Mármoles de Carrara y piezas monumentarias esculpidas por artistas italianos reflejan hoy los aportes de la cultura de la península itálica en la conformación de esta ciudad portuaria, Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Entre las esculturas sobresalen las del Héroe Nacional cubano, José Martí; el acaudalado mecenas Tomás Terry; y la conocida como La Bella Durmiente, una leyenda de piedra que reposa sobre una tumba del cementerio de Reina.
La del prócer de la independencia preside hace 100 años la antigua Plaza de Armas de la Villa y honra al escritor (1853-1895) que organizó la última guerra libertadora contra la corona española.
Fue obra del escultor genovés Nicolini, quien completó 14 años después el conjunto escultórico con una alegoría a la República que se yergue a los pies del Apóstol cubano.
Tomás Terry, rico hacendado de origen venezolano que hizo su fortuna en esta ciudad, 250 kilómetros al sudeste de La Habana, dejó en su testamento el capital suficiente para dotarla de uno de los mejores teatros de la Isla.
En el recibidor del coliseo, inaugurado el 12 de febrero de 1890, da la bienvenida una estatua del acaudalado criollo al tamaño natural, salida del cincel de un artista napolitano de apellido Solari.
Cuentan las crónicas de antaño que el creador nunca vio en persona al hacendado que murió en París, y su único modelo fue una foto suya.
Parece que la pieza tenía su notoriedad dentro de la producción total de Solari, pues también circula la versión de que a principios del siglo XX el gobierno italiano estuvo interesado en comprarla.
Tres mascarones manufacturados en cerámica por la casa Salviatti, de Venecia, y que representan La Comedia, la Tragedia y la Música, rematan la fachada del teatro Tomás Terry.
Esa sala de las artes escénicas forma junto al Sauto, de la ciudad de Matanzas (oeste), y La Caridad, de Santa Clara (centro), la trilogía de los teatros clásicos del siglo XIX cubano, fuera de La Habana.
A pesar de lo apartado de su emplazamiento, en el único cementerio de la época colonial que preserva en la Isla la forma de enterramiento en nichos verticales, la de La Bella Durmiente es la más famosa de estas tres creaciones en mármol de Carrara.
La escultura de una joven sentada que sostiene en una mano un ramo de bellotas de dormidera, mientras aplasta una serpiente con la otra, es la parte visible de una leyenda popular sobre la maternidad truncada por la muerte, de gran arraigo en la historia local.
Apuntes de la historiografía cienfueguera señalan que en el mausoleo de la familia Erba, en el cementerio Staglieno, de la ciudad italiana de Génova, existe una pieza casi idéntica.
En consecuencia, señalan la posibilidad de que la escultura del camposanto local saliera de las manos del artista Saccomanno, autor de la que se erige en la necrópolis genovesa.
Los mármoles de Carrara magnifican, además, algunas de las principales construcciones de Cienfuegos, como el Palacio de Gobierno (de orden toscano), el que fuera vivienda del comerciante asturiano Acisclo del Valle, y la antigua Sociedad Liceo.
La entrada al Palacio del Valle, principal botón de muestra del eclecticismo en la arquitectura cubana del siglo XX, la custodian dos esfinges esculpidas en piedra de la más famosa cantera italiana.
Artífices italianos o materiales extraídos de la península de la bota están en la esencia de esta ciudad inscripta por la UNESCO hace un año en la lista del Patrimonio Cultural de la Humanidad.
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