Cuba

Una identità in movimento


La retrospectiva digital de Luis Miguel Valdés: Del azafrán al lirio

Sandra González


Entre las diferentes opciones que propone la realización en La Habana del IV Salón de Arte Digital organizado por el Centro Cultural Pablo de Torriente Brau, animador sistemático en nuestro país de esta manifestación artística ligada a las nuevas tecnologías, merece destacarse la exposición Retrospectiva 1986-2002 del maestro Luis Miguel Valdés, que hasta finales de julio se mantendrá abierta en la Galería del Cine Charles Chaplin en esta capital.

La obra plástica de Luis Miguel Valdés (Pinar del Río, 1949) se caracteriza por una ejecución vigorosa, alto dominio técnico y el empleo de una línea depurada, que deja a un lado lo anecdótico del tema tratado para centrarse en los aspectos que el artista considera fundamentales. Con una larga carrera como grabador, de la que es prueba inequívoca aquí su ya memorable linóleo de la Catedral de La Habana, ganador de premios en varios certámenes, Luis Miguel ha incursionado con éxito otras manifestaciones artísticas como la escultura, además de la pintura y el dibujo. Graduado de la Escuela Nacional de Arte y del Atelier 17 de S. W. Hayter, en París, Francia, fue profesor titular del Instituto Superior de Arte, ISA, y Jefe de su Departamento de Grabado. Hoy dirige, en Ciudad México, un taller de gráfica fundado por él, La Siempre Habana, donde han trabajado los más importantes creadores cubanos de hoy y artistas plásticos de renombre internacional, como José Luis Cuevas.

Luis Miguel posee además, con un bien ganado prestigio en la creación artística a partir de las nuevas posibilidades que ofrecen, en este convulso mundo nuestro, la computación y la informática. De sus inicios en las técnicas del arte digital, él mismo nos ha contado:

    A partir de un primer encuentro en el Instituto Superior Pedagógico de Pinar del Río a mediados de 1985 y con una computadora que no tenía ni disco duro ni mouse y una tarjeta CGA de 4 colores, me metí de lleno a ver qué se le podía sacar a ese aparato. Con las teclas de los números y con aquel maravilloso programa STORYBOARD hice los primeros gráficos en computadora que realizaba un artista plástico en Cuba.

Fiel a sus orígenes, aquellos primeros intentos culminaron en abril del 1987 con la Primera Exposición de Dibujos por Computadora celebrada en el propio Instituto Superior Pedagógico de su Pinar del Río natal. En empatía orgánica con las imágenes, la muestra se ambientó con piezas de música electroacústica, hecho más que atrevido para la época. Luego le sucedieron allí otras 2 exposiciones más; después el teatro de la Empresa Uneca, en la Capital, fue el lugar escogido para una muestra similar. La reacción no se hizo esperar. Las opiniones fluctuaban entre la incapacidad del artista, la pérdida de su voluntad de trabajo y el snobismo. No se comprendía entonces, y a veces hoy tampoco, que la voluntad y un medio amable no basta para producir la obra de artes, es necesario el talento creador y la mirada particular del artista para saber dejar a un lado lo superfluo y encontrar el verdadero camino hacia la culminación de la obra. Pero Luis Miguel estaba seguro de sí mismo y no perdió ante las críticas negativas su capacidad y deseos de experimentación y así nos relata lo que siguió después:

    Llegó un día al ISA la primera computadora y la Vice-rectora en esos tiempos, Yolanda Wood, tuvo la buena idea de ponerla en mis manos a tiempo completo y me instalé en un cubículo del cual no salí hasta varios meses después.

Así nacieron dos recordados videoclips, imágenes recreadas a partir de dos conocidas canciones de Pablo Milanés — El poeta eres tú y El breve espacio en que no estás — que participaron en el IX Festival de Cine Latinoamericano, se exhibieron en una pantalla gigante del Pabellón Cuba, por lo que pudieron ser apreciados por miles de espectadores y se estrenaron en La Universidad de Habana conjuntamente con la película Habana de Robert Redford. Aquellas imágenes sorprendieron al público no por sus influencias del Op y el Pop-Art, que desde la década del 60 habían estado en boga en nuestro país, sino porque saltaba a la vista que estaban realizadas de manera diferente, aunque muy pocos imaginaran siquiera que se había empleado una computadora en su producción.

