Querida esposa:
En estas líneas te mando un reto, para los dos. Hoy día, reflexionando, supe que te aprecio y valoro más de lo que pensé, lo cual te hace merecedora de mi sinceridad.
Al descubrir mi alma vacía, supe que me engañé, y solo logro salvarte diciéndote lo mucho que siento fallar una vez más... No mereces a un hombre como yo, confesándote mis pesares, alguna vez lo entenderás.
Antes de que el tiempo no perdone, quisiera confesarte que mi amor por ti no es real. Disfruté bellos momentos, tratando de creer que me había enamorado, sin embargo aquí, desnudo, sintiendo el frío, solo veo un hombre que perdió su esencia.
Termino así mis sueños y aprendo el castigo que queda tras no amar; los golpes de la vida me dejaron como herencia una mezcla de sosiego y crueldad. Tú no serás el blanco.
Tengo que detener la locura en que vivo, no te pido que me entiendas, sólo que me aborrezcas por ser quien soy y no el que soñaste en las noches de espera.
Hoy me arrodillé ante Dios, pidiendo sus consejos y escuché en mi oído la frase: No tiene remedio si no es con la verdad.
Te recordaré con cariño y guardaré tus cartas, para leerte un día. Los gatos, los libros y las aves serán mi compañía.
Demos gracias porque pude sacarte de estas redes de muerte que llevo conmigo; sé fuerte y prudente, no cambies o reinterpretes mis palabras, son claras y transparentes.
Nunca sabré querer a nadie mas que a mí... el daño que te hice será castigado, las penas que merezco no alcanzan para los días que me queden por vivir; no hay castigo mayor que lo que estoy sintiendo hoy.
Perdóname por haber transformado tus sueños en una pesadilla. No guardes mis cartas, ni la fotos...
Arrójalas al río y deja allí tus lágrimas. Como si limpiaras tu cuerpo de una enfermedad sin cura.
Me despido y sólo en el silencio quiero tener tu respuesta.
Saludos, no de tu esposo, ni tu amigo,
De un hombre que no merece un calificativo.