no obstante las tendencias negativas generadas por la extrapolación del modelo soviético, de marcada raíz stalinista y muy lastrado por el idealismo filosófico, que se ha manifestado en el voluntarismo político dispuesto a "quemar etapas" sin un desarrollo de la conciencia cual reflejo real de la existencia social. Sin embargo, en la situación histórica actual, la independencia nacional es la única vía posible para alcanzar formas superiores de integración supranacional (regional, continental u otra) sin que ello esté condicionado por la aceptación servil de modelos de homogeneización internacional bajo el prisma unipolar.
Algunos también han tratado de "coger el rábano por las hojas" y se han atrevido a hablar de una inventada crisis del marxismo, cuando muchos de los graves errores políticos y filosóficos que se cometieron fueron hechos, efectivamente, a nombre del "marxismo", pero no basado en la flexibilidad metodológica de sus principios, sino mediante su dogmatización y vulgarización extremas. Los más adelantados, también han escrito que "el muerto fue otro", pues lo de Europa del Este no era sino algo por identificar derivado de la impronta cultural del zarismo ruso y su capacidad expansiva. De modo que una nueva alternativa no capitalista de desarrollo aún está por consolidar en las condiciones de cada país o territorio.
Al mismo tiempo, el impacto del neoliberalismo en los países subdesarrollados ha permitido corroborar — en el ámbito del desarrollo cultural (en su amplia significación antropológica) — que el denominado "capitalismo salvaje", tanto en el plano ecológico como en el desequilibrio económico y social, es propiamente más salvaje que muchas comunidades étnicas así calificadas, las que, pese a las influencias de la autodenominada "civilización", aún subsisten en pleno equilibrio con el medio ambiente y conservan niveles aceptables de autodependencia.[2] De manera que el modelo generador de la miseria por deuda eterna (incluso prenatal) no goza de prestigio ni confiabilidad como para una perspectiva halagadora.
Ante esta situación internacional, el modelo cubano actual — junto con una profunda reflexión autocrítica acerca de errores fundamentales que condicionaban la propia independencia política y económica — ha podido subsistir a la crisis en condiciones muy hostiles, no sólo a través de un conjunto de medidas globales tendientes a redimensionar la economía y a equilibrar las finanzas internas, sino fundamentalmente debido a la base social de apoyo a un proyecto de independencia nacional basado en un patrimonio histórico propio, encabezado desde el siglo pasado por la acción aglutinadora de José Martí y su continuidad en un nuevo liderazgo, así como por la diversidad cultural que ha sido capaz de generar múltiples mecanismos adaptativos a las nuevas condiciones.
Por ello, cuando se piensa en la unidad nacional no puede confundirse con la uniformidad, ya que la esencia misma de la unidad radica en la síntesis de la diversidad. Los estudios culturales en Cuba han demostrado sobremanera que, si bien existen componentes de la cultura material y espiritual que son comunes a todos el país; es decir, nacionales en el sentido geográfico, también nacionales son determinadas manifestaciones regionales y locales propias de una o varias zonas geográficas,[3] sin excluir las modalidades culturales de la población cubana en el exterior.
Aunque los estados nacionales son, por definición, de tendencia homogeneizadora, a partir de principios jurídicos y constitucionales que incluyen a todos sus habitantes, el reconocimiento de la diversidad es un hecho que sirve de sostén a todas las culturas como reflejo de la propia diversidad física y psíquica de las poblaciones humanas. En este sentido se cumple el axioma de que la fuerza de la unidad es directamente proporcional a la riqueza de la diversidad, lo que se observa tanto en el ámbito natural como cultural.
Bloqueo exterior vs autobloqueo
Pese a la evidente pérdida del liderazgo político de la ultraderecha cubana de Miami, junto con sus seguidores europeos, y al recrudecimiento del bloqueo externo, este problema ha marcado las últimas cuatro décadas de la vida cubana y ha polarizado la opinión pública nacional e internacional. Desde su implantación a principios de la década del 60 existen términos legales (como "embargo") que sirven para suavizar y eufemizar las múltiples acciones directas e indirectas del gobierno norteamericano contra Cuba, lo que ha motivado que congresistas de origen cubano en EE.UU. aseguren que el bloqueo no existe, cual ingenuo argumento del avestruz evadido de la realidad con su cabeza bajo tierra.
Al mismo tiempo, el grueso de las asociaciones de solidaridad con Cuba se pronuncian contra el bloqueo como forma de apoyo e identificación con las denuncias realizadas ante la comunidad internacional, aunque muchos discursos también ofrecen una visión idílica (más bien paradisiaca) de la situación de Cuba, lo que a la larga resulta tan dañina como la visión vengativa y rencorosa de los detractores de la revolución cubana.
De modo análogo, con el derrumbe del modelo euroriental pansoviético, el discurso político cubano también ha identificado un "doble bloqueo" desde 1989 tras el cese de los suministros de alimentos, combustible y otras materias primas necesarias para sostener la economía y la capacidad defensiva del país procedentes, en su mayoría, de Europa del Este.
En este contexto, analizar el problema del autobloqueo viene a ser algo así como un pecado capital, como un gran ruido en el sistema, que choca con la tradicional respuesta de que "la culpa la tiene el imperialismo" y podríamos asumirnos sólo como víctimas del vecino imperio.
Sin embargo, una de las grandes lecciones de la crisis provocada por la autofagia del modelo euroriental, con su grave secuela feudal, ha sido la necesidad de reflexionar sobre el conjunto de factores endógenos que, sin depender del bloqueo norteamericano, representan trabas substanciales para el desarrollo sostenible.
Desde la importación de la campana de cristal (hoy muy quebrada) o de la cortina de hierro (ya oxidada), que — por ejemplo — retardó casi tres décadas el desarrollo de la gran industria sin humo: el turismo, con todos los desafíos que representa el intenso y creciente contacto intercultural, al que Cuba ha estado habituada desde 1492; hasta el excesivo conjunto de gratuidades, económicamente insostenible, que influyó muy negativamente en la formación de una conciencia dependiente de las dádivas del Estado, cual Gran Padre, y que tergiversó el necesario equilibrio entre derechos y deberes como ética de socialización individual y colectiva.
Hay muchos que hoy levantan su voz para hablar de derechos humanos y no siempre se detienen a meditar sobre sus deberes humanos a través de los diferentes roles que desempeñan como ciudadano, padre o madre, trabajador(a), estudiante, amigo(a) y otros tantos que realizamos a diario, aunque sin la debida eficiencia.
Un análisis del autobloqueo, con el correspondiente desapasionamiento y sin que medie el fanatismo, nos involucra como protagonistas (muy especialmente en el plano ideológico) y representa un eficaz mecanismo de preservación de la propia identidad cultural, ya que el único modo de resolver los problemas es identificarlos correctamente antes de darles solución.
En este sentido, la falta de correspondencia entre el volumen de las investigaciones científicas (incluyo por supuesto a las sociales) y la toma de decisiones, representa un desafío permanente para transformar todo el conocimiento científico acumulado (en su amplia cepción) en fuerza productiva directa y en patrimonio gnoseológico.
El tema del autobloqueo es en sí mismo altamente complejo y abarca todos los aspectos de la vida económica, política y social que impiden el desarrollo autónomo de la nación sin depender directamente de causas externas. En un enfoque general, el autobloqueo no es un problema exclusivo de Cuba, sino que puede plantearse como un problema global; pero si se concibe sólo en esta dirección puede volver a malinter pretarse como un aspecto exógeno.
Las causas esenciales del autobloqueo también son múltiples y podemos sintetizarlas en varios factores interconectados:
De manera que la profunda crisis estructural del presente no sólo tiene sus causas primarias en el denunciado "bloqueo imperialista" o en el reciente "desplome del socialismo euroriental"; sino además en el aún no reconocido autobloqueo, que se traduce en diversas formas de negligencia, corrupción administrativa, desorganización interna, indisciplina laboral y tecnológica, despilfarro y a la vez subutilización de los recursos, irrentabilidad económica y otros efectos sociales negativos y muy costosos a largo plazo.
A mediados de la década del ochenta, una valiente reflexión autocrítica del gobierno cubano sobre los problemas internos dejaba ver la punta del iceberg en un conjunto de deficiencias de gran envergadura cuyas causas no dependían sólo de los factores exógenos más divulgados posteriormente, lo que dio lugar al conocido "proceso de rectificación de errores y tendencias negativas", que no obstante los ajustes y medidas contra los efectos, no siempre quebrantó la esencia de sus causas.
Los principales efectos de la evaluación del quinquenio 1981-1985, no obstante el crecimiento global del 7,5% en el PIB y la considerable disminución de la emigración respecto de toda la etapa posterior a 1960, arrojó un incumplimiento de las exportaciones tradicionales a los países capitalistas y el consecuente aumento del déficit de la balanza de pagos en divisas; una deficiente atención al creciente turismo internacional y una lógica disminución de su potencial repetitividad; excesivos gastos y pocos ingresos en los servicios productivos debido a la insuficiente explotación de la flota marítima y aérea, acompañado de la ineficiente operación de carga y descarga en los puertos, astilleros y terminales aéreas; la falta de correspondencia entre el crecimiento de la producción azucarera y el gran volumen de recursos humanos, materiales y financieros invertidos en la primera industria del país; el bajo rendimiento en los cultivos de caña, cítricos, arroz, tabaco y pastos por el atraso en la construcción, reconstrucción y transformación de los sistemas de riego e ineficiente explotación de los existentes; el bajo aprovechamiento de las capacidades industriales debido a la inestabilidad de la fuerza de trabajo, desorganización del proceso productivo, indisciplina tecnológica, inadecuada reparación y mantenimiento industrial; generalizada irrentabilidad del conjunto de empresas estatales; y otro aspecto de gran incidencia negativa en la población: la evidente falta de correspondencia entre la producción de alimentos y su racional distribución; lo que se refleja en pérdidas en el acopio, manipulación y beneficio de los productos agrícolas, a la vez que oculta el considerable desvío y robo de alimentos destinados a la redistribución en el mercado negro,[10] gracias a múltiples vías y medios de descontrol y desorganización interna de la actividad productiva.[11]
En el orden ecológico también se señalaba:
"Aunque se ha elevado la conciencia de proteger el medio ambiente, la lucha contra la contaminación ha tenido un avance lento y el aprovechamiento necesario de los residuales sólo se logra en un reducido número de instalaciones. Muchos de los sistemas de tratamiento no funcionan o lo hacen deficientemente, y en muchas instalaciones nuevas, imprevisiblemente no se concibieron inversiones complementarias para este fin".[12]
De manera que la actual crisis económica no es el simple resultado de la situación ocurrida en los años noventa, ni de los abruptos cambios internacionales, sino que tiene sus raíces en la compleja interacción de los factores endógenos y exógenos.
La solución de los actuales problemas depende de la capacidad interna del propio pueblo cubano, no sólo para enfrentar la crisis, sino para reestructurar en profundidad y amplitud el funcionamiento estable de la sociedad, en correspondencia con el aprovechamiento óptimo del potencial laboral, científico-técnico e intelectual que posee y con la necesaria flexibilidad adaptativa de diálogo y acción al cambiante mundo contemporáneo, pero a partir de sus propias tradiciones histórico-culturales y de la mejor experiencia internacional.
Proyecto social vs patología social
Otro aspecto del nuevo contrapunteo cubano es la interacción dinámica entre el proyecto social, como aspiración superadora de un modelo anterior de dependencia,[13] como utopía realizable con niveles superiores de justicia social tendiente a la igualdad de derechos, independientemente del origen étnico, lingüístico, edad, género, concepción del mundo, fenotipo, y el ejercicio de deberes de acuerdo con el desarrollo de las capacidades físicas e intelectuales; respecto de los diversos indicadores de la patología social reconocidos históricamente (alcoholismo, delictividad, corrupción, drogadicción, prostitución, stress y sus secuelas, suicidio, violencia) lo que genera un desarrollo inversamente proporcional. De manera que no es posible la realización actual ni perspectiva de un proyecto social de contenido socialista mientras la patología social represente una fuerza de consideración con un alcance estratégico, ya que sus implicaciones culturales y genéticas atentan contra la existencia misma del grupo humano en lo biológico, axiológico y conductual.
Si el proyecto social tiene una aspiración humanista y formadora de valores éticos y estéticos capaces de propiciar la creatividad y enriquecer la espiritualidad, mediante la dignificación del trabajo como medio para el autodesarrollo; la patología social, en cambio, es por esencia degradante más allá de lo infrahumano, por sus secuelas genéticas y conductuales; fomenta la involución de la especie, por lo que de antisocial tiene el individualismo; atenta contra la estabilidad de la familia y la plenitud del individuo, por las implicaciones autodestructivas del suicidio y la amplia cadena de consecuencias que genera el alcoholismo (accidentalidad, violencia, disminución o pérdida de capacidades y muchas otras secuelas), que por lo regular no son recuperables para el proyecto social.
En este sentido, el modelo social cubano, cargado de las mejores intenciones humanitarias, ha identificado la igualdad con el igualitarísmo, dos conceptos que si bien son casi homófonos semánticamente son antónimos.
La igualdad es un derecho ciudadano que parte, por principio, de las diferencias entre todos y cada uno de los seres humanos de acuerdo con sus capacidades físicas e intelectuales y según su pertenencia (grupo social, edad, género y otras ya señaladas).
El igualitarísmo es, precisamente, todo lo contrario, se basa en el principio filantrópico de atender "a todos por igual" sin tomar en consideración el derecho a la diferencia. Si el primero debe conducir a la equidad de posibilidades de los seres humanos basado en el respeto mutuo de sus diferencias, el segundo es profundamente injusto y contribuye a la reproducción de diversas formas de patología social.
Viene a ser un proceso análogo al intercambio desigual entre los países ricos y pobres, pero a nivel intranacional.
Dos ejemplos pueden servir de ilustración:
Mientras el igualitarismo permanezca como concepción y acción para la mayoría, el propio proyecto social propicia la regeneración de múltiples formas de patología social y conduce a la sobrestimación de unos en detrimento de la autoestima de otros.
La ausencia o insuficiente estimulación económica a los resultados del trabajo marca otra pauta esencial para comprender que esta acción humana siempre ha sido y es un medio para el autodesarrollo y no un fin en sí mismo. No por casualidad o por simple ironía burlesca el humor político de los países de Europa del Este al referirse a la denominada economía socialista la definían del siguiente modo: "ellos hacen como que nos pagan y nosotros hacemos como que trabajamos", lo que condujo en la práctica a un círculo vicioso de signo involutivo y a fomentar múltiples formas de la patología social en contra del modelo.
Migracíones externas e internas
Desde la época colonial hasta 1960 Cuba fue un país receptor de inmigrantes, lo que condicionó la fuente inicial del poblamiento exógeno y dio lugar a un crecimiento natural que generó una población endógena cada vez más mestiza, la que — desde mediados del siglo XIX — llegó a superar de modo constante el flujo exterior de inmigrantes. Sin embargo, en las últimas cuatro décadas esta tendencia histórica se ha invertido y la Isla ha sido una sistemática emisora de población (sobre todo cubana) hacia decenas de países del orbe, con predominio en EE.UU., que ha acogido más del 90% de toda la emigración como parte de su política desestabilizadora.
Con independencia de las motivaciones o "factores de emisión" (política, económica y/o de reunificación familiar), la emigración sin retorno representa siempre un proceso de fragmentación o de división múltiple del etnos-nación, una forma de expulsión de la fuerza de trabajo calificada que potencialmente debe revertirse a favor del desarrollo del país; concebido al mismo tiempo como desarrollo a escala humana (personal y familiar) de los que participan.
Esto no ocurre cuando la emigración externa tiene un carácter temporal, ya que el emigrante no sólo aporta sus conocimientos, habilidades y capacidades, sino que intercambia experiencias, tecnologías, ideas, información y al regreso compara y trata de revertirlo en el desarrollo propio, que en una perspectiva nacional, también influye con una mayor trascendencia.
Mientras la emigración sin retorno siga constituyendo una opción, una aspiración, una disyuntiva o forme parte del imaginario, el funcionamiento estable del modelo seguirá siendo cuestionable.
Los estimados del potencial emigratorio cubano hasta inicios del próximo milenio aun representa una amenaza para los sectores sociales "vulnerables" e incluso para los de mayor calificación profesional, cuyos bajos ingresos no se corresponden con el volumen y calidad del trabajo realizado, debido a las múltiples tareas no retribuidas que comúnmente efectúan; respecto de los nuevos sectores "emergentes" cuyos altos ingresos relativos tampoco se corresponden con el tipo de trabajo que realizan.
Paralelamente, las migraciones internas crecieron como resultado inmediato de la crisis y de otros factores internos que se desarrollaron desde los años 60, como el creciente proceso de descampesinización de las áreas rurales, la extrapolación de modelos de "desarrollo" urbano a zonas rurales sin considerar las peculiaridades culturales de la población, sus tradiciones y costumbres, sus sistemas simbólicos y otros valores vitales que propiciaron la expulsión hacia las cabeceras provinciales y de éstas hacia la capital del país.
Durante el período 1989-1994 pasaron a residir de una provincia a otra, sólo de manera legal, más de 2 millones 200 mil personas; es decir, unas 300 mil anuales, algo más del 3% de la población en esos años. A lo anterior debemos incluir cientos de miles de migrantes no registrados, muchos de los cuales se dedicaron a diversas actividades ilícitas (prostitución, robo, juego, violaciones, asaltos, ocupación forzada de viviendas y otras) que influyeron posteriormente en las medidas tomadas para devolverlos a sus territorios de origen.[15]
Las migraciones internas, sobre todo hacia la capital (que recibió el 39% del total en esos años) también sirvió de trampolín para acceder a futuras migraciones internacionales.
Con las medidas adoptadas ante lo evidente y grave de la situación, los movimientos migratorios internos también han disminuido, lo que posibilita la estabilización de la fuerza de trabajo de cada una de las provincias y sus recursos humanos en general.
Xenofilía interétnica vs etnofobia intraétnica
Entre los complejos desafíos que representa el incremento del turismo internacional y la limitación espacial e infraestructural del turismo nacional,[16] además del índice favorable de crecimiento económico, también han crecido variados problemas derivados (no de la presencia en sí del turismo) sino de la concepción centralista que aún prevalece en la promoción de un tipo de turismo para hoteles de cinco y cuatro estrellas, sin considerar críticamente las múltiples experiencias internacionales que explotan todas las potencialidades de esta industria y que incluye a las propias comunidades como protagonistas y gestoras del turismo, en tanto acción social de vincular directamente al turismo con la comunidad de modo natural, sin complejas mediaciones y no de modo artificial.
El contacto habitual entre turistas extranjeros y ciudadanos cubanos ha desarrollado un sentimiento de xenofilía interétnica, que obviamente favorece al visitante, por lo que este representa en tanto portador de divisas, que la mayoría de la población necesita para adquirir bienes de primera necesidad y algunos servicios no disponibles en moneda nacional.
Frente al terrible renacer de la xenofobia que gana espacio en Europa por el crecimiento del desempleo y la inmigración extranjera, el sentimiento de xenofilia no es nuevo para el pueblo cubano, que desde siglos atrás ha sido muy hospitalario con los extranjeros y entre sí; excepto los conocidos casos contra las inmigraciones indeseadas de culíes chinos en el siglo pasado y de haitianos en el primer tercio del presente, por situaciones análogas a las que ahora vive el viejo continente.
Sin embargo, en el contexto actual la xenofilia interétnica va acompañada de actos de discriminación contra los cubanos por el hecho de ser cubanos, es decir, se efectúa una etnofobía intraétnica que se genera y promueve en el ámbito del turismo como si los nacionales fueran extranjeros en su propio territorio.
Si una de las causas está generada por el crecimiento de la prostitución, el proxenetismo, la pederastia y otras actividades sadomasoquistas, denominadas con sus matices "jineterismo", o el reiterado asalto a los taxis para turistas, no se puede echar en el mismo saco a todas las personas, profesionales o no, que por razones laborales o de amistad tienen vínculos afectivos, académicos o de negocios con los visitantes extranjeros y sufren actos discriminatorios por ser cubanos.
Aunque la xenofilia propende a la amistad en sus múltiples formas, la etnofobia interna constituye un atentado contra la autoestima del cubano y es de hecho anticonstitucional. Quizá por ello muchos cubanos han preferido poner acento de argentino, español o mexicano cuando llaman por teléfono a un hotel para garantizar que serán atendidos cortésmente, porque si la telefonista "cubana" oye su acento habitual difícilmente lo pondrá en contacto con el visitante.
Si los actos discriminatorios entre y contra cubanos se mantienen como política no declarada más allá del ámbito turístico, como se evidencia en los eventos científicos, docentes y artísticos, o en el libre acceso a bienes y servicios, por ejemplo, se puede fomentar el sentimiento de xenofobia y sus imprevisibles consecuencias, no sólo contra el turismo, sino contra las inversiones extranjeras y sus perspectivas de crecimiento.
Apertura vs apretura
La reciente visita del Papa Juan Pablo II a Cuba volvió a colocar en la palestra internacional un nuevo llamado de que "Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba", pero los que hemos subsistido durante cuatro décadas conocemos bien que ésta no es una isla aislada debido a su propia formación etnogenética. De modo que la apertura también tiene diversas lecturas.
A diferencia de otras culturas insulares (como ha sucedido al este de Asia y al sur del Pacífico) con una vieja población endágena generadora de mecanismos centrípetos tendientes a rechazar lo extraño para conservar su identidad, la cultura cubana siempre ha tenido como paradigma a los continentes: Europa y América, por sus vínculos históricos de dependencia y en sus luchas por la independencia, y Africa, por sus constantes aportes humanos y su reciente participación en la independencia colonial.
En este sentido, la cultura cubana forma parte de la cultura occidental, desde su consolidación decimónica, y aunque es geográficamente insular, su proyección es esencialmente continental y muy abierta, debido a su compleja diversidad.
También cuando se habla de apertura suele entenderse la posibilidad de que inversionistas, empresas, corporaciones y grupos financieros de otros países participen en la economía cubana, no en la economía del cubano. La reapertura de los mercados agropecuarios y del trabajo por cuenta propia puede ser interpretado como un signo de apertura, no como una concesión transitoria susceptible de eliminar, como si la milenaria economía de mercado fuera patrimonio exclusivo del capitalismo,[17] pues como bien señala Alain Caillé:
"Renunciar a la noción de mercado so pretexto de que el modelo teórico es irrealizable en toda su pureza constituye, pues, un razonamiento erróneo. Un enfoque más fecundo consiste en precisar para cada caso concreto la forma en que el orden mercantil, el orden legal y el orden de la donación se articulan entre sí".[18]
En sentido contrario, leyes internacionales — como la Helms-Burton — que recrudecen el bloqueo y tratan de presionar a otros países contra Cuba es un evidente intento de apretura. De modo análogo, el irregular abastecimiento del mercado normado que está destinado a la mayoría de la población residente en Cuba, y la carrera impositiva contra el abrupto crecimiento de los servicios gastronómicos: restaurantes ("paladares") y cafeterías privadas, es otro signo de apretura que puede convertirse en bumerán, afectar la estabilidad y el ritmo de crecimiento de los impuestos así como su posterior aplicación en beneficio social.
De manera paradójica, uno de los principales generadores del enriquecimiento ilícito, como el comercio mayorista y minorista controlado por el estado, lejos de transformarse en formas no corruptibles de mercado, se mantiene según el modelo tradicional y se fomenta como alternativa contra el mercado por cuenta propia. En este contexto, la carrera contra la corrupción deberá convertirse en un maratón de relevo infinito.
Esta compleja dinámica representa otro desafío para dirigir hacia el interior la apertura exterior y para contrarrestar todas las formas de apretura exterior.
Coda
Cuatro décadas quizá no sean suficientes para superar la expectativa del "socialismo tropical" como pobreza con dignidad, un techo de aspiraciones con un horizonte demasiado limitado que entra en contradicción con la propia esencia humana y sus crecientes necesidades, sobre todo a las puertas de los nuevos procesos revolucionarios que se avecinan en el tercer milenio, y que ya tienen su semilla en el ocaso de este siglo.[19] En este sentido, sin dejar de lado la dignidad como valor moral universal, plantearnos un nuevo concepto de riqueza con equidad no equivale reducirlo a la tenencia de dinero como único valor capaz de comprarlo todo.
Si unos han empobrecido el concepto de riqueza y lo han constreñido a cantidades monetarias, otros, con una visión planetaria debemos resemantizarlo en todo su alcance material y espiritual.
Una de las vías para enfrentar estos desafíos es tomar plena conciencia de Nuestra Diversidad Creatíva,[20] para asumir
"... el desarrollo como un proceso que aumenta la libertad efectiva de quienes se benefician de él para llevar a cabo aquello que, por una razón u otra, tienen motivos para valorar".[21]
Desde este punto de vista, la pobreza no sólo debe medirse por la falta o escasez de bienes y servicios, sino conjuntamente por la ausencia de oportunidades para escoger una existencia más digna y plena. La propia economía, muy a pesar de muchos economistas de proyección global, tiene que dejar de ser un fin en sí y asumir su único y verdadero papel como medio para el desarrollo humano.
En estos múltiples contrapunteos, la independencia nacional no es compatible con la dependencia neoliberal, que contribuye a ahondar las diferencias sociales y el acceso a una mejor calidad de vida; el bloqueo exterior, pese a su alto costo y vigencia, tiene vida limitada y tarde o temprano desaparecerá por anacrónico, pero el autobloqueo es un problema profundo y de muy largo alcance, que es necesario desentrañar en sus más variadas facetas con un enfoque histórico y sistémico; el proyecto social de proyección socialista debe propiciar un mejor clima de tolerancia y de participación democrática de nuevo tipo, mediante el decisivo papel de la sociedad civil, para influir en los factores causales de la patología social y su oportuna prevención; las migraciones externas deben disminuir de manera definitiva y aumentar las de carácter transitorio, junto con mejores y más efectivas regulaciones para las migraciones internas que puedan contribuir al desarrollo de cada territorio; la xenofilia interétnica es una de las cualidades cultivadas por el pueblo cubano a partir de su propia formación multiétnica, pero la etnofobia intraétnica constituye un peligroso flagelo que, desde el turismo y ya en expansión, puede revertirse contra la identidad cultural y la propia seguridad nacional; la apertura ya representa una tendencia de la globalización que reduce cada día el tamaño del planeta y acorta la noción humana del tiempo; aunque la globalización también puede tener muchas lecturas, desde la homogeneización de la aldea global tal como lo conciben los ideólogos de la desideologización neoliberal y postmoderna, hasta la globalización de la cooperación y la solidaridad, tal como la conciben otros puntos de vista basados en el respeto a las diferencias; mientras que la apretura no es más que la vieja forma de concebir el mundo desde "verdades" únicas e indiscutibles, desde la mirada del ombligo propio cual centro del universo, es como tratar de observar el microscopio desde la posición del microbio.
Cuba. Una identità in movimento
Notas
Producto Unidad Precio en pesos % del precio en mercado negro respecto Oficial Negro del precio oficial.
* En todos los casos se ha efectuado la conversión de los precios de libras a kilogramos para su compresión internacional, aunque los precios del mercado negro varían de una provincia a otra o de un lugar a otro en áreas urbanas o rurales.
Arroz 1 Kg* 0,42** 42,50 10 000.
Frijoles negros 1 Kg. 0,64 42,50 6 640.
Aceite vegetal 1 litro 0. 40 120,00 30 000.
Azúcar refino 1 Kg 0,29 31,87 10 989.
Jabon de baño 1 0,25 60,00 24 000.
Pan (80 g) 1 0,05 2,00 4,000.
Café 1 Kg 4,08 106,25 2 604.
Leche 1 litro 0,25 25,00 10 000.
Huevo 1 0,15 5,00 3,333.
Pescado 1 Kg 0,74 31,87 4 306.
** 1 peso cubano según el cambio oficial en 1994 era de 1,3510 dólar y en el mercado negro era de 100 pesos por 1 dólar, en julio de ese año llegó hasta 150 x 1.
Webmaster: Carlo Nobili — Antropologo americanista, Roma, Italia
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