¿En que momento de su vida la literatura lo atrapó definitivamente?A los 21 años, recién cumplido el Servicio Militar Obligatorio, cuando había pasado ya por un ciclo de lecturas decisivas, de pronto descubrí que todo lo que yo venía escribiendo en libretas de adolescencia quizás si se podía convertir en literatura. Por supuesto, no se convirtió, y todo aquel material fue convenientemente eliminado, salvo algunos cuentos que aun guardo por ahí. Temprano me di cuenta de que probablemente no tenía dotes para la narración, tampoco sabía bien si tenía algunas dotes para algo, pero me comencé a esforzar. La lectura de Paradiso a los 22 años me dejó en estado de iluminación. La lectura de Antonio Machado completo, a los 23, me abrió un poco los ojos hacia la poesía que iba a preferir. Bueno, todo esto lo digo bajo el concepto de la literatura como creación pues, como lector, desde mis seis años de edad poco a poco fui llenándome de Perrault, Andersen, Grimm y Las mil y una noches. Desde entonces la literatura me atrapó. Y no me quiero soltar. En este dinámico despegue (literatura incluida) del siglo XXI ¿se ajusta a la verdad seguir hablando de géneros literarios?Todavía, sí. A estos tiempos llamarán antiguos. Pero es evidente que no se han rebasado aún ciertas fronteras que se veían venir con el llamado hipertexto. El final del siglo XX trajo una intertextualidad que parecía ir borrando límites entre narrativa y poesía, por ejemplo. Pero a mí me parece que hay una larga confusión entre un género llamado poesía y un estado o manifestación o forma de manifestación de la materia, la energía y la inteligencia en el cosmos que también se llama poesía, con más derecho que un género literario en particular avocado a la escritura. Asimismo me parece que "aquello" que los científicos y filólogos han llamado literaturidad o literariedad (según la traducción del término), en verdad refiere al grano de poesía que Martí advertía como sazonador de un siglo. Sin poesía no hay arte. Los géneros están en franca evolución, hoy son otros diferentes de como los clasificó la Poética aristotélica, aunque guarden relación con ella. Nada es eterno, todo evoluciona, nada se detiene, todo cambia, eso nos lo enseñan la física, la química, las matemáticas en sus estados evolutivos actuales, y no hay que buscar mucha teoría: basta con observar las estrellas. Y si todo cambia, ¿habrían de permanecer estáticos los "sujetos de creación" que son en verdad los géneros literarios? Pero todavía se puede hablar de cuento-novela-teatro-poesía-ensayo como algo "clásico" o "canonizado". Y dentro de ellos, hay subdivisiones que ya son consideradas por algunos estudiosos como genéricas: policial, detectivesca, épica, lírica, elegíaca... y hasta por elementos formales: décima, romance, ¿es el soneto todo un género? Las discusiones teóricas en torno a lo genérico no pertenecen al siglo XXI, pero seguro lo desbordarán. La libertad de creación, ¿comienza en el papel en blanco o en la conciencia individual de cada escritor?Hay un tipo de libertad intelectivo-creativa que para ser realmente reprimida no puede ser más que quemada o llevada a las cámaras de gases, a las sillas eléctricas, a los paredones de fusilamiento, con del individuo cuyo cerebro la disfruta. La conciencia puede ser libre si el individuo no es dogmático aferrado, cerrado en círculos concéntricos al modo de un agujero negro, adocenado por tesis inviolables o fundamentalismos cuyas trasgresiones pueden conducir a la violencia física y social. Para un artista de la escritura, la gran libertad está en la página en blanco, una vez que se comienza a escribir, la libertad empieza a restringirse por los contenidos y por las formas de la experiencia de la escritura, por el saber o el no-saber del que escribe, por sus credos o des-credos... Y luego está la censura social — política, moral, económica, religiosa... — que colabora con la autocensura. Esta mecánica de la libertad o carencia de ella se manifiesta en todos los planos de la vida humana, ¿cómo no iba a registrarse en la creación? Que ella sea lo más libre que el hombre y la mujer creativos puedan ejercerla, es un viejo ideal, a veces una utopía, que ha tenido realizaciones ciertas a los largo de la historia humana. ¿En qué zona de la literatura (en el más amplio sentido de la palabra) se siente más realizado y por qué?Me parece que soy un poeta. Esa es la manera en que miro al mundo, en que aprendo y a veces aprehendo a la realidad. Pero por eso no tendría que pasarme todo el tiempo haciendo versos. Me siento cómodo con el ensayo, con el artículo breve, al que siempre le trato de poner una nota peculiar, una frase que lo eleve desde el matiz informativo. Cuando uno aprecia (lee) con detenimiento acucioso su extenso currículum profesional y asume su edad, desde ese día iluminado en Fomento hasta el salto al vacío de los días que corren, se pregunta (le pregunto)... ¿Virgilio duerme?Sí, cómo no, es imprescindible para poder soñar.Una pregunta incómoda para un hombre inteligente: ¿Cuáles serían las fortalezas y las debilidades de la literatura cubana, en general, en un segmento que incluiría desde la década del ochenta del siglo anterior hasta el presente?Bueno, esa es una pregunta inteligente para un hombre incómodo. Usted seguro que se da cuenta de cuánto se hace — escribe y publica — a nombre de la literatura. Si toda escritura es literaria, por estar hecha de letras, pues bien. Pero si entendemos a la literatura como un arte, el arte de la palabra, que requiere de un grano de poesía imprescindible para fecundar hasta a la misma paja, entonces veo mucho más de esto último que de grano. Diría que la literatura cubana actual tiene su fortaleza en el rango cuantitativo, su debilidad en el cualitativo. ¿Podemos proponernos hacer una "alta poesía" universal como se propone cumplir una meta productiva? Lo dudo mucho, más bien veo mucha voluntad de erigir pedestal antes que de hacer ara, y la poesía, la literatura artística, es ara, no pedestal. Con todo, no estamos entre lo peor de la lengua española, no es nuestro país un rezagado del discurso literario de nuestro tiempo. Y no digo más, que la incomodidad aumenta y la inteligencia mengua ante temas como este, en el que nadie tiene en manos la definición mejor y nadie puede subir a un estrado superior al de la sincronía epocal. ¿Cuál de sus libros le fue más difícil escribir? (la respuesta puede referir confesión?Dos: Palabras del trasfondo (1988), aparentemente concluido en 1980 y que demoré ocho años en publicarlo sin mi completa alegría. Y El siglo entero. El discurso poético de la nación cubana en el siglo XX, a punto de salir por la Editorial Oriente, libro que suma otros ocho años de trabajo, de análisis, de lecturas de cuanto libro y folleto en versos se publicó en Cuba durante ese siglo, y que me deja preocupado por ser historia y a la vez crítica de poesía: ¿seré siempre justo?, ¿se me habrá ido la mano de la pasión?, ¿se notarán las costuras de mis simpatías y antipatías?, ¿la subjetividad arrastraría al crítico que quiere ser objetivo y justo?, ¿va a ser realmente útil a los demás mi pelea con el análisis de lo leído?, ¿la poesía, cuando es legítima, necesita en verdad del analista?, ¿el desarrollo genérico, la evolución de la poesía cubana es un asunto realmente compendiable en un análisis personal?, sabiendo que no tengo La Razón, ¿acertarán mis razones?, ¿inadvertidamente heriré a algun(os) poeta(s) por ausencia, falta de referencia o deferencia o carencias de mi análisis? El riesgo del crítico es comparable al de aquellos oficios que se pagan mejor por "peligrosidad", pero al crítico siempre se le paga mal.¿Cree en los concursos literarios?No. En algunos premios no de concursos, sino por "la obra de toda la vida", sí creo a veces. Pero un premio, todos, cualquiera, depende mucho de quien nombra al jurado, tanto como del jurado mismo y de quien lleve la voz cantante en él, de las tendencias de esos jurados y del estado de la moda o de "lo que tiene éxito" en un momento determinado, o lo que conviene o no desde las esferas sociales, políticas, y otras. Suele haber muchos intereses en juego que obnubilan o desvirtúan la mejor decisión, y aun cuando se premie con absoluta libertad y justicia, en definitiva se distingue a lo que parece mejor entre lo que concursaba. La trascendencia de los textos premiados y de los no premiados, solo la determina el jurado del Tiempo. No creo en los falsos pedestales que pueden crear las series de premios ("la incontinencia en los torneos literarios", escribió críticamente Mirta Yañez), algunos de los cuales forjan glorias momentáneas y obras de mucho ruido y pocas nueces. Miro hacia la obra y no hacia los currículos de los que coleccionan premios como sellos. Los premios son o pueden ser, además, grandes disfavores que se les hacen la mayor parte de las veces a jóvenes entre los 18 y los 25 años de edad, y sobre todo a los que tienden hacia el crecido ejercicio del engreimiento. Estoy de acuerdo con que algunos son necesarios para el mejor estímulo del crecimiento genérico, para estimular el surgimiento de obras de calidad, no para convertir en casi intocables a los ganadores. El exceso de premios daña la verdadera creatividad del arte en favor de la competencia. ¿A qué libro ha regresado más de una vez buscando acomodo espiritual?A muchos: a la Biblia como gran fuente de saber y alta literatura. A El Pequeño Príncipe - no lo llamo El Principito, no es lo mismo — como libro esencial. A las poesías completas de Quevedo, Antonio Machado, Fernando Pessoa, Rainer María Rilke y José Martí. Al grandísimo José Lezama Lima en su obra completa. El Cucalambé ¿presencia definitiva?Dentro de un rango de la literatura cubana, lo es. Lo ha sido para la poesía de la oralidad, aun su influencia se observa a lo largo del país en numerosos decimistas populares. Literariamente: proyecto actual.Tengo varios proyectos, algunos de ellos en ciernes, otros poco a poco realizándose. Un día concluiré un librito sobre Rilke. Y algunos libros más que ya se verá si la vida me da el tiempo y el talento necesario para ellos. Si tuviera que escoger, entre un número apreciable de títulos cinco libros imprescindibles en la lectura formativa de un joven escritor cubano, ¿cuáles serían?Roberto, amigo, flores llueven, como tú bien sabes. No hay tan solo cinco libros recomendables, nadie se forma con cinco libros, sino con muchos más, de modo que subdivido, porque si divido venceré tu difícil pregunta:- Poesía: Las poesías completas de José Martí, José Lezama Lima, y Nicolás Guillén, el bosque poemático de Samuel Feijóo, el minimalismo maestro de Eliseo Diego.
- Novela: Paradiso, Los pasos perdidos, El siglo de las luces, Pedro Blanco el negrero, Jardín.
- Ensayo: Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, El Monte, La cantidad hechizada, todos los discursos de José Martí...
- Otros: Diario de Cabo Haitiano Dos Ríos; Martí, el Apóstol; Cuentos completos de Alejo Carpentier; Teatro completo de Virgilio Piñera; Cien de las mejores poesías cubanas, de Rafael Esténger.
Y de la música cubana ¿qué?La música popular cubana ha ejercido una influencia impar en el mundo del siglo XX, tanto para bailar, como para cantar o escuchar canciones extraordinarias en sones, danzones, boleros y trova. Sin música no hay país. ¿Le parece que el buen uso del idioma español en Cuba languidece?No, hombre, qué va. Yo creo que evoluciona. Cada época tiene su modo de hablar bien y de hablar mal. ¿Cómo va a languidecer un componente básico de la identidad nacional que nos une a la cultura internacional propia de este idioma? Mayor instrucción puede conducir hacia mayor cultura, el buen gusto debe ayudarse a forjar, y él erradicará poco a poco las feas formas de pronunciar u omitir los fonemas, las expresiones vulgares y chabacanas — que no tienen que ser erradicadas como con una hoz cuando son legítimas expresiones populares, porque ellas muchas veces dan la nota de la gracia y de la inteligencia de una nación —. Forjar cultura y no solo instruir, ayudará a borrar los peores hábitos que se han ido acumulando por pereza, facilismo, descenso de autoexigencia, machismo y argot de guapos, nivelación igualitarista u otros males que hemos de ir superando en el devenir histórico nacional. Hágase una pregunta y cerramos la entrevista.¿Dios existe?, o mejor todavía: Dios, ¿existes? Como no se me pide que la responda, dejémosla ahí.