Cuba

Una identità in movimento

Lejos de la corriente

Edel Morales



Nota de contracubierta

Lejos de la corrienteLejos de la corriente recoge casi toda la poesía publicada por su autor a lo largo de veinte años, que puede definirse en al menos tres líneas fundamentales: el peso de la memoria como fuente de conocimiento del mundo y de la propia poesía, el vínculo entre experiencia y escritura, y la huella de los diversos amores (al país, a la hembra, a la palabra) a modo de testimonios del ser y del estar. Inquietudes resueltas siempre en versos tendientes a demostrar que el germen de la revolución poética late en la relectura de la tradición, en esa suma que trae al hombre y al poema al manantial interminable de los orígenes.

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Edel Morales (Cabaiguán, 1961)

Edel MoralesEscritor y promotor cultural. Ha publicado los poemarios Viendo los autos pasar hacia Occidente y Escrituras visibles. Seleccionó y prologó el catálogo de jóvenes poetas cubanos Cuerpo sobre cuerpo sobre cuerpo y la antología La Estrella de Cuba. Inventario de una expedición, todos por la editorial Letras Cubanas. En el 2002 la editorial canaria Globo publicó una primera versión de este poemario, Lejos de la corriente, al cual también se añade una nueva sección de textos inéditos. Obtuvo, entre otros, los premios Revolución y Cultura, y Razón de Ser. Sus textos aparecen en antologías, publicaciones periódicas y sitios digitales de la isla y de otros países. Poemas suyos han sido traducidos al inglés y al francés. Ha realizado lecturas o impartido conferencias en instituciones culturales y académicas cubanas y de Venezuela, Argentina, México, España, Puerto Rico, Estados Unidos y Alemania. Es director de la revista de literatura y libros La letra del Escriba.


Desde el año de la noria

Contaba una vez un rey
que ganó su trono en la sangre.

Yo, y el que ustedes imaginan fiero,
nos hemos visto antes.

Alguna luz murió sin ser por el cansancio.
Algún ciruelo perdió raíces desde entonces.
Pero no hay día más terco que los años
de la adolescencia firme.

Yo, y el que ustedes imaginan,
preguntamos juntos.
Era el año de la noria con barcos en la costa.
Todos gritando abajo.
Todos gritando arriba.
Todos listos a caer y hacernos piedra,
mientras eso fuese una manera de elevar la confianza.

¡Qué terrible el tiempo para trastocarnos tanto!
¡Qué fulgor de espejos para confundirse uno!

Porque ocurre como en las viejas historias.

Yo, y el que ustedes imaginan,
estamos mirando hacia un cielo distinto.
Y así jamás la estrella brillará para los dos.
Así jamás el grito será igual en los parques públicos.

Somos únicamente peces regados por la crecida.

El otro, y este que ustedes imaginan fiero,
al acecho del momento de saltar.

¡Oh, voz, no calles,
antes de cruzar los miedos!


El frío de los años

Dibujaba
un rostro de gato
en la pared
— vacía, nueva, recién pintada.
El rostro de un gato
sin enigmas
y luego su piel
— sin manchas.

Dibujaba
la copia virtual
de una copia
anterior
del rostro posible
de un gato
ya extinguido
— sin vida.
El rostro seco
de un gato cualquiera
— sin esfuerzo,
sin ninguna tajadura.

Igual
escribo en la pantalla vacía
las palabras
gato / rostro / pared
sin que pase nada
— ninguna revelación,
ninguna pregunta.

La vida y el arte
son fríos.

Y nada significan
lo nuevo / el sueño / una piel
o la expresión
en los ojos de un gato
— no vivo, escrito, no vivo,
dibujado al azar,
entre el humo y la niebla,
por el inconsciente.


Una mano en el traspié

He pensado en la muerte;
de un modo más preciso, en
morir — un verbo minucioso,
apegado siempre
a lo real de la experiencia.

Cuando regresaba tarde a casa,
por las calles vacías,
he pensado mi muerte.
Fue ayer, digamos
ya casi un hoy sin sombras;
pero aún ahora
estrujo contra el rostro una mano crispada.

De nada valen los actos
durante tanto tiempo más o menos dedicados a servir.
De nada valió amar con toda el alma.

Sin una mano en el traspié, sin una mirada
o una sencilla palabra de ánimo:
destruido estoy y solo,
con mi verdad a cuestas.
Y nada pueden hacer las multitudes
a las que tantas veces puse en marcha.
Y nada puede la mujer que quise entera.

Vacía está la vida en la pobre ciudad vacía.

Con la mano crispada en el rostro he pensado en morir,
apenas ayer, hace un rato simplemente, digamos
ahora.


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Webmaster: Carlo NobiliAntropologo americanista, Roma, Italia

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