Cuba

Una identità in movimento


El Che en San Cristóbal

Pablo Mora


    Viernes, 12 de octubre de 2007

Un día de no sé qué año del Caribe, conocimos al Che, dimos con el Che, con Ernesto Che Guevara. Tal como la niebla y el Torbes de esta villa, también lo cobijaron. Supimos que integró la lista del "Granma". Inmerso en la lucha, en el hormigón de la historia, al amparo de la Revolución, vigilante y ceñudo, calzadas las botas de campaña, el Che siempre con nosotros, haciendo lo que quedó sin hacerse, por hacer.

En esta mañana, el orbe entero, Madrid, París, Estambul, Ginebra; Argentina, Bolivia, Cuba, Chile, El Congo, Argelia; Europa, Asia, África, América, así nosotros, desde estas severas soledades de los Andes, donde, en sus pasos venezolanos, el Che alcanzara a acariciar nuestro sol que no quema, nos reunimos no para conmemorar su muerte y sí la gloria de su vida. La vida de quien un día le dio por tomarle el pulso a nuestra América junto con su amigo Alberto Granado, en 1952, convencido de que antes que sanar tan sólo enfermos más valía intentar curar a un continente de sus pandemias sociales, (Francisco González Navarro).

Mochila al hombro, venciendo ríos, crecidas, torrentes, inclemencias, selvas, farallones e imprevistos, curando pueblos, tuvo ocasión de percatarse de los infinitos problemas que nos agobian. Como él confiesa: de entrar en estrecho contacto con la miseria, con el hambre, con las enfermedades, con la incapacidad de curar a un hijo por la falta de medios, con el embrutecimiento que provoca el hambre y el castigo continuo… Sombrío, escabroso escenario que le bastó para apuntalar sus más hondas inquietudes, su postura resueltamente revolucionaria.

    "Atraversamos, sostiene Alberto Granado, el Puente Internacional que une Cúcuta con la ciudad de San Cristóbal de Venezuela, el 14 de julio de 1952, aniversario de la toma de la Bastilla".

Definitivamente, San Cristóbal conoció a Guevara, simple visitante, aparentemente anónimo, el 14 de julio de 1952 tal como lo reseña el itinerario de su primer viaje por América Latina; aunque se sabe de otras dos visitas clandestinas o que de incógnito Guevara hiciera a San Cristóbal por motivos estrictamente estratégicos, políticos, en una de las cuales se decidió su destino o muerte-vida, entre Venezuela y Bolivia.

El poeta argentino, Eduardo Dalter, recuerda haber leído que cuando Ernesto — son sus palabras — estuvo en San Cristóbal escribió un texto de unas quince líneas acerca del Torbes, muy sorprendido por su color y por su fuerza. Talvez el río enrojeció de más ante el delirio de aquel viajero enardecido de futuro — joven Cristo que acortaba camino hacia el calvario — En contraparte, al Che — el gigante nuestro, que crece, y no deja de crecer por toda nuestra respiración soñante, que nunca dice basta, y sueña más — no le quedó sino grabar en la palabra el presentimiento, el asombro, el escalofrío que la escena le deparó.

Mientras entre almendros, apamates, bucares, pomarrosos y guanábanos, entre veredas, lomas y laderas, capoteando lunas y luciérnagas, tratábamos de reconstruir aquel texto perdido entre la niebla y los caminos, nos sorprendió una narración libre, atribuida justamente al poeta Eduardo Dalter — ardo singular, emérito compatriota del Che —, escrita, puede observarse, sobre la base de los diarios y textos de juventud del mítico revolucionario, donde refiere su paso por la frontera en San Antonio, su estadía en San Cristóbal y sus impresiones acerca del río Torbes. La aparición de cierto niño, como interlocutor o compañía, que da punto de partida y extensión al texto, no sería otra, es de suponer que la de algún precoz bardo, quien precisamente contase con los años que se mencionan cuando el joven Ernesto Guevara se detuvo en el Táchira, julio de 1952, en camino de Caracas.

Convencidos de que nunca estamos solos, transcribimos esta oportuna e ingeniosa narración emanada de la pampa fraternal y próxima y lejana como el viento.


