Cuando pones la mano en el hombro de tu hijo porque de repente llamó por ti en medio de la noche al sentir miedo y le dices con voz firme y un beso "no sientas temor yo estoy aquí a tu lado porque te amo" los miedos huyen.
Cuando juntos ven salir el sol y con cada amanecer sientes renovar el amor que nació con un "te amo" la confianza en la vida nace y se reproduce.
Cuando confrontan problemas de cualquier tipo por difíciles que estos sean los enfrentan juntos y aún en la adversidad le dices "no te preocupes todo se superará te amo" los problemas se deshacen y le señalas el camino de la seguridad.
Cuando a pesar de todas las trampas que sabe muy bien colocar la vida el hijo viene a ti herido, triste, defraudado y acaricias su cabeza, curas paciente sus heridas, le renuevas la fe perdida; además le enseñas a ver que el horizonte está más allá del dolor que siente y su fe maltrecha, le reiteras una vez más las dulces palabras dichas a través de su vida desde el instante en que sólo daba pataditas en tu vientre, hasta ése momento de tristeza e inseguridad compartidas, es un "ten fe que te amo y te amaré de cualquier manera vencedor o vencido" en ése momento una mariposa revoleteará frente a sus ojos y le devolverá autoestima y confianza.
Cuando después de haber reiniciado el viaje regresa satisfecho y lleno de alegría, su regocijo por el triunfo es campana que dice “te amo y te amaré siempre pero no cedas ante la vanidad del triunfo” la humildad anidará en su pecho para siempre.
Cuando todo esto y mucho más hiciste puedes irte tranquila con la luna y los luceros o con el sol y desde allá le enviarás con sus rayos un beso y todo tu amor, entonces serás guía, faro, bitácora, conjuro eficaz contra toda adversidad.