Cuba

Una identità in movimento


Palabras en los sitios, con el Trovador. A propósito de la gira de Silvio Rodríguez por los barrios de la capital cubana

Víctor Casaus


Quiero dar las gracias por esta oportunidad de acompañar hoy este proyecto de Silvio en los barrios y compartir, al mismo tiempo, junto a ustedes, sus canciones y su vocación de intercambio y de diálogo.

Este será el momento también para entregar las donaciones de libros, discos y otros materiales a las instituciones y las gentes de esta comunidad. Los Estudios Ojalá, el Instituto Cubano del Libro, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, el Proyecto de Divulgación de la Niñez y la Adolescencia en Cuba y el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau han traído muestras de su trabajo editorial y musical para que sean incorporados al disfrute público en el barrio, a través de las bibliotecas o los espacios culturales existentes.

Silvio siempre invita a escritores, artistas, amigas y amigos, a hacer un saludo inicial en estos momentos de compartir con los barrios, en los barrios, sus canciones. Me alegra hacerlo hoy aquí, también en nombre de la gente del Centro Pablo, un espacio donde se nuclean los trovadores y las trovadoras, esos hermanitos de oficio, como los ha llamado Silvio, en el espacio de expresión, difusión y debate A guitarra limpia.

Estos conciertos en los barrios no resultan en realidad algo nuevo en la labor del trovador. Estuvieron, muy al principio, los parques iniciales, iniciáticos, donde compartía con sus jóvenes amigos la magia de las canciones recién creadas y la complicidad de los pequeños grupos de gentes afines que admirábamos la complejidad y la belleza de sus canciones, cuando todavía no habían aparecido en el horizonte los escenarios para sus presentaciones.

Después aparecieron esos escenarios — los pequeños y los grandes escenarios — que Silvio y los fundadores de la nueva trova asaltaron a punta de tenacidad y de imaginación.

Metafóricamente, para el trovador, el barrio podía ser un barco pesquero en altamar frente a las costas de África, y aún la tierra misma de aquel continente en los días de la guerra de Angola, a donde el trovador fue a compartir canciones y riesgos con sus compatriotas y con los combatientes angolanos.

Y, más recientemente han estado también esas jornadas de canción y arte en los establecimientos penitenciarios que Silvio llevó adelante para contribuir al fortalecimiento de la dignidad de las gentes que lo necesitan, a partir de la confianza y la autoestima.

Nos alegra acompañarlo porque estas son iniciativas espontáneas y queribles, nacidas de las ganas de compartir, de enseñar aprendiendo.

No se viene a traer la cultura a estos barrios: la cultura, en su sentido más abarcador y más profundo, ya está aquí: en la manera de caminar, de bailar, de mirar o de hacer el amor, en todo lo que genera la gente en su relación con los otros, con el entorno, con el mundo.

Se viene a compartir esa expresión artística hermosa y comunicadora que son las canciones de Silvio. Como siempre recordamos cuando hablamos sobre o con Teresita Fernández (que hace solo unas semanas cumplió sus ochenta años), esas canciones (las de Teresita, las de Silvio) han acompañado, enriquecido, complejizado las vidas de varias generaciones de cubanas y cubanos (y no sólo de gentes de nuestra Isla). Eso pensé, sentí, otra vez, cuando vi hace pocas horas a una señora o a un niño, sobre el techo de una casa, en Guanabacoa, en La Jata, acompañando la voz del trovador.

El barrio es una célula viva de la sociedad y de su gente. Estos conciertos vienen también a recordarnos la necesidad de activar la inteligencia latente, de reavivar y revivir los mecanismos sociales desgastados y de dar más espacios y oportunidades de participación a la gente que lo necesita y lo merece. Esa es tarea de muchos. El trovador viene a decirlo, a avisarlo, y a estar con su palabra y su guitarra, con sus canciones, donde siempre ha estado: entre la gente.

En este concierto de hoy Silvio estará recordando también probablemente sus relaciones personales, históricas con este barrio y sus calles. Si San Antonio de los Baños estuvo en los orígenes, la calle Gervasio, donde vivió las inquietudes de la primera inolvidable juventud, es parte de esa memoria cotidiana, familiar, imprescindible que también ha alimentado sus canciones y su vida.

El gran poeta Eliseo Diego, a quien Silvio admiraba y admira, hablaba de ese sitio donde tan bien se está. Ahora estamos aquí en Los sitios, donde el trovador nos hará sentir tan bien, compartiendo sus canciones con nosotros.

Boletín Memoria 133 / Centro Pablo





Página enviada por Centro Pablo
(21 de enero de 2011)


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