Yo pensaba y me decía: ¡debe ser algo extraordinario ese país!, pero realmente nunca quise soñar con la idea de venir a Cuba. Algunas personas de mi familia habían estado en La Habana, pero yo no quería soñar con esa idea porque me parecía que era aspirar a lo imposible.
Después el horror, el terror que sembró tanta destrucción en mi país, obligó a mi madre y a mis hermanas a salir de la Argentina. En el trayecto perdía muchísimas cosas y ¡paradojas de la vida!, gané una nueva vida, una vida extraordinaria, maravillosa, gané otra patria, otro lugar, otras costumbres, otros sentimientos, otra manera de ser.
Quise comenzar recordando a mi padre porque fue quien me enseñó que había un país llamado Cuba donde, seguramente, vivía gente extraordinaria que escribía eso que él me leía.
Deseo, también, agradecerle a mi madre y a mis hermanas haber compartido estos años y haber logrado sobrevivir al horror y a las pérdidas, haciendo una vida llena de felicidad, con contradicciones, pero llena de felicidad.
La vida me ha dado muchísimas satisfacciones; una es ésta de haber compartido todos estos años de vida personal con Víctor; haberlo encontrado en mi camino, que me descubriera en medio de la multitud y que me haya dado la oportunidad de realizar un sueño que a mí me parecía imposible; que me ha regalado, él me ha regalado, y por eso quiero dedicar esto además de a mi familia (a mi padre, a mis hermanas, a mis hijas, a mi madre que está aquí, por suerte) a mis compañeros de trabajo.
A los amigos que durante estos diez años me han acompañado de cerca en el plano personal y profesional y me han hecho sentir lo mismo que afirmó Silvio Rodríguez en un memorable documental en el que afirmó que él hacia canciones para hacer feliz a la gente.
Yo trabajo para hacer feliz a la gente. Espero haberlo logrado en alguna medida. Esta Distinción me da la oportunidad de mirarlos y creer que logré un poquito de esa felicidad de cada uno. Y a mis hijos del Centro Pablo: ¡gracias! Tengo muchos hijos aquí que van desde Augusto Blanca hasta Mauricio Figueiral. Gracias a Víctor, gracias a Abel y gracias a la gran familia que he encontrado.
Jamás me he sentido una extranjera en este país y creo que eso no es por mí condición humana sino por la condición humana de los cubanos que, más allá de cualquier cosa, acogen con afecto y entrega a todas las personas, vengan de donde vengan, crean en lo que crean, hagan lo que hagan. Eso me conmueve cada día.
Les agradezco a todos por compartir este momento: a los que están y a los que no están también. Muchas gracias, muchas gracias.
Pagina enviada por Víctor Casaus
(12 de noviembre de 2006)