Los polvos que el mago lanzó al fuego chispeaban al igual que los ojos del rey al oír lo que decían las estrellas. ''El príncipe matará a su padre,
está claro en el cielo; no te sugiero que lo mates, simplemente no lo críes y
cuando llegue el momento ocupará su lugar'', dijo el hechicero para tratar de
calmar a su señor y amigo. "Es mi único hijo y no puedo acceder a lo que me
pides; tendría que estar separado de él hasta que las estrellas decidan",
respondió el monarca y dando media vuelta se marchó a ver a su esposa.
La voz del nigromante a sus espaldas tratando de hacerle entender que no se
puede luchar contra lo que ya está escrito, se fue perdiendo en los corredores
del castillo. Entró en el cuarto donde se encontraba la reina y vio que
sostenía al niño para colocarlo en sus brazos.
¿Cómo algo tan bello e inocente podría dañarlo? Un hijo, su hijo, el heredero
tantos años esperado estaba al fin colmando sus ansias. Mientras pensaba en
esto sonreía y reía como nunca, su corazón latió sin par, henchido de amor y
emociones indescriptibles, alcanzando un ritmo inusualmente acelerado...
Cuando el mago llegó, ya era tarde.