De qué murió Cos Causse?
José Millet
Cos Causse murió del último trovador
de la alegría incontenible de su violín roto
de los arrebatos de su guitarra antigua
que sólo quería cantar una canción gitana
de ir de voz en voz musitando una copla
de bar en bar pregonando la nueva buena
de esquina en esquina al rancio estilo santiaguero
para simplemente decirle a la piedra que vio tocar a Chano Pozo en Martí y Moncada:
aquí estoy yo, toqué y me fui sin decir nada.
Cos Causse murió de lo que mueren los buena gente: de muerte natural
de los cuidados de las Glorias, las Isabelitas y las Madelines y Alinas
que lo atendían después de que todos habían terminado la jornada laboral
para vigilarlo en esa soledad acompañada de seres ignotos
las que lo alimentaban como a bebé recién nacido
y le saneaban cuidadosamente y echaban colonia Menen en las costillas flacas.
Es así que el cronista dice que Cos Causse murió de cotiniadidad citadina
de horas conversando con el mismo espejo y con el mismo vaso de ayer
de diálogos interminables con sus humildes cubiertos que no chistaban
o de no querer otra comida que el respeto a un hombre sencillo
que lo mostraba como el título académico más alto
obtenido en la univerisad del trato afable con todos los vecinos del barrio
Cos Causse murió de niñez, de ser niño en cada uno de sus actos
de ángeles volando entre flores olorosas a inexistencia
de ausencia de liquidez en el concepto y en el verbo que no sabía emplear
de belleza poética que le salía fácil e incrustaba en las sienes
de tantos soles y girasoles a lo Van Goh juntados en el único jarrón que faltó en el instante preciso
de demasiadas alboradas contadas y vueltas a contar para tragárselas en un fugaz suspiro
y de las innumerables muchachas que enamoró a un tiempo también murió Cos Causse.
Después de haber estudiado científicamente la historia clínica que me pasaron por internet
he descubierto, al cabo de tanto tiempo, de lo que moririá Jesús Cos Causse:
Cos Causse murió así de simple, de demasido Cos Causse en vena
no señor, no de cañaclara como se ha insinuado en el informe
ni mucho menos del sutil humo de los buenos habanos que fumaba a escondidas
ni de nocturnidades tan seguidas ni de mujeres en cada país y pueblo ni de frugalidad en el uso del plato
(porque el mejor pan — me dijo poco antes de expirar — está en el perfume pasajero de las flores..)
no murió de nada de eso, sino del amor venenoso que había en aquel poema que tardó en salir más de lo debido
lo que se traducía en su lenguaje como una puñalada en ese costado tan sensible,
en la palabra que no llegó a tiempo para escribir su propia crónica anunciada y fue suficiente
para que su Rocinante exhalara su acostumbrado relincho de combate.
Cos Causse murió de poesía, como él solo quiso morir: recostado a un libro de versos en vez de a un salmo,
en efecto la poseía le brotaba por todos los lados como manantial de serranía,
crecía por todo el cuerpo y de ella vivía, hizo un modus vivendi y con ella vivía y con ella comía para alimentarse
y con ella se acostaba y se dormía y se despertaba e iba por todos los rincones del universo
sin carta de presentación títulos nobiliarios ni ningun tipo de protocolo.
Se paseó por donde quiera de brazos de esa chica bohemia que algunos desaforados llamaban Loca.
Es inexacto por tanto el informe forense que me enviaron por email:
Cos Causse no murió de delgadez extrema porque esa era y será siempre la figura del Quijote,
ni de añoranza de los versos libres que ya no podrá escribir
ni de desesperanza porque no pudo impedir a tiempo que se marcharan a no sabía qué extraña mansión de luz
tantos entrañables hermanos que compartían con él la mesa
sí, de una vez se fueron, en corto tiempo y juntos, y, lo peor, sin consultarselo ni despedirse...
¿con quién iba a conversar entonces cuando se despertara
o en las tardes soleadas de la Casa del Caribe con quién iba a compartir?
Cos Causse se enfadó mucho esta vez y decidió trotar con su lanza romántica a rescatar a sus amigos perdidos.
Cos Causse entonces murió de una enfermedad misteriosa que algunos galenos denominan Mal Caribe:
de ese afán quijotesco de cobijar a todos en un barco ebrio, a lo Rimbaud,
desafiando la furia de las olas y el frío penetrante de las madrugadas
de saludar a nostálgicas sirenas cuyos cantos embelezan
y de combatir a esos temibles gigantes de las siete leguas con harta intrepidez
para una humanidad tan leve y luminosa como la suya.
Cos Causse murió de lo que debía morir:
de esa luz que ventilaba sus esterechos pulmones
de generosa amistad profesadaa sus amigos a costa de su salud y de su jumento ,
de imborrables recuerdos de aquellos primeros tiempos combatientes,
de Waldosleyvas, Carraleros, Guarioneces, Augustostorres y Luisdíaz, cada cual con su guitarra,
de aquellos tiempos pasados en los que gustaba permanecer anclado.
Más bien me dice una musa al oído: Cos Causse murió de Santaigo:
de esa enfermedad que se le pegó en el pecho
y le impedía respirar y dormir y comer y bañarse
porque ese mal de la patria chica es como una sanguijuela
que se te pega al cuerpo y al lama y nunca te abandona hasta que cierras el último párpado
también de adorar por esa razón terruñera a su madre y a sus hijos y a todos sus deudos
que anhelaba apresar en un solo verso, como se tiene lo que se quiere en un puño
de no poder saludar a Rafael Brea cuando caminaba por las calles de Madre Vieja
ni a Ulloa ni a Millet ni a Ivonne ni a Isabelita cuando abría la puerta para dejar entrar la luz
o cuando se despertaba soñoliento de aquel lecho en el que amaba escribir su despedida.
Bueno, después de un análisis exhaustivo, realmente desconozco de qué pudo morir Cos Causse
o estoy dudando de si realmente murió...
¿o no será acaso otra de sus acostumbradas trapalecerías para convencernos de que ha muerto,
o de esas mentiras hechas con tanta frecuencia para aparecerse luego con su sonrisa pícara
pidiendo cualquiera de las cosas que apetecía degustar ante nuestro asombro
o sencillamente para escapar furtivo en el alas de su mejor verso?
Página enviada por José Millet
(25 de agosto del 2007)