|
Cuba |
|
Una identità in movimento | ||
|
La esperanza dulce del General Bernabé Boza
Lázaro David Najarro Pujol
Cuando estalló la Revolución por la independencia de Cuba, el 10 de octubre de 1868, Bernabé Boza Sánchez sólo tenia 10 años de edad. Conociendo el espíritu rebelde del niño la madre lo envió al extranjero.
Bernabé nació en la otrora villa de Santa María del Puerto del Príncipe, el 4 de febrero de 1858. Formaba parte de una familia acaudalada, pero su padre se oponía al gobierno colonial. Este y un tío del niño integraron el ejército mambí. Ambos murieron en combate.
Con sólo 16 años de edad Bernabé Boza Sánchez regresó a su querida patria e inmediatamente marchó a la manigua y se incorporó a las filas insurrectas en el año 1874. Al finalizar el Pacto del Zanjón, Bernabé ostentaba el grado de sargento primero.
El joven mambí se mantuvo atento a un nuevo levantamiento y en 1895 empuña nuevamente las armas y combatió junto al General Máximo Gómez, quien lo nombró jefe de su escolta y posteriormente de su Estado Mayor.
El joven se destacó en importantes acciones militares y concluyó la contienda con los grados de general. En el contexto de la primera intervención de los Estados Unidos de América, ocupó el cargo de alcalde en Santa María del Rosario, La Habana, y tras instaurarse la seudorepública desempeñó un escaño en la Cámara de Representantes y prestó gran atención a las obras de beneficio social.
El general Bernabé Boza Sánchez siempre se opuso al anexionismo y críticó fuertemente la posición de muchos de sus compatriotas. En 1899 se había expresado en ese sentido:
"Cubanos execrables, sin banderas y sin necesidad de una".
Este camagüeyano continuó la lucha por una Cuba libre y soberana y en la segunda intervención yanqui, en 1906, se unió a los combatientes de las guerras independentistas contra la usurpación imperialista.
Siempre luchó por ese objetivo, ese fue el sueño de toda su vida, por ello empuñó el machete siendo casi un adolescente:
"Cierro los ojos y veo, con la adoración del creyente, con la fe del convencido, que esa juventud que se levanta y nos empuja a la tumba, tiene orlada la frente pura con aquella aureola que rodeó con su majestad augusta, la de los mártires de San Lorenzo y Dos Ríos, la de los héroes de Jimaguayú y Punta Brava".
Salvador Cisneros Betancourt constituyó, en La Habana, la Junta Patriótica y a ella se le unió Boza Sánchez, quien mantuvo una posición digna y consecuente con la línea sostenida durante toda su vida.
El 24 de febrero de 1908 dejó constancia escrita de ese amor por ver una nación independiente:
"Esta Bandera, digan lo que digan los que nos calumnian y los que nos injurian osadamente, dejará de ondear en Cuba el día en que en ella no queden cubanos, o el día en que les falte a los que tengan la desdicha de sobrevivir a la ignominia, lo único con que el gran Ignacio Agramonte contaba para hacer triunfar la tiranía, y contra la capacidad del fuerte, la causa del derecho y la justicia: la vergüenza".
Veinte días después de estas palabras, el 16 de marzo de 1908 falleció el general Bernabé Boza Sánchez.
A partir del 1ro de enero de 1959 se hizo realidad la esperanza dulce de este camagüeyano ilustre: sus hijos, todo un pueblo heroico y digno, en vez de ir a llorar, entonan sobre su tumba el Himno Nacional, el "Himno de la independencia patria".
Lázaro David Najarro Pujol, escritor y periodista. Cuba. Una identità in movimento
"Y esa visión querida es fortaleza para mi espíritu, consuelo y calmante para mi dolor en la realidad del presente devastador, y esperanza dulce de un porvenir dichoso que no veré quizás; pero que me contarán mis hijos cuando, en vez de ir a llorar, vengan a entonar sobre mi tumba el Himno Nacional, el Himno de la independencia patria".
Labora en la emisora Radio Cadena Agramonte de Camagüey.
Autor de los libros Emboscada y Tiro de Gracia,
ambos publicados por la Editorial Acana de Camagüey.
Webmaster: Carlo Nobili — Antropologo americanista, Roma, Italia
© 2000-2009 Tutti i diritti riservati — Derechos reservados