De esa época es también el Ché pixelado del cartel de la Oclae y el elaborado para el Taller de Comunicación Visual del ISA, que podemos ahora apreciar aquí.

A partir de ese momento, y como profesor de gráfica por computadora en el ISA, numerosos han sido los trabajos de Luis Miguel utilizando la computadora como herramienta. En el enviado al II Salón de arte Digital organizado por el Centro Cultural Pablo de Torriente Brau, Homenaje a la Habanera, conocido en este caso por millones de cubanos, ya que se empleó para ilustrar la página cultural del Directorio Telefónico de Etecsa 2001, se evidencia la tendencia a la escultura, así como en las obras aquí expuestas La ciudad de las Columnas, Homenaje a Alejo Carpentier, Los sueños de mi amigo II, Espejo negro y Una rosa pintada de azul, donde además del juego de texturas y espacios que conviven en un todo armónico se pone de manifiesto la inminencia de la computadora en las posibilidades corpóreas de estas piezas. Este interés del artista por la escultura, ya presente en el grabado Las tres columnas, que aquí se exhibe, se evidencia ya claramente en su participación, con gran éxito, en el I Simposio Internacional de Esculturas en Placas de Acero, en México, para el que realizara en 1993, El Puente de la Morena, de la que podemos apreciar una breve representación de los distintos estados de su concepción artística hasta la pieza terminada. En efecto, sobre el empleo de la computación en su obra escultórica ha dicho Luis Miguel:

    En la escultura he empleado múltiples programas de tres dimensiones para hacer mis maquetas que pueden verse con la textura final, puedo animarlas para verlas desde todos los ángulos y hasta puedo tener los dibujos de las piezas a escala para realizar los cortes en el metal.

Otros interesantes trabajos pueden apreciarse en este verdadero viaje en el tiempo, pues para acompañarlo, Luis Miguel invitó a diversos compañeros de aventuras en avatares digitales. Así podemos deleitarnos con un fascinante estudio de una obra, descompuesta en sus elementos hasta llegar al todo final, del artista Gilberto Frómeta donde, como en otras obras suyas, el caballo ocupa el centro del interés ya sea real, con toda su fuerza viril, o el tierno caballito de madera del carrusel infantil que todos acariciamos alguna vez. También podemos apreciar trabajos iniciales con computadora de José Gómez Fresquet, Frémez, destacado diseñador gráfico que ha incursionado en todas las técnicas de grabado buscando siempre la incorporación de las tecnologías de avanzada a las artes plásticas. En sus obras los distintos elementos de la existencia conviven en un única realidad plástica, donde lo grotesco sirve para hacernos reflexionar sobre el mundo que nos circunda y sobre nosotros mismos. Ernesto García Peña, Agustín Bejerano y Aziyadé Ruiz (cuya obra preciosista recuerda El Beso de Klint), representan otra manera de mirar igualmente válida.

La muestra se completa con obras de Enrique Martínez Guillén, discípulo de Luis Miguel, quien junto a Angel Torrella fueron los primeros en diplomarse con un trabajo sobre arte digital. Relevantes resultan también los recortes de prensa de la época que guían a los espectadores y nutren las sensaciones sugestivas de elementos racionales, imprescindibles en este caso para una mejor comprensión.

Luis Miguel, ya un poco de regreso de lo que para muchos resulta novedoso, reclama que el arte digital sea despojado de su adjetivo y se inscriba como ARTE, a secas, en el universo de la plástica contemporánea. Con esta actitud, el joven maestro desmitifica el uso de la computadora, sitúa claramente sus alcances como nueva herramienta y nos recuerda que el artista verdadero no necesita de complicados artilugios, sino que le basta para crear un elemento que le es consustancial y, por ello mismo nada común: el talento.



Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau


Página señalada por Victor CasausCentro Cultural Pablo de la Torriente Brau


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