Cuba

Una identità in movimento


La Isla de mis recuerdos

Lázaro David Najarro Pujol


Isla de Pinos es para mí un misterio y una añoranza. Está vinculada a leyendas, aventuras y tradiciones.

Corre el mes de octubre de 1968. En el espigón del río Las Casas converso con una joven de notables conocimientos históricos. La acabo de conocer casualmente en la ribera del río cuando intentaba extraer agua para la limpieza de su oficina en la cooperativa pesquera. El cubo se le hundió en las aguas oscuras del río. La muchacha buscaba ayuda con la vista. Me aproximo a ella.

    — Yo encontraré el cubo. Estoy entrenado para tantear en los fondos oscuros.

No era del todo verdad. Estaba exagerando.

En un primer intento no encuentro el cubo, en el segundo lo toco con la punta de los dedos y en un tercero lo llevo a la superficie. La muchacha ríe contentísima por el hallazgo.

    — Muchas gracias. Me evitaste una explicación a mi jefe.

    — Era mi deber ayudar.

Le explico que soy estudiante de marinería y que practico buceo.

Le miro, con disimulo, a los ojos verdes-castaños mientras me cuenta fabulosas historias de su Isla:

“Bajo el régimen colonial, se le denominó la Isla de los Depositados, ya que allí cumplían condenas los que se oponían a la metrópoli”.

    — El Héroe Nacional cubano José Martí estuvo confinado aquí — me dice con pasión apuntando con su delicada mano derecha al sur de Gerona.

Cuando me mira a los ojos me ruborizo, pero intento disimular mi timidez. Sonríe.

    — Me gustaría conocer ese encantador lugar — le dije ahora algo más animado.

Ella mira a su alrededor y señala con disimulo un viejo pescador con facciones asiática que dormita sentado en una silla, muy próximo a una inmensa nevera frigorífica de cemento y de herraje en la puerta de madera y corcho. El viejo simula leer un periódico Victoria.

    — Ese anciano lleva viviendo muchos años en la Isla. Primero era pescador. Ahora trabaja en la nevera.

    — ¿Es un chino? — pregunto.

    — No. En la Isla residen algunos familiares de la colonia japonesa que aquí se asentó a inicios del siglo XX, considerada la segunda mayor de su tipo en el país. El mejor melón de agua de Cuba lo cultivan estos japoneses.

Me cuenta que en Punta del Este, en la parte sur de la ínsula, existen varias cuevas que muestran singulares exponentes del arte rupestre de los aborígenes cubanos, en especial del grupo conocido como guayabo blanco, de la cultura siboney.

    — ¡Deben ser interesantes esas cuevas de Punta del Este!

    — Cómo no. Incluso en las cavernas los arqueólogos hallaron restos fosilizados de seres humanos, utensilios y la llamada Cruz Pinera, la que señala los cuatro puntos cardinales. El territorio cuenta con un peculiar jardín botánico llamado la jungla de Jones, creado por un matrimonio de estadounidenses que llegó al lugar en 1902 y considerado como un pequeño ecosistema por los especialistas.

    — Tendría que vivir aquí un buen tiempo para poder apreciar todos esos encantos de que me hablas...

Se mantiene en silencio unos segundos. Me mira a los ojos y sigue hablando del sur maravilloso y fantástico.

Me describe a Punta Francés. Me detalla sobre la existencia de una barrera coralina de más de 400 kilómetro[1].

Me afirma que la Isla es llamada por muchos: la tierra de los mil nombres, en alusión a las denominaciones recibidas desde su hallazgo.

    — Como tú debes saber, el almirante Cristóbal Colon fue precisamente quien descubrió este territorio, el 13 de junio de 1494, cuando realizaba su segundo viaje a la región, y lo llamo San Juan Evangelista.

También aquí se le conoce como Isla de las Cotorras y del Tesoro. Esos eran sus primeros nombres en una época donde desde el siglo XVI y hasta el XVIII la ínsula sirvió de refugio a varias tripulaciones de piratas y corsarios, quienes, según la leyenda guardaron el producto de sus robos y fechorías en las cuevas de la isla y ha sido tomada como referencia por escritores y novelistas, surgiendo, así, otro de sus nombres el de la Isla del Tesoro.

Mira hacia el sol. Comprendo que debe regresar a la oficina.

    — Me gustaría conocer el centro histórico de Gerona. Estoy disponible después de las 5 de la tarde.

    — Me agradaría mucho, pero mis padres no me dejan salir de noche ¿Debes comprender, verdad?

Realmente no comprendo. Pero estoy convencido de que habrá otra oportunidad. Quizás un domingo por el día. No insisto tampoco. Temo perder una amistad que comenzaba a nacer hoy.

Nos miramos a los ojos. Ella realiza un giro para marcharse. Se aleja, pero con igual agilidad vuelve sobre sus pasos hacia mí. Primero me abraza y luego me da un leve beso en la cara. Refugia su cabeza contra mi pecho. Le paso las manos por los cabellos castaños. Ella sonríe nuevamente. Por primera vez siento en mi corazón, con tanta intensidad, la fuerza del amor. Me quedo extasiado unos segundos hasta que se separa de mí suavemente.

”¿Será el amor que acaba de nacer?”

Me imagino que la muchacha me toma de las manos y me lleva más allá del misterio, donde viviría eternamente con ella. Siempre la he soñado así, con los ojos verde-castaños. Posee muchos atributos como radiación erótica y carisma. Apenas mide uno cincuenta y siete. Su retrato está descrito en mi diario en una de las noches de sueño dulce. No quería despertar, continuaba soñando. Me despiertan sus palabras.

    — Hasta mañana.

    — ¿Nos veremos temprano? — le pregunto.

    — A las 10 de la mañana. En el horario de la merienda. Antes no debe ser.

Una brisa sopla del sur. Aún muchas plantaciones de cítricos están en etapa de floración. El olor a azahares domina el aire en señal de la cosecha de toronjas o el aroma inconfundible de las coníferas, especies que en esta ínsula crecen de manera pródiga.

Neno me invita a recorrer Nueva Gerona. Salimos hacia la ciudad por un polvoriento camino de tierra. Llegamos al restaurante La Cubana. Muchas luces están encendidas aún sin haber oscurecido completamente. Llegamos a la calle 39, la más concurrida de la ciudad, de grandes edificaciones rectangulares al estilo de las primeras basílicas.

Nos impresionan las arcadas, las fachadas sobrias, los anchos portales y las grandes columnas, que se repiten como expresión del barroco antillano. Un grupo de jóvenes camina por la avenida principal. Vinieron a la Isla de distintas regiones del país para participar en el desarrollo del lugar.

En el año 1966 miles de muchachas y muchachos vinieron a esta isla para trabajar, de forma voluntaria, bajo el lema de: A reconstruir lo perdido y avanzar mucho más. Participan en la reconstrucción de los daños ocasionados al territorio por el ciclón Alma.

La composición de los movilizados era heterogénea en cuanto a su procedencia social, nivel cultural, origen laboral y preparación política. Se exigían solo dos requisitos: estar dispuestos a permanecer por dos años de forma permanente en la agricultura y renunciar al puesto de trabajo y al salario en el caso de los trabajadores.

Muchachas y muchachos que dejaron el hogar, el trabajo, la familia, en busca de un futuro mejor. Marcharon a las desconocidas y legendarias tierras de Isla de Pinos, como marché yo a los enigmáticos y a veces embravecidos mares del Archipiélago de los Canarreos.

Nueva Gerona es impresionante. En esta misma calle 39 se encuentran el parque de la Cotorra y los restaurantes el Corderito y el Cochinito que ejecutaron recientemente manos jóvenes.

Casi al final — entre las calles 28 y 30 — están la plaza del Guerrillero Heroico, el Cine-Teatro Caribe y la heladería Coppélia, todas estas obras fueron terminadas o remodeladas el año pasado, en saludo al 26 de Julio.

Penetramos al interior de Coppélia. Hay variedades de sabores. El aire olía a helado de mantecado. Pedimos chocolate. Alrededor de 100 personas están en el amplio local. Ríen y hablan en voz alta.

Tomamos el camino adverso. Pregunto la hora a una señora que está sentada en unos de los bancos, al extremo norte del parque donde se encuentra la iglesia Nuestra Señora de los Dolores, que fue construida en estilo colonial en año 1929. Conversa como una mulata de su misma edad: alrededor de 50 años.

    — Las diez de la noche.

    — Gracias, señora.

Seguimos caminando rumbo al norte.

Ahora retornábamos al puerto bajando por la calle 26. En el espigón se encuentran fondeados el ferry Jibacoa y el buque el Pinero.

    — En el Pinero — me explica Neno — trasladaron a Fidel Castro y sus compañeros hacia el Surgidero de Batabanó después de ser excarcelados el 15 de mayo de 1955.

Llegamos a nuestra embarcación… Una melodía me hace meditar. La interpretan Los Mustang: Suspira la niña.

A las doce de la noche nadie queda en la cubierta, pero no puedo conciliar el sueño. Pienso solo en un nuevo encuentro con la muchacha.

A las 4 de la madrugada escucho el sonido del motor del barco. Minutos después el olor al aromático café que prepara Fausto, el cocinero. Escucho a Benito que le indica al Galleguito:

    — Despierta al Becado. Zarparemos temprano.

    — Déjalo que descanse un poco más: el muchacho se pasó toda la noche sin dormir.

Inesperadamente para mí, aun sin salir el sol, zarparemos hacia la zona de pesca. Pienso en ella. Solo recuerdo sus palabras y su mirada penetrante que paralizaba la mía. Gerona me ha marcado a mí, también la considero una ciudad del mundo, sitio perfecto para amar, porque Gerona es además de mujer, perla joven que se mece y estremece por las cálidas aguas del Caribe[2]. A la Isla, no llegué por naufragio, sino por el azar de la vida, donde por primera vez sentí la fuerza del amor verdadero.




    Notas

    1. Situada entre las mejores conservadas a nivel mundial, todo ello acompañado de una gran diversidad en la fauna marina y los ecosistemas costeros.

    2. Donaires de una Ciudad de Carmen Torres Laffita y Ana Esther Zulueta, Sitio Web Radio Caribe.


Lázaro David Najarro Pujol Lázaro David Najarro Pujol, escritor y periodista.
Labora en la emisora Radio Cadena Agramonte de Camagüey.
Autor de los libros Emboscada y Tiro de Gracia,
ambos publicados por la Editorial Ácana de Camagüey.
Editor del Sitio Web: http://camaguebax.awardspace.com/





Camaguebax. La página del escritor y periodista Lázaro David Najarro Pujol


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