Después de los crematorios de Polonia,
Hiroshima,
Viet Nam, Angola,
Sabra, Chatila,
Pakistán, Irak
¿Qué hiciste,
qué haces ahora?.
Estás ahí,
sigues viviendo,
caminas por calles boulevares,
displicente observas el tiempo,
tomas el sol semidesnudo,
indolente te sumerges en el mar.
Cierras los ojos igual,
cuando besas, orinas,
o haces el amor.
(tienes miedo después no brille el sol)
¿Cómo puedes, cómo,
atar tu lengua,
a la suela de tus zapatos,
tus manos a la medida de tu cinto,
el corazón al bolsillo.
¿Cómo logras aquietar con pastillas el alma
y que no salten, revienten,
de miedo tus entrañas.
Tú, tú mismo que estás aquí desnudo,
temblando,
espantado de llegar a oír un grito,
un grito real profundo,
como rugido de volcán,
el grito del Tercer Mundo,
que está en marcha,
que grita,
¡Tenemos hambre¡¡¡¡
Lógica es la palabra, en cuyo nombre los poderosos devoran a los débiles. Quedando así en paz con su no conciencia y su insaciable estómago.
Ahora que no está de moda ser romántico,
que todo es preciso,
sin trazas de posible error
lasser, genoma, computación,
vanidosos hurgan el cuerpo humano mítico don de Dios.
Ahora cuando parece tenemos las estrellas en las manos,
nosotros hijos desengañados del postmodernismo.
no sabemos que hacer con ellas,
mirarlas simplemente
o refugiarnos en ellas.
En el momento en que todo es racional,
con un aparente predeterminado lugar,
poseen hasta manual: sexo, paternidad,
relajación, sociedad, VIH.
Por ende somos civilizados, modernos, pulidos, organizados,
podemos decir robotizados,
inventamos una fábula, ponemos espejuelos a la anciana historia,
y que continúe su eterno trabajo, engullir, digerir,
luego darnos el producto final bien etiquetado;
guerras, discriminación, Tercer Mundo, poder ilimitado,
todo repetido de forma distinta desde el inicio hasta aquí.
Así, orgullosos como niños tarados,
a lo que siempre tuvo nombre le damos otro
de prisa y ya está.
Y feliz entona un aleluya su garganta muda,
a coro con los poderosos de turno.
Mientras esto sucede,
prefiero sentarme en la playa,
ver las olas acariciar el horizonte,
donde acude el sol puntual
para lavar su cabellera en las ahora rojizas aguas,
igual, ayer, hoy, mañana.
Poco después la señora vestida terciopelo,
acude con su hermoso coche y lento suelta el negro pelo de donde cuelgan displicentes los luceros.
Y despido el sol, saludo la luna
que ruborosa cubre aún el rostro si alguien
busca ese momento para un beso robar.
El absurdo tomó por asalto el mundo,
La Gioconda llora inconsolable en su marco,
debajo previsor cubo plástico,
recoge las increíbles lágrimas
no sea estropeen la valiosa alfombra.
Guernica a su vez sangra,
acuden rápido los paramédicos a salvarle.
El David yace vencido su mirada no inquieta a Goliat,
La Pietá es rabia dolor y grita hasta perder la voz.
La vieja justicia lleva espejuelos bifocales oscuros.
El Nilo no lleva sus aguas al Mediterráneo,
los perros aprenden a cantar.
Todos se preguntan a dónde va este loco mundo.
En medio del caos,
intento recobrar el equilibrio,
no aterrarme, enloquecer
aunque todo falle.
Trato de adivinarle el compás
a este ritmo de RAP, Hip Hop, Rock
con bongó, maracas, rumba callejera
que crece y es río anegando presente, borrando el pasado.
Aunque el asco
se haga piedra en mi garganta,
no puedo permitirme el menor asombro,
bailo como lo hacen todos
también sin entender nada.
Mientras un asno dicta cátedra
un asesino asciende al cielo.
Sigo sin comprender,
pero es lo moderno, el siglo XXI
y veremos mucho más.
En este mundo donde reinan los poderosos,
Herodes, Pilatos, Caifás,
hay también mucho de Judas en cada quien,
cada uno,
que con palabras pestilentes
a conveniencia propia hacen reo a un inocente,
igual que ayer, ahora.
¿Cuál el precio, la recompensa?
¿Treinta monedas?
No, es poco no bastan para la codicia del Judas actual,
prebendas, sucias prebendas,
bienestar manchado
con la condena del amigo, hermano,
igual que ayer hoy.
Pero tú Judas moderno no eres el gran culpable,
eres uno más en la cadena de culpables.
El gran culpable,
el silencio.
Silencio conveniente del que conociéndote,
presta su oído inválido y logra escuchar tu mentira vil,
displicente provee entonces tu bolsillo,
regalándote a tus espaldas el salivazo de su desprecio
Culpables son todos,
los que como ovejas asienten,
ayer, hoy, mañana
con su silencio a tono.
Culpables son todos,
no sólo Judas, Pilatos, Caifás,
culpables de la hora negra de silencio,
reino de mezquindad.
Era un hombre perfecto y lo era un grado que logró autoconcebirse de nuevo.
Logrado esto allí doblemente murió ante la horrorizante perspectiva de contaminarse con las imperfecciones ajenas.
Era un señor cuya fama de sabio llegó a ser tan notoria que finalmente todos llegaron a la conclusión de que era sabio en su ignorancia.
Era un señor tan locuaz y vivaracho, como lo son los bloques de la pirámide de Keops en Egipto.
Era un señor tan avaro, que se desayunaba los posibles pensamientos que pudiera tener en ése día.
Excelentísimo señor idiota,
brillante en su memez sempiterna,
a partes iguales orgullo, testarudez.
Resultado esa inclasificable idiotez.
Todos hemos hecho el idiota
una que otra vez,
hasta hemos disfrutado
esa inefable condición de idiota profesional,
codiciado pasaporte al limbo.
Siempre atareado con el asombro
ante cualquier hecho normal.
Increíble Newton a la inversa
con una manzana en la cabeza,
la mandíbula llegándole a los pies.
No es igual claro está,
idiota por conveniencia,
que idiota por opción personal.
Señor idiota,
mis parabienes,
usted sentado ahí en mullido sillón
sabiamente protegido del todo que nos rodea,
gracias a su idiotez, escudo fiel.
No se si enviarlo o deseo llorar.
De igual forma ahí está
muy alto en su pedestal,
a sus pies el mundo gira, cambia,
usted inmutable con los ojos vacíos ahí está,
rutilante en su idiotez teatral,
eximido de toda culpa,
las cabronas culpas
que sabe muy bien ