Ileana Corvisón Menéndez
Dos Toritos Negros
Dos toritos negros,
hurgan mi pecho a su antojo.
¡Ay¡ niño de ojos negros,
de negros ojos.
Hechicero travieso
de espaldas al enojo.
La luna de olivares,
Bañó tu cuna de plata,
olvidando en tu cara, dos rayos,
que si miras, de amor matan.
¡Ay¡ de mi niño de negros ojos,
de toronjil y de albahaca.
Si me miras muero,
si no me matas.
Tiempo es que sepas,
lo que dentro de mi corazón pasa.
Con dos toritos negros de lidia,
sueltos en el ruedo de mi alma.
Leyenda del Mago de la Guitarra
Cuentan que una vez,
un mago armado de sólo una guitarra,
llamó por una mujer imaginada.
Sabía su nombre,
eso no es nada,
letras, sílabas,
no carne, sangre, alma.
Habitaba ella en otro tiempo,
entre helechos adormecida estaba.
Cantaba en la lluvia,
en la brisa, en las olas viajaba.
Más fue tanto el ardor de aquella guitarra,
que cobró vida, dimensión en una palabra.
En el verdor gastado de un parque,
apareció ella; cautelosa, tímida,
altiva a su vez como el alba.
Al fin mujer creada al conjuro
del mago de la guitarra.
Ella con sus ojos de nubes,
fresca, limpia, serena como agua de playa,
reconociéndose al fin, en los ojos del que así la llamaba.
Por vez primera viva,
no imaginada.
Cuentan los que la vieron,
que desde entonces está en ese parque sentada
prisionera en las cuerdas del mago de la guitarra.
Dos Amores
Dos amores tuve, tendré, tengo.
Dos amores diferentes,
uno de carne sólo hecho,
arrasa mi vida,
revuelve mi lecho,
déjame exhausta.
El otro nada pide, exige; sólo da paz, reposo, calma.
Pero tiene todo,
todo lo que le da a mi alma.
Una cama se ordena en la mañana,
hasta puede quedar intacta.
Un alma no,
esa como oveja perdida, por su dueño clama,
por una mirada suya,
un sol daría en pública subasta.
Sin título
De paseo por el jardín,
tomé dos varas de nardos,
con cuidado, más que eso,
conociendo llevo un corazón en las manos,
busqué agua fresca,
apropiado jarrón,
que de mi cama al lado coloqué.
después nada se,
sólo que acaricié tu rostro,
tu frente amada,
en los pétalos fragantes de la flor,
y fue realidad
tu presencia en la estancia,
y para que no estuvieras sólo en aquel jarrón,
mi boca y yo toda
esa noche fui flor.
Sin título
A la luna, luna
salieron a cazarla.
Los que no sueñan,
ladrones del alba.
Llevan flechas de pura plata,
robadas al río,
que pasa y pasa.
Ella en lo alto estaba,
muy quieta miraba,
escondida tras una nube,
los vio venir de lejos,
buscó refugio en mi almohada.
Compartió mi cama.
Dejó un regalo
al irse rápido en la mañana,
un cofre de caracolas,
fina arena, nácar.
Lo abriré en la noche,
cuando las penas llaman.
¡Ay! Luna, lunita,
menguante, nueva,
reposa otra vez en mi cama,
te doy…. mi blanca almohada.
Mira que esta noche vienen por mí,
las penas que me acorralan.
Sin título
No compartiré,
casa, almohada,
agua, pan,
ventana,
y la tarde a ella recostada.
Dejé abierta la puerta,
por si llegabas.
Atesoré mientras,
cantos,
caracoles,
rumor de palmas,
su verdor intenso...
Esperé ataviada,
de espumas,
perfumada de algas.
En un sillón esperé,
meciendo a su compás
la esperanza.
Llegó la noche,
con zapatos de seda,
de un sorbo bebió
todo el oro de la tarde.
trepó al balcón de mis ojos,
supe era tiempo de guardar tesoros,
cerrar puertas, ventanas,
dormir,
el sueño de los que no esperan nada.
Hoy al amanecer,
Mi almohada estará vacía,
la mágica casa de espejos llena,
igual que las ventanas aguardan
las alas de un ángel,
para bajo su sombra mirar sin miedo,
las ansias.
Hoy al amanecer
La boca ciego brocal,
a gritos pide cariño,
como lo pide un niño.
Sin título
La música baila en su cuerpo,
se quiebra la cintura breve
las manos juegan a ser mariposas
que gráciles inician vuelo
bordando a su antojo
los acordes de la guitarra,
mientras sus pies siguen la melodía
sembrando en su taconeo con flores el suelo.
Sin título
La niña mira el mar,
en su eterno juego,
las manos hunde en su azul pecho,
y es plata la mano,
y pez que juega,
sin pescador ni carnada.
ni daño al acecho.
Su pelo es vela,
que viaja lejos,
como lejana es la mirada,
lejanos los deseos.
La niña habla al mar,
entabla el diálogo
incansable del por qué.
Por qué el silencio,
por qué el sol, los caracoles,
el blanco pelo del abuelo,
la ceñuda mirada del tío,
los retratos,
que de la blanca pared
pensativos,
llenos de orgullo cuelgan.
Son tantas preguntas,
que el mar responde con un beso,
un beso de espuma, de sal,
un solo beso.
Una racha de aire juega entonces,
con su pelo,
rebelde pelo que escapa,
de trenzas, lazos,
para jugar a ser pájaro
volar muy lejos,
tal vez donde su muñeca,
su hermana, su madre,
que dicen están,
en el alto azul del cielo.
Sin título
Tanto amar,
tanto dar de mi
y cual inútil póster
de la pared quedé olvidada.
Esperé, esperé
la vida vi pasar,
sin ocurrir nada.
El clavo en la pared se dobló
el aire atrapó el abandonado papel y volé
sin querer queriendo
a merced de todos los vientos,
volé, volé
acaricié la tarde
vistiéndola con sentimientos.
En una ventana
después de mucho vagar quedé atrapada
dos manos rescataron
lo que de mi quedaba.
Entonces no fui más papalote
asombrada comprobé que aún
quedaba un poco de dar
y un mucho de amar.
Página enviada por ludovico haciendo almas
(14 de noviembre del 2007)