Cuba

Una identità in movimento


Cultura y Medio ambiente

Lohania Aruca Alonso


En la agenda anual de una "persona culta" ¿qué lugar ocupa la atención al medio ambiente, al conocimiento del mismo, a sus problemas y soluciones, particularmente en la localidad donde habita? Me atrevo a decir — haciendo un juicio muy subjetivo — que si la persona no es un o una especialista en esta vasta temática, pero tiene anotado en alguna parte de la libretita-recordatorio su interés y atención a ella — de cualquier forma —, si piensa en la Madre naturaleza, y en su Hija predilecta: la Sociedad humana, esto llegaría a ser ¡un gran acontecimiento cultural! Habría que destacar su ejemplo como una actitud de la ¡Intelectualidad de Vanguardia en el siglo XXI!

¿Por qué ocurre una lenta toma de conciencia de la relación CULTURA-MEDIO AMBIENTE? Esto se debe más a una rémora del pensamiento materialista vulgar, del llamado "consumismo", que ninguna otra cosa. El sistema capitalista, y dentro del mismo sus paradigmas y acciones, "la sociedad industrial" y la "post industrial", nos transformaron en explotadores de "materias primas" — de elementos naturales no reciclables, por ejemplo, maderas de los bosques, minerales de distintos tipos, agua, etc.; somos consumidores-destructores de la Naturaleza, del Planeta donde vivimos. Una parte de la población mundial en el siglo XX se trasladó hacia ambientes urbanos[1] (ciudades, metrópolis y megalópolis), teniendo en cuenta el continuo e impune deterioro del ambiente natural y social que abandonaba.

Los enormes perjuicios y peligros de nuestras conductas desinteresadas en los asuntos ambientalistas nos amenazan a todos, irremediablemente, y no excluyen a las numerosas generaciones que coexisten en el presente, ni al legado que dejaremos a la sociedad del futuro; porque el planeta Tierra es único y verdaderamente indivisible. Las fronteras políticas no existen para la Naturaleza.

Los ambientes agredidos por las recientes guerras salvajes, llevadas a cabo por países que cuentan con un armamento de alta tecnología destructiva — muy a propósito para acelerar el avance del invasor, con el "menor riesgo" para las tropas imperialistas, pero causando el mayor daño posible al "enemigo", que opone resistencia ante los mortíferos ataques —, dañan por un tiempo incalculable regiones completas del Planeta: selvas y bosques, cuencas acuíferas, mares, ciudades y asentamientos de diversas dimensiones y capacidades, sobre todo en las zonas desérticas. El genocidio va acompañado de la destrucción de valiosos centros y sitios culturales, algunos milenarios, del aniquilamiento del medio natural o urbano, malignamente sembrados de bombas antipersonales, sin estallar aún, y de sustancias altamente venenosas para animales, plantas.. y para envenenar el agua, que se recicla continuamente en la atmósfera.

Desaparecen paisajes naturales y tradicionales, se reduce la diversidad biológica y cultural; se impone el cambio climático a pasos agigantados, con la activa participación de los seres humanos. ¿Cómo influencian estos factores en la vida de la sociedad, en el pensamiento humano, en el desarrollo intelectual de las futuras generaciones? ¿Cuál será la carga negativa de odio, impotencia, pesimismo, que traerá consigo sentimientos antihumanistas, crueldad y perversidad, destilada a través de la parte más oscura de la "bestia" deshumanizada? ¿Es realmente la autodestrucción el destino de la sociedad humana desde el principio, tiene tal criterio un punto de partida racional, o irracional? ¿Es que la Cultura humanista no ha calado precisamente en la conciencia de quienes orientan, dirigen y hasta deciden el destino de sus conciudadanos, sus coterráneos?

¿Habrá algún espacio para la Cultura si no lo hay para la Vida en la Tierra? El llamado a la reflexión y a la acción inmediata, se transforma y es, por cada segundo, minuto, y hora del día que pasa, un asunto ¡importante y urgente! Por tales motivos, la cuestión no es de dominio exclusivo y pertinencia de los hombres y mujeres de la Ciencia. Está presente en todas las esferas del desarrollo humano: político, económico, social, cultural, moral y ético, artístico, literario... La voluntad política es fundamental para llevar adelante un cambio estratégico, crucial, en nuestra forma de existencia, en la reevaluación de las prioridades y jerarquizaciones en cualquier ámbito de nuestra vida pública y privada.

Sin vacilación afirmo que la comunicación humana, por todos los medios posibles (desde la familia, las organizaciones sociales y profesionales de cualquier índole, la prensa plana, radial, televisiva, digital, el arte y la literatura, reitero, la organización de los procesos educacionales, productivos y de servicios ¡todos, sin exclusión!), resulta un vehículo imprescindible para la educación ambiental desde la primera infancia. Sin embargo, es más necesario aún cuando apunta al objetivo central de la reeducación ambiental, especialmente dirigida a quienes orientan las políticas socialistas. Esta es la verdadera Cultura del desarrollo integral humano.