Recuerdo a aquel muchacho

    "Recuerdo a aquel muchacho alto y flaco, que tendría como 9 o 10 años, que no cesaba de hablar y de reír. No sé cómo me dijo se llamaba, a pesar que en el camino, orillando el Torbes, me lo repitió como tres veces, mientras me decía, lugar por lugar, de toda la bajada de esas aguas rojas, de tanta fuerza, que aún hoy me sorprenden, porque parecen como brotadas de un lugar aún innombrable de alguna historia dolorosa (como tantas de este continente). Quería ser médico, creo me dijo, tal vez para afirmar una mayor cercanía en ese diálogo, que por momentos y en su voz parecía un monólogo. Pero más allá de eso, éste es un continente, nación por nación de un largo rosario empobrecido, donde todos los niños quieren ser, y ése es el juego más intenso y palpitante, que he observado. Hasta los flacos niños en harapos, que ofrecen empanadillas o tortillas o dulces a un costado de las polvosas carreteras, o en las estaciones terminales, quieren ser, quieren ser; desde los primeros años quieren ser, hasta que los va sorprendiendo la tarde, hora a hora, y todo se va yendo cuesta abajo en la amargura. Quieren ser ingenieros, que hacen falta para tantas construcciones que aún no existen; o médicos, para curar tantos dolores en las carnes y en los huesos; y hasta abogados suponen que serán, y sería bueno que lo fueran para que la justicia de una vez por todas sea justa, sea sensata, y tenga piel humana. Lo sé, lo sé; algunos, no sé cuáles, o muchos, terminarán siendo, por el peso de la tarde, como ese suboficial que en el cruce de la frontera, en San Antonio, me exigió, para darme paso, 20 bolívares, que por entonces no eran poco. Mientras recuerdo todo esto, en medio de este desierto de pastizales duros y acechos, pienso, me digo, que alguna vez esta historia va a cambiar. Ya los mismos niños, o pimpollos de este continente, lo proclaman: quieren ser, quieren ser; falta el comienzo, comenzar, augurados por la fertilidad y el sueño de estas tierras fértiles. Recuerdo a menudo el Torbes, que se me hace tiene el color y la fuerza de la historia, y hasta la vivacidad encendida de nuestros corazones, entre las palabras y las palabras y risas entrecortadas de aquel vivaz muchacho ¿Dónde estará hoy?, ¿con cuáles sueños?, ¿seguirá hablando así, y aún soñando así? Yo sigo de pie, como ven, a la entrada del camino, esperando el día, despierto, o como empujando al día. Y, para terminar, otra confidencia honda, breve y para siempre: nunca estuve solo".


Una sílaba

Igual que acá en San Cristóbal el Che velara armas, en los Alpes, en Turín, hace exactamente cuarenta años, con ardiente júbilo latinoamericano, en el Centro Genti e Culture, velamos armas. En solemne vigilia en su memoria, en pluralismo ideológico-cultural, adheridos a los principios inspiradores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, implicados en una visión de utopía concreta y en acciones abiertas a la mundalidad, imantados en un único dolor, hermanados en el común empeño por el tercer mundo, por las luchas sociales y políticas, por los problemas del desarrollo, del hambre y de la paz, velamos armas y esperanzas, dando cuchilladas en la noche, para irnos en pos de la aventura a punta de herejías a fabricar el mundo o nuestras patrias.

Inmensa la emoción al constatar la fibra universal de nuestro extraordinario camarada, el Che, al encabezar su retrato la protesta de aquel Mayo Francés de 1968 extendido en toda Europa, y en las múltiples manifestaciones en todos los continentes. Genuinamente revolucionario, con su eterna compañera, el asma, soldado decidido, inigualable, de combate en combate, hombro a hombro, de fusil a fusil, despliega entre París, Argel, el Alpe y Roma y más allá del tiempo, su proeza singular, en la que la muerte no contaba y sí la madrugada en guerra de su brillo y gloria.

Corroboramos cómo en la cerca del mundo, en el alambre cósmico, la grandeza de la gloria descollar puede en la menuda desnudez de un nombre, una sílaba: Che… Ernesto, José, Simón, Manuela, María del Carmen, Teresa, Tania, Argimiro, Jesús, Augusto, Ezequiel, Camilo... — perpetua, victoriosa ligadura, alcurnia sempiterna, cadena de eslabón seguro, verdaderos nudos de la humana estirpe en eterna subversión.


