Había logrado perfeccionarse al máximo. Solo penetraba en el cuerpo en el instante ideal para obtener el clímax.
A veces lograban recordar algo, que atribuían al cansancio, al estrés, al calor, a una pequeña laguna de memoria… por lo general no quedaba ni eso. Su intromisión era una breve pausa en la agitada existencia de una humanidad congestionada, sin tiempo para mirar atrás. Nadie intentaba explicarse lo sucedido.
Lo guiaba su buen olfato… el perfume caliente y húmedo, atrayente, sublime, sensual… el simple olor podía decirle el grado de perfección del oscuro objeto de sus tentaciones. Su reminiscencia animal lo dominaba, arrastrándolo en pos de los aromas de la urbe congestionada.
Eran fáciles de encontrar, pero si se lo tomaba con calma, podía ser muy selectivo y encontrar la situación óptima, la víctima perfecta…
En ese momento la vio, el pelo castaño despeinado por el viento, la pierna cruzada con elegancia, las manos finas, nariz y labios admirables… Su nivel de excitación era tan alto que apenas podía contenerse, mas era necesario esperar, no ganaba con adelantarse… un segundo más y… Saltó sobre la mujer, haciéndola suya.
Dejó que el néctar bajara por su garganta, que hirviera, calentara sus venas y lo llenara de vida. Henchido de placer estalló dentro de ella… Solo eso quería, éxtasis, pura embriaguez, un segundo de vida ajena.
La muchacha miró sorprendida la taza vacía.