Arsenio Martínez Campos estaba asombrado. No se daba cuenta o no quería darse cuenta de que el tiempo había pasado y la siembra había fructificado en un terreno tan fértil: Antonio Maceo y Grajales. Le había escrito al Presidente del Consejo de Ministros de España lo siguiente:
Creí habérmelas con un mulato estúpido, con un rudo arriero; pero me lo encuentro transformado no solo en un verdadero General capaz de dirigir sus movimientos con tino y precisión, sino un atleta que, en momentos de hallarse moribundo en una camilla, es asaltado por mis tropas, y abandonando su lecho se apodera de un caballo, poniéndose fuera del alcance de los que lo perseguían...
José Luciano Franco ha escrito sobre ese episodio:
Cientos de combates y docenas de heridas en diez años de incesante bregar, desarrollan en el soldado de la primera hora condiciones excepcionales que lo colocan entre los máximos dirigentes de la guerra de liberación nacional.
Mucho más se va a asombrar el General en Jefe del ejército hispano en Cuba. La división ha causado estragos en las filas insurrectas. Como ha expresado Aleida Plasencia:
El conformismo de algunos y la desesperación de otros llevó a la aceptación de la oferta del jefe español de una paz sin independencia.
La Cámara de Representantes, disuelta para permitir el paso reformista de una resolución política a la guerra y a lo que se aspira con la guerra. No hay solución verdadera. Es una paz sin dignidad y sin liberación. La esclavitud sigue hiriendo, y la mayoría de los males también. La sangre derramada, tanta heroicidad de hombres y mujeres, al olvido. Céspedes y Agramonte nunca habrían aprobado el Pacto del Zanjón. Y en la deposición y el abandono que mucho pesó en su muerte — de Carlos Manuel existen muchas raíces de esta traición. Hay patriotas equivocados, cierto, pero se ha formado la fiesta para los flojos. No sería la última vez en nuestra historia: la etapa actual ha conocido de sus zanjoneros, en asquerosa minoría.
El Titán de Bronce y Vicente García han mantenido a Oriente ardiendo. Según la Plasencia, Arsenio
... lo sabía muy bien, y por ello trató de hacer contacto con estos jefes, para lograr su apoyo a la paz. García prácticamente se comprometió a firmar el Zanjón en entrevista efectuada con el propio jefe español, pero Maceo solicitó un encuentro con el Pacificador...
El General Antonio enfrentó con valor e inteligencia los ataques de la indisciplina en la región indómita. Se había preparado para la entrevista. De acuerdo con la citada historiadora:
El mulato guerrillero demostró entonces su percepción política enviando comisiones a todos los jefes orientales para lograr la unidad revolucionaria frente al enemigo; intransigencia frente al reformismo, unidad y organización eran las ideas que llevaba Maceo...
Asómbrese, Martínez Campos. Mangos de Baraguá. 15 de marzo de 1878. ¡Un NO a la paz ignominiosa! Tremenda pasión revolucionaria en la actitud, en las palabras de Maceo. Mas no es eso únicamente, a pesar de que ya por ello vale. Aleida lo aclara muy bien:
... fue protesta a la paz sin independencia y a la abolición limitada de la esclavitud, pero no un gesto impulsivo y personal. De ahí que el jefe oriental al afirmarle a Martínez Campos que su decisión por la guerra era irrevocable, puede también decirle con orgullo: "Yo soy el eco de los jefes y oficiales que me rodean..."; había logrado aglutinar aun a elementos con quienes había tenido situaciones difíciles. Limbano Sánchez, con un grupo de las fuerzas de Holguín, entró en el campamento de Maceo dando vivas a este jefe. Vicente García decidió sumarse a la intransigencia..
El Gobierno Provicional tiene una forma distinta a la adoptada en Guáimaro; este demasiado amarrado a lo civil y separado de la realidad y las urgencias de la conflagración en buena medida. Ahora preside el general Manuel Calvar. Claro, Maceo es el líder de la continuación bélica que comienza el 23 de marzo. La proclama que firma bajo el título de A los habitantes del Departamento Oriental no solo rechaza la pacificación engañosa sino que habla de formar
... una nueva República asimilada con nuestra hermana la de Santo Domingo y Haití...
visto por no pocos como un índice de solidaridad latinoamericana, caribeña.
Solo unos cuantos meses duró el citado Gobierno. La lesión era enorme. No permitió, en esos momentos, la continuación. Pero el Zanjón, más que pacto resultó tregua. Y la Protesta y la forma gubernamental surgida a su calor abrieron senderos para batallas posteriores. Y José Martí, el máximo dirigente de la Guerra Necesaria, supo beber en ese manantial para que de nuevo ardiera la manigua.
Esa acción del General Antonio jamás nos ha abandonado. Alimenta el alma, agiganta, hace vibrar los corazones. Y uno entra en las nuevas hazañas con ese espíritu.
Hoy continuamos batallando contra los hongos venenosos que se lanzan hacia la patria del Titán de Bronce: sean las leyes Torricelli, Helms-Burton o la de Ajuste Cubano. Contra esto, un escudo maravilloso: el Juramento de Baraguá, firmado por todos los ciudadanos dignos de la mayor de las Antillas.
Si se equivocan hallarán la respuesta de los mambises, de los rebeldes, de los combatientes de Girón... Y ya lo sentenció Maceo:
Pero quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha.
Con la lidia ideológica, adelante, sin miedo y bien entrenados, firmes; y en el General Antonio, gran apoyo: no hubo hipérbole alguna cuando el Maestro señaló que aquel tenía tanta fuerza en la mente como en el brazo. Y ese vigor está presente en su patria, donde no cabe la palabra rendición.
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