Ernesto con los pies sobre la tierra

Lanza en ristre, en sentimiento de común heredad, Antonio Ruiz Sánchez, de nuestro patio, cosido con nosotros, nos dice:

    "Por todos conocido como 'EL CHE', sigue siendo un ejemplar humano extraordinario. Revolucionario, quería redimir al mundo de la silueta de los males agudos que han marcado a la gente de la huella de todas las melancolías, como si al anca de un animal se errara el ardor de la tristeza sin tregua. Hace cuarenta años ofrendó su vida. El modo de hacerlo, en algunos espacios religiosos, le hubiese servido para consagrarlo en altares. Los católicos consideran que sus fieles son místicos cuando tienen un desprenderse total de los quereres, para entregarse a las altas causas. Así, tal la definición de San Juan de la Cruz, el más limpio y armonioso poeta del amor místico de la letra castellana. Guevara se aconteció de místico, renunciando a todo, vida incluida, para seguir su camino de sueños, cabalgando el Rocinante del costillar desnudo. Una vez asesinado en una escuela acosada por los vientos helados de las montañas andinas bolivianas, su rostro pasó a ser consumido por una sociedad que devora hasta lo mejor del tuétano honrado y limpio. Él fue el representante del hombre nuevo y dejó la lección exacta de su entrega. Ahora, pasado el tiempo, reconstituida a lugar conocido, en Santa Clara, su osamenta, el Che Guevara sigue ardiendo en el ánimo, a modo de lección. Dentro, en lo más oculto de la selva personal, en el territorio donde están agitadas siempre las aguas de las iras enteras, de los juveniles bríos, de las tormentas inolvidables, de las pasiones irredentas y de la más profunda e inagotable sed, vive, sin fábula y afeite, la figura de Guevara, con paso sereno de estantigua anda levemente por los aires evocativos, en la galería de los que nos hacen sentir vivos, aun en el último suspiro. Esos que nos permiten entender que en el talante de muchos palpita el miserable corazón de las serpientes".

a ras de sueño y sierra y mar y tierra
a ras de mundo a ras de eternidad
a ras de che el orbe el mundo entero
a ras de suelo... Ernesto sempiterno

más allá de la paz y de la gloria
a ras del cielo de su fiera América
bien calzadas las botas de batalla
Ernesto con los pies sobre la tierra

hay que amar con horror para salvarse
de esta muerte que llueve hielo o fuego
hay que amar con valor para salvarse

para ser otro y otra a ras de sueño
y volver por el aire al aire libre
hay que amar con el che para salvarse

más allá de la paz y de la gloria
a ras del cielo de su fiera América
bien calzadas las botas de batalla
Ernesto con los pies sobre la tierra

con timbre de sudor y de combate
furente empuñadura de guerrero
símbolo vivo va regresa viene
redoblado terrestre solidario

ciclópeo fusil amanecido
raíz tormenta cumbre sol y bruma
fecunda abrasa asombra triunfa calma

asoma arenga ataca arroba acuerda
fogata y fogonazo y fogonero
relámpago su temple al infinito

tenaz y trashumante y peregrino
ferviente guardador de la trinchera
voz de poder y magna valentía
espumas de tu rostro redivivo

la miel y el agua pura y solidaria
en la magia infinida de tu sombra
tu rabia y tu ternura y continentes
coronas que tejiste al firmamento

la música que escondes en tus odios
tus asaltos tus vuelos tus acechos
dejástela en la furia de los pobres

de verde oliva en vestimenta alada
de alegre fuego de apacible frente
de pie junto a la estrella de tu gloria

¡Che, Comandante, Amigo, Acuérdate de Nosotros!
¡Y que Dios no te dé paz y sí guerra!
¡Hasta la Victoria Siempre!





    Extracto del Discurso "A cuarenta años del Che — Guitarra en canto mayor" pronunciado al alimón por Pablo Mora y Rafael Armas en la Sesión Solemne del Consejo Legislativo del Estado Táchira en Conmemoración de los 40 años del asesinato del Comandante Dr. Ernesto Guevara "El Che". San Cristóbal, Estado, Táchira, Venezuela, Martes, 09 de octubre de 2007 (Ver: http://www.analitica.com/va/arte/oya/8190107.asp)






Página enviada por Pablo Mora
(12 de octubre del 2007)


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