Tienen una sola tienda, donde compran la prensa de hace 3 días, los víveres o las botas de trabajo, cemento, clavos o una escoba. Como dos veces por semana va una carreta a llevar los productos, en el correo del pueblo grande van guardando las poquísimas cartas que dicen "Canalito", las entregan al que guía la carreta y éste las deja en la tienda. Cuando cada cual va a buscar alguna mercancía, sin prisas — en estos pueblos nadie tiene prisas, son mucho más sabios que nosotros porque a todos la muerte o la suerte nos llega a la misma hora. la que nos toca — pregunta si tiene correspondencia, y si hay, lo cual es muy raro porque a los que viven en Canalito solo los conocen los demás habitantes de Canalito y de ahí nadie se muda, se la entregan.
La respuesta, si logran encontrar sobre, tinta, papel y sellos, hace un recorrido parecido, en sentido contrario. Por tanto no hay quien diga que no hay comunicación con ese pueblito perdido, se puede "conversar" con los de Canalito en esta frecuencia. Ni soñar con teléfono, mucho menos con otro invento más avanzado. Para ellos Internet puede ser el nombre de una línea aérea, o una enfermedad. En cambio son sanos de cuerpo y alma, no conocen los lujos, pero tampoco la envidia o la ambición, las casas están abiertas el día entero, o con un ganchillo pasado si hay mucho viento.
La electricidad la pusieron hace pocos años.
Mi tío Chumbo vive en una enorme casa — si algo sobra en Canalito es espacio — hecha de maderas toscas, con techo de hojas de palma y lindos muebles de cedro pulido y oloroso. Aunque jamás aprendió ni siquiera a escribir su nombre, trabaja con un ímpetu desmedido, de sol a sol, con verdadero amor a la tierra, como si en cumplir la meta le fuera la vida, por tanto año tras año resulta vanguardia nacional, y a los vanguardias el gobierno les regala efectos electrodomésticos como parte del premio.
Como consecuencia de esto, en el bohío sin electricidad de Chumbo se podían ver, muy bien colocados y limpios, pero sin uso, a veces cubiertos por mantas, desde un televisor a color, hasta un refrigerador, plancha, tocadiscos, lavadora... Cuando las visitas le preguntaban por qué no los vendía, él respondía que tenía fe, que todo llega, y seguía esperando