El desafío es muy serio. Hay que aprender a pensar, repensar, transformar, evaluar, revaluar, crear nuevos valores, accionar con ellos sobre comunidades enteras, en llanos y montañas. Hay que iluminar mentes que yacen en la oscuridad de la ignorancia; sanar la ceguera de mentalidades demasiado alejadas del materialismo científico, para que se abran a éste y conozcan y palpen los peligros que nos rodean: hecatombes naturales, tan terribles como el guerrerismo genocida del Imperio.

Cuba tiene condiciones muy especiales que la favorecen para este tipo de transformación, para la organización, trasmisión inmediata y puesta en marcha de tales pensamientos revolucionarios sobre la relación entre la Naturaleza y Cultura, en el marco de una Revolución verdadera en constante movimiento y perfeccionamiento de sus aspiraciones humanistas. La solidaridad entre los cubanos y cubanas es raíz y principio; es el fundamento de nuestra identidad cultural y de la historia de nuestra nación y nacionalidad. Es lo que permite explicar la unidad del Pueblo en torno a sus más altos y caros ideales, por encima de cualquier otro concepto de diferenciación o división. Así, ¡somos cubanos!

El internacionalismo proletario, es una idea más reciente, aunque esta concepción política no nos resulta ajena, sino que amplía hacia lo externo, la solidaridad practicada desde adentro. Esta última se enseña y se aprende en el seno de nuestros hogares, es tradición y cultura de una sociedad que necesita autoafirmarse para subsistir, resistir y vencer enormes obstáculos, avanzar y consolidarse en lo interno, o endógeno, a pesar de una poderosa corriente de antinacionalidad ejercida desde fuera. La misma que trató de impedir nuestra independencia del colonialismo español, y después del neocolonialismo yanki, cuya esencia anexionista siempre ha estado a la vista, exteriorizándose sin pudor alguno en las posiciones históricas y en los momentos actuales.

El valioso apoyo de la solidaridad internacionalista que ha tenido la Revolución Cubana en el poder, desde 1959 hasta la fecha, ha levantado un valladar infranqueable para el imperialismo yanki, es la muralla de la que nos habló el poeta Nicolás Guillén, que ha resistido y resiste los dramáticos cambios de diferentes etapas históricas en la lucha por el Socialismo a escala mundial. Las derrotas en Playa Girón, la Crisis de Octubre de 1962, las más cercanas campañas de denuncias contra el bloqueo, las tergiversaciones de los derechos humanos en la ONU manejadas como un posible sustento de intervención armada yanki, y otros cientos de agresiones fracasadas, han resonado en la conciencia mundial, han logrado echar abajo altos muros de prejuicios políticos.

Lo mejor del género humano, de la sociedad internacional, ha contribuido valientemente a la sobrevivencia del pueblo cubano, de su libre y mayoritaria opción socialista, a favor de la democracia participativa, real. De este modo, se han creado ambientes descontaminados, de respeto, comprensión, paz, y relaciones constructivas hacia Cuba socialista, desde lo más profundo y auténtico de muchos pueblos hermanos del continente americano, incluido el pueblo estadounidense. En ese entorno intelectual, el diálogo entre seres humanos, de distintas nacionalidades y sistemas económico, político y social, ha sido perfectamente posible.

No obstante, la obsesión destructiva, anticubana, de los gobernantes yankis ha persistido con denuedo, y posiblemente dominará el futuro inmediato del diferendo. ¿Hasta cuándo podrán sostener el alto costo de su autoaislamiento en el caso de Cuba, frente a la opinión contraria del resto de las naciones que forman parte de América, y de otras regiones del Tercer Mundo, además de la Organización de Naciones Unidas? Esta es una pregunta interesante con mira a nuevos tiempos. Es difícil de responder por la vía oficial de los EE. UU. Justamente porque el mundo en que vivimos es una sola casa para todos. La aceptación de la convivencia pacífica, en medio de la diversidad universal, se revela como una contracultura del poder emergente, cuyo fondo necesariamente es ambientalista y nos plantea esta sola alternativa, ineludible para salvarnos y salvar a la Tierra.


La Habana, jueves, 07 de diciembre de 2006


    Nota de referencia

    1. En Cuba, la población urbana, residente en asentamientos urbanos, se eleva al 75% (cifra redonda) del total censado en 2002.



    Lohania Aruca Alonso
  • Investigadora.
  • Lic. Historia.
  • M.SC. Estudios en América Latina, el Caribe y Cuba.
  • Colaboradora periodística del Portal de la Cultura Cubana.
  • Miembro de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) y de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).



Página enviada por Lohania Aruca Alonso
(6 de diciembre del 2006)


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