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Cuba |
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Una identità in movimento | ||
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Una comunidad en alta mar
Lázaro David Najarro Pujol
En su segundo viaje por el sur del archipiélago (a mediado del mes de mayo de 1494) Cristóbal Colón bautizó a las cayerías del sur de Camagüey, con el nombre de los Jardines de la Reina por la inigualable belleza natural de esos parajes. Constituyó el homenaje del almirante a la Reina de España, Isabel de Castilla.
Esta zona marina se caracteriza por la difícil navegación. Precisamente El Almirante, al internarse entre ese dédalo de cayos de los Jardines de la Reina estuvo a punto de extraviarse.
A través de los tiempos estos maravillosos parajes han constituido importantes rutas de la navegación marítima. En 1508 Sebastián de Ocampo, piloto gallego y criado de la Reina doña Isabel recorrió entre otros sitios el archipiélago Jardines de la Reina. A partir de su bojeo por la entonces isla Juana o Cubanacán, pudo informar, en la Española al Gobernador Nicolás de Ovando, "... que Cuba es una isla, y no un continente, como creyó Colón".
La principal maravilla se aprecia en el laberinto de Las Doce Leguas, que abarca una tercera parte de todo los Jardines de la Reina y que se puede considerar como una de las zonas más hermosas de los 70 000 kilómetros cuadrados de la plataforma sumergida de Cuba.
El laberinto de Las Doce Leguas se extiende a través de 135 kilómetros de espléndidos sitios para la contemplación subacuática, con colonias de esponjas y grandes jardines de arrecifes. Decenas de kilómetros de longitud en su litoral sur, de playas de alta calidad por la extensa franja de arena fina, entre los cinco y los veinte de fondos de excelentes paisajes acuáticos, prodigan al laberinto de Las Doce Leguas. En el canto del veril se aprecian el coral negro y diversas especies de la fauna marina, que constituyen reliquias naturales de un ecosistema meticulosamente conservado.
Esta amplia zona, guarda en sus entrañas, a veces embravecida, importantes secretos marinos.
La naciente industria pesquera de Santa Cruz del Sur radicó, en los primeros años de la década del treinta del siglo XIX, en las cayerías de Las Doce Leguas, donde familias enteras construyeron sus hogares; representaba un barrio del término municipal, con pequeños y medianos caserones al estilo de los bohíos campesinos, pero levantados con maderas preciosas traídas desde tierra firme y horcones de mangle rojo abundantes en todas estas cordilleras situadas al sur de la parte central de Cuba. Allí la vida se iniciaba con los primeros destellos del sol.
Cientos de cayos, separados unos de otros por pequeños estrechos, conforman los Jardines de la Reina cuyo extremo oriental se ubica en las costas santacruceñas. Entre los cayos más importantes se destacan: Cabeza del Este, Cachiboca, Boca Rica, Media Luna, Cayo Caguama, Boca de Piedra Chiquita, Boca de Piedra Grande y las Cruces...
La naturaleza es impresionante a través de las aguas que cubren la plataforma submarina de esta hermosa zona. Una extensa área compuesta por 661 cayos y cayuelos nos brinda el archipiélago de cristalinas aguas de belleza perfecta.
A Ignacio Corzo le correspondió vivir una gran parte de su vida alejado de la civilización y de tierra firme. Casi nació en el mar y se hizo viejo sobre la cubierta de los barcos. No le interesaron los juegos de muchachos y, como juguete, escogió los avios de pesca. La vida si era saludable en aquel mundo que se le presentaba: mundo a la vez mágico, maravilloso y fuerte, propio de los lugares distantes y socialmente atrasados. Así era la comunidad de pescadores de las cayerías de Las Doce Leguas, donde cuando brilla el sol es cuando nace la vida:
La vida era saludable en aquellos parajes del sur de la provincia de Camagüey, caracterizados por su belleza y gran fuente de alimentación.
Me fascinaba la pesca del Carey y la esponja, pero en uno de mis viajes a tierra firme mi madre me mandó a buscar con la policía. Ella se oponía a que yo permaneciera en las cayerías.
Al cumplir los 17 años de edad regresé a Las Doce Leguas. Me gustaba pescar, mucho más que estar en tierra, porque como dice el refrán: Quien pesca una vez, pescador es, como siempre lo fue Luis García Villarreal el primer alcalde de las cayerias del sur, que tuvo su trono en el cayo de "Juan Grín". También en esos parajes apartados del archipiélago cubano nació Braulio Suárez Miranda, nació en el cayo de Cachi Boca:
A punto de parir, papá la trasladó, en un pequeño bote, hacia Santa Cruz. Recuerdan, los que viajaban con ellos, que en el trayecto, frente a la Punta de San Juan, ella parió en la embarcación. Dicen que fue muy desesperante aquel parto en condiciones tan precarias y en el constante movimiento de aquel bote. El viejo tuvo que realizar el parto y acudió a un cuchillo para cortar el ombligo ya casi cerca de la costa sureña.
Los sucesivos partos a bordo, se realizaron con el auxilio de algunas mujeres que acompañaban a la embarazada.
Mi vida se forjó en la cubierta de La Eugenia, desde el mismo nacimiento. Vivíamos en el cayo de "Manuel Gómez", en un rancho construido por mi viejo. Pescábamos también en Los Indios y Cachi Boca.
No tuvimos escuelas ni quien nos enseñara las primeras letras.
Para la noche buena y hasta los primeros días del nuevo año, nos trasladábamos para Santa Cruz del Sur. El resto del tiempo, cerca de 356 días y noches los permanecíamos en Las Doce Leguas.
Una noche, cuando navegábamos por La Pasa de Boca Grande, mi hermano Manuel, que solo tenía un año de edad, se cayó al agua, con la buena suerte que el viejo se dio cuenta. Lo vio al caer. Entonces soltó el timón del barco, llamado El Orza, que era de velas, y se tiró al mar y lo rescató. La embarcación quedó en explanada cuando las velas flamearon. La pesca se convirtió en el único sustento de la familia de José del Risco Martínez:
Al cabo del tiempo me dediqué a la pesca del Carey, con un tío: Julí, que le decían el Chino. Él comerciaba con la gente de las cayerías. Cambiaba los víveres y ropas por carne salada de Carey, esponja y las plumas de las garzas. Pedro Guerra Cabrera, nació en 1911 en Santa Cruz del Sur. Se quedó analfabeto para toda su vida, aunque desde el primer año de vida le enseñaron el arte de la pesquería. Sus conocimientos eran importantes, conoció algo de arquitectura, porque ejecutó un criadero de quelonios; de matemática, porque los cálculos no le fallaron; y de navegación, porque logró dominar los mares con su experiencia e inteligencia personal:
Era costumbre del viejo cuando un hijo cumplía un año de edad, trasladarlo para el bote. Lo ponía en la banda del barco con cordel en las manos. En la punta de cordel un anzuelo pequeño. Cuando picaba el pez corría a sacarlo. Esa era una de las causas por las cuales la pesca se profundizó en nuestras vidas. Por ello podemos decir que somos pescadores de nacimiento.
Cuando cumplíamos los dos años de edad, el corazón de nuestro viejo latía más fuerte en el momento en que sacábamos del mar, sin su ayuda, un pez pequeño. Si el peje nos daba trabajo entonces corría y lo subía a cubierta. De regreso, en la casa, se ponía a narrar todo lo sucedido. ¡Era un goce para la familia!.
Allí no había colegios, las muchachitas eran las que recibían las clases. Se vivía primeramente como salvajes, y en el año 1918 ya empezó la civilización con la llegada de los motores. En las elecciones los mayores no tenían que ir a Santa Cruz del Sur a votar, lo hacían en el cayo.
Me contó mi viejo que el Presidente José Miguel Gómez estuvo en Cayo Rosario, en el año 1910 y yo nací en 1911.
Vi morir al padre de mi madre, estaba muy viejito, murió a los 89 años de edad. Yo le decía a mamá que no quería llegar a esa edad. Fernando García Villarreal, siempre fue un lobo de mar y conocedor de los laberintos:
Era una zona rica en Biajaiba, Cubera, Sierra y Cherna. También se capturaba el Carey a la zambullida. El sostén de la familia de Edelmiro Yero Bello dependía de la pesca del Carey, de la carne salada y de la concha.
Fuente: Sitio Web: http://www.cibercuba.com/camaguebax/
Lázaro David Najarro Pujol, escritor y periodista. Cuba. Una identità in movimento
Nos dedicábamos a la extracción de esponja, la pesca del quelonio, la langosta y otras especies. Además recolectábamos plumas de garzas, piel de jutía y cáscara de mangle rojo. Eran tiempos de buenas arribazones de peces y de abundante pesquería.
Con el paso del tiempo se fueron incrementando las familias residentes en Las Doce Leguas y en el cayo de Las Yanas, que se trasladaron a alta mar en busca de ilusiones y esperanzas.
Mamá también sintió en Las Doce Leguas, los primero dolores de parto de mí hermana.
A los ocho años de edad mis once hermanos y yo pescábamos con nuestro padre, fundamentalmente Sierra, Biajaiba, Lisetas, Lisas...
A los siete días de nacido mis padres me llevaron para Las Doce Leguas. Me llevaron para cayo Caguama. Regresé a mí pueblo a los 8 años de edad...
Me conocen por Chino Largo. Allá en Las Doce Leguas fundé la alcaldía de barrio, en el cayo de Juan Grin, donde la pesca se realizaba fundamentalmente con el empleo del anzuelo.
La concha del Carey era lo que más se cotizaba porque se exportaba para Alemania.
<>Mi padre, después de un tiempo, decidió jubilarse y vendió la embarcación. Nos unimos cuatro hermanos: Manolo, Emilio, Luis y yo. Decidimos continuar pescando. Compramos dos lanchas: El Marola y La Marolita. Después mandamos a construir El Veterano. Vendíamos el pescado a distintos empresarios. Para evitar los gastos tuve que dedicarme a la Carpintería, con el objetivo de reparar nuestras embarcaciones.
Labora en la emisora Radio Cadena Agramonte de Camagüey.
Autor de los libros Emboscada y Tiro de Gracia,
ambos publicados por la Editorial Acana de Camagüey.
Webmaster: Carlo Nobili — Antropologo americanista, Roma, Italia
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