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Cuba |
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Una identità in movimento
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A pedradas contra el silencio
Vivian Núñez
De seguro que, cuando niño, Ariel Díaz lanzó alguna que otra piedra para alcanzar un fruto prohibido o afinar la puntería. Años después, acaba de dar en el blanco contra aquellos que quieren silenciar la trova que se hace hoy en Cuba, a partir de estrechos conceptos comerciales.
La primera piedra (Ediciones La Memoria, 2009) es su primer libro, y se titula así, confiesa, quizás
"... por aquello de que el que esté libre de pecado que lance la primera... y yo estoy libre del pecado de no decir lo que pienso".
Hace años que, desde sus canciones, Ariel dice lo que piensa:
Quiero decir
tantas cosas que se me atragantan
y desesperan.
Quiero decir
tanto que me caigo sentado
sobre la acera.
Ahora ha reunido en este volumen artículos, comentarios, valoraciones, que fue escribiendo durante un tiempo y que reflejan, como asegura Joaquín Borges-Triana en el prólogo,
"... buena parte de las preocupaciones ideoestéticas de su autor, quien — hasta hace relativamente poco tiempo — en su condición de trovador se había caracterizado por una proyección en extremo lírica, con mucha ternura en su decir y una muy fuerte presencia de un lenguaje vinculado a lo mejor de la poesía hispanoamericana".
"De manera significativa, en tiempos recientes, él ha experimentado una transformación en su discurso, que sin renunciar a la riqueza del buen decir, ahora asume un matiz crítico, incluso a veces con cierto sabor acre en las palabras, como corroboran composiciones al corte de la demoledora andanada en contra de los exterminadores de sueños denominada Hacheros, Clasificados, La orilla de las ganas o Quiero decir, toda una declaración de principios", precisa Borges-Triana.
El volumen, perteneciente a la colección A guitarra limpia del sello editorial del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, será presentado el 17 de febrero en la Feria Internacional del Libro. Con él, según explica el propio autor en sus Primeras palabras,
"... espero que sirvan estas letras para alentar a otros, para dejar una pequeña huella de lo que ha sido la Trova cubana más contemporánea en estos tiempos de tontería universal, de poderes económicos y vacío espiritual. Son letras profundamente revolucionarias porque son el espejo de mis alrededores, donde se trabaja, se crea y se lucha por un mundo mejor o, bajándonos de esta acostumbrada grandilocuencia endémica, por una calle mejor".
Interrogado sobre si lanzará otras piedras como ésta, Ariel Díaz se imagina que sí.
"Ya me pidieron que escribiera un libro sobre la Trovuntivitis de Santa Clara. Lo haré con gusto y me encantaría también escribir un libro con las historias que cuenta mi papá de la guerra de Etiopía".
Un libro es como un hijo. Al preguntarle si se corresponde este libro-hijo a sus sueños, responde que sí.
"Ahora — añade — me queda el hijo de verdad que está en proyecto y... bueno, algunas canciones tengo".
Ariel comenzó como dibujante, siguió como trovador y no ha dejado de escribir. Ese último binomio trovador-escritor, ¿se mantendrá así?:
"Sí, me encantan las dos cosas, aunque realmente soy mejor trovador".
Cuba. Una identità in movimento
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