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El pozo de los deseos
Marié Rojas Tamayo
El pozo de los deseos
Lo provocó la caída de un meteorito muy anterior al nacimiento del pueblo de Aquímismo, pero solo ayer lo supimos, también anoche fue que nos enteramos de que era un Pozo de los Deseos.
Aquí nadie sabe de las cosas que pasan en el cielo, pero de tanto regar que teníamos en medio del pueblo un agujero con una piedra negra adentro, aparecieron unos señores uniformados y rodearon el hoyo con una cerca, pusieron un cartel que decía:
"Prohibido el paso, zona protegida por el gobierno".
Tomaron algunas fotos y se marcharon. Así son las cosas en Aquímismo, a veces porque no hablamos, otras porque hablamos de más.
El pueblo se llama así gracias a un antepasado mío, su fundador. Llevaba varios días recorriendo la zona buscando donde asentarse, con el carromato lleno de hijos, la mujer embarazada —
con razón dimos origen a un pueblo — y el mulo tan cansado que no podía dar un paso más. El animalito, que no por gusto tienen fama de tercos, se detuvo a la sombra de un árbol y no hubo manera de hacerlo andar, ni a palazos, ni a tirones.
— ¡Pues nos quedamos aquí mismo, y aquí mismo construimos el bohío! — gritó mi pariente, cansado de patear al mulo.
— ¿Y cómo se llama este lugar? - le preguntó la esposa con la criatura removiéndose en el vientre, loca por llegar al mundo.
Mi tátara-tatarabuelo se estaba internando en el monte en busca de yaguas para comenzar a hacer un varaentierra provisional en lo que le daba forma a la casita, la pregunta no le llegó muy clara porque respondió:
— ¡Te dije que aquí mismo!
Y Aquímismo se quedó... ventajas de ser los primeros en llegar. Adán se debe haber dado gusto nombrando el mundo, todo nuevo para él solito.
Pero antes que nosotros llegó el meteorito, de eso no hay dudas.
Cuando Juan José vio a los hombres del gobierno echando la cerca, se les acercó para preguntarles por qué tanto alboroto por un agujero en el suelo con un pedrusco dentro.
— Es un meteorito — le dijo uno que estaba merendando.
— Oiga, disculpe mi ignorancia, pero no tengo idea de qué quiere decir.
— Es una piedra que cayó del cielo — le explicó el otro, sacudiéndose las manos para reincorporarse al trabajo.
— ¡Pues mire usted, que desde bien lejos la tiraron! — comentó Jota Jota, como le decimos aquí, mirando para arriba.
Ya no era escuchado, en Aquímismo es muy normal eso de irse y dejarlo a uno con la palabra en la boca, con tanto trabajo no hay tiempo para nada, ni para escucharse unos a otros. Y los del gobierno parecían haberse contagiado... o tal vez sean siempre así, por eso el país anda como anda.
JJ no le hizo el cuento a nadie.
Pero tenía sus planes. Esta tarde, terminada la faena, saltó la cerca y se paró justo al borde. Según cuenta él mismo, se puso a rezarle al meteorito, pues si sobre él había estado la mano de Dios — ¿quién si no Él iba a lanzar tal pedrada? —, algo de milagroso habría de tener.
JJ es muy trabajador, no bebe, no se va de putas, pero tiene el defecto de que se lo gasta todo en las peleas de gallos. Para poder terminar cada mes con la familia medianamente alimentada, tiene que acudir al judío y con los intereses que éste cobra... Ni trabajando doble se pone uno al día con él.
A esas alturas JJ tenía la chacra empeñada hasta la última gallinita ponedora, hasta el sillón donde la mujer se sentaba a amamantar al más chiquito... y lo peor es que ella no lo sabía. Estaba al borde del desalojo y no encontraba cómo darle la noticia. Solo un milagro podía salvarlo.
Cuenta JJ que saltando la cerca para volver a casa se topó justo con el judío. Éste le preguntó qué andaba haciendo en el área prohibida y él, tan inocente como siempre, le soltó la explicación de la piedra que había tocado la mano que todo lo puede.
— ¡Es un pozo de los deseos! — le respondió el prestamista con un suspiro.
JJ ya había pedido su milagro y andaba con hambre, se hizo el que no escuchaba para no tener que seguir la conversación.
Pero anoche fue de luna clara y, como alrededor del hoyo no crece vegetación, todos vimos la oscura silueta del judío acercarse al borde.
Ahí sucedió la cosa...
Y esta vez sí vinimos a casa de JJ a escucharle el cuento completo, así fue como nos enteramos del principio, porque el final nos tenía espantados.
— Debe ser un pozo de los deseos de los que se cobran un precio por el milagro — dijo el bachiller, y si él lo dice, es ley.
JJ no se siente culpable porque él no sabía lo del cobro, pero ahora que uno tiene la verdad en la mano... ¡Sabe Dios qué le dará por cobrar! ¿Digo Dios? ¡El mismo demonio tiene que haber lanzado la piedra!
Porque si raro es que caiga un meteorito y se quede ahí sembrado, sin seguir para adentro o salir por el otro lado; más raro aún — lo digo yo que soy un ignorante pero lo puede decir cualquiera con más seso —, es que caiga un segundo meteorito, justo en el mismo lugar y precisamente en el momento en que el viejo sanguijuela se estaba asomando.
La esposa de JJ nos dice sollozando que su marido llegó a casa diciéndole que le había pedido al pozo que le quitara de arriba el judío para siempre, que quién iba a imaginarse... Nosotros la consolamos diciéndole que si sigue así se le va a cortar la leche, pero la verdad es que la cosa asusta, ni locos nos vamos a asomar, mejor dejarle nuestros asuntos a la suerte que, como bien dicen, es loca y a cualquiera le toca.
¡Con razón los del gobierno lo habían cercado! Si serán bichos estos cabrones...
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Webmaster: Carlo Nobili — Antropologo americanista, Roma, Italia
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