Un alumbramiento siempre constituye para cualquier familia un acontecimiento trascendental. Esa inmensa felicidad la percibió el matrimonio Betancourt-Agramante con el nacimiento de Ana el 14 de diciembre de 1832. Era la sexta hija de Diego A. Betancourt y Gutiérrez y de Ángela Agramonte y Aróstegui.
La infancia y adolescencia de Ana Betancourt Agramante se desarrolló en Santa María del Puerto del Príncipe, hoy Camagüey, Cuba, en un ambiente tradicional de la clase acaudalada criolla a la que pertenecía. Recibió la instrucción correspondiente de religión, labores de costura, bordado, tejido, música y economía domestica. Sobresalió por su vivacidad y su exquisitez.
II
Transcurrieron veintidós años y la vida de la joven comenzó cambiar al contraer matrimonio, el 17 de Agosto de 1854, con Ignacio Mora de la Pera, hombre culto de ideas avanzadas.
Ignacio había ayudad a Ana a emanciparse de la ignorancia en que se encontraba sometida la mujer de esa época y a despojarse de los rezagos de la educación lugareña. Le enseñó idiomas, gramática e historia; quería no solamente a una esposa apasionada sino también a la compañera inteligente y cultivada.
Ana no tenía una educación universitaria, pero había adquirido muchos conocimientos con su esposo, pero además había sentido en carne propia la explotación y la discriminación en que estaba sometida la mujer.
III
Ana, convirtió su casa del Camagüey legendario, en centro de conspiración contra los colonialistas españoles, hasta que abandonó su ciudad natal el 4 de diciembre de 1868 para reunirse con su esposo y compartir las penalidades de la manigua redentora.
Ignacio Mora fue uno de los primeros patriotas que se levantó en armas, al producirse el levantamiento de los camagüeyanos en Las Clavellinas, al estenordeste de la otrora Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, el 4 de noviembre de 1868.
Según el licenciado en historia, Manuel Pena Benavides, cuando Ana se incorpora a la lucha no era una jovencita: iba a cumplir 36 años y las condiciones en la manigua eran muy difíciles para una dama de la clase adinerada.
"Y ya para marzo del 69 se encontraba viviendo en Guáimaro junto con su esposo que estaba muy delicado de salud".
Ambos además, tenían conocimiento de los preparativos de la Asamblea Constituyente de la República de Cuba en Armas. Era una reunión secreta, pero los insurgentes más connotados sabían lo que se estaba fraguando.
IV
El 14 de abril de 1869 — unos días después de la Asamblea Constituyente — en un mitin celebrado en horas de la noche, en una callecita de la Plaza de Guáimaro, la patriota camagüeyana, adelantándose a su tiempo, solicita se le concediera a la mujer, igualdad, derechos políticos y económicos:
"Ciudadanos:
La mujer cubana en el rincón oscuro y tranquilo del hogar esperaba paciente y resignada esta hora sublime en que una revolución justa rompe su yugo, le desata las alas. Todo era esclavo en Cuba: la cuna, el color, el sexo. Vosotros queréis destruir la esclavitud de la cuna, peleando hasta morir si es necesario.
La esclavitud del color no existe ya, habéis emancipado al siervo.
Cuando llegue el momento de libertar a la mujer, el cubano que ha echado abajo la esclavitud de la cuna y la esclavitud del color, consagrará también su alma generosa a la conquista de los derechos de la que es hoy en la guerra su hermana de caridad, abnegada, que mañana será, como fue ayer, su compañera ejemplar".
Afirma Manuel Benavides Pena que aunque Ana Betancourt no participó en la reunión de los patriotas, en otro escenario si reclamó los derechos de la mujer. En la asamblea de Guáimaro solo participaron los 15 diputados electos a la convención; ni Ana ni su esposo eran delegados a la convención.
Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, expresó a esta precursora de los derechos sociales y políticos de las mujeres en Cuba:
"El historiador cubano, al escribir sobre este día decisivo de nuestra vida política, dirá cómo usted, adelantándose a sus tiempos pidió la emancipación de la mujer".
Tras celebrarse la Asamblea Constituyente, Ana Betancourt decide quedarse a vivir en Guáimaro, pero los españoles plantean tomar la ciudad y es entonces que la población prefiere quemar todas las edificaciones y las viviendas antes de dejarlas en manos de los soldados.
V
Junto con su esposo que se encontraba gravemente enfermo, Ana abandona la ciudad y se va a vivir a la manigua redentora, pero el 9 de julio de 1871, fueron sorprendidos por fuerzas enemigas. Ella cae prisionera del gobierno español y es separada de su esposo, a quien le solicita con ternura pero con firmeza:
— Por mí y por ti, lucha por la libertad.
El 3 de noviembre de 1868, se decide deportar a esta digna mujer a España, donde soportó toda clase de privaciones y dolores, hasta recibir la fatal noticia de la muerte del compañero de su vida: Ignacio Mora.
Nunca dejó de combatir por la independencia de Cuba y brindo la ayuda, en Madrid, a todo patriota cubano que fue deportado.
Ana conoció a Martí, recibió cartas de José Martí. Admiró a José Martí. De él escribió:
"Mediante su palabra vibrante, transmitía al alma de sus oyentes sus sentimientos... "
El 7 de febrero de 1901, cuando se disponía a regresar a Cuba, fallece en Madrid, España, a los 69 años de edad, de una bronconeumonía fulminante. Sus restos estuvieron en ese país europeo hasta 1968. A través de una gestión de Celia Sánchez Manduley, se trasladaron para el panteón de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, en el cementerio de Colón en La Habana.
"A partir de ese momento se estuvo estudiando la idea de que por ser conocida Ana Betancourt por ese histórico discurso que la inmortaliza como la pionera de la emancipación de la mujer en Cuba y posiblemente en América, es que se decide que sus restos debían descansar en Guáimaro".
El 10 de abril de 1979 en el contexto del 110 aniversario de la Constitución de Guáimaro, Manuel Pena Benavides le explicó Blas Roca Calderío, que se desempeñaba como presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, la necesidad de erigir un mausoleo para perpetuar la memoria de Ana Betancourt. Tres años más tarde, el 10 de abril de 1982, se inauguraba el mausoleo.
La licenciada María del Carmen Portuondo, ve al mausoleo como un símbolo universal a las aspiraciones de la mujer:
"Tener un mausoleo como el de Ana Betancourt es algo maravilloso. Las visitas al museo de la Constitución terminan precisamente en ese digno sitio, que deviene hermoso complejo monumental. Todos los visitantes: niños, adolescentes, jóvenes, adultos, tantos nacionales como foráneos, se interesan por el monumento que recuerda el nacimiento y muerte de Ana Betancourt".
Una bella tradición se ha creado en la ciudad Cuna de la Constitución de la República de Cuba: todas las parejas que contraen matrimonio en el palacio de la localidad depositan su ramo de flores a la camagüeyana Ana Betancourt de Mora quien pidió la emancipación de su sexo, adelantándose a su época.
En la ciudad cuna de la constitución cubana, familiares de los cinco Héroes antiterroristas prisioneros del imperio reclamaron la liberación inmediata de sus seres queridos.
El colectivo de trabajadoras del Taller de Confecciones Textiles de la ciudad de Guáimaro, dignifica el nombre de Ana Betancourt. Todas las mujeres allí hacen realidad lo que Ana soñó: tener igualdad, derechos políticos y económicos. Desde hace mucho tiempo esa aspiración dejó de ser un sueño no solo en ese centro, sino en Guáimaro y en toda Cuba, aunque en el siglo XXI millones de mujeres en el mundo reclaman, que
"... una revolución nueva le rompa su yugo y le desate las alas… "
Por esa proyección universal, la camagüeyana Ana Betancourt de Mora, fue una mujer que en su tiempo, se adelantó a la época; una luchadora de su tiempo y de todos los tiempos.
Lázaro David Najarro Pujol, escritor y periodista.
Labora en la emisora Radio Cadena Agramonte de Camagüey.
Autor de los libros Emboscada y Tiro de Gracia,
ambos publicados por la Editorial Ácana de Camagüey.
Editor del Sitio Web: http://camaguebax.awardspace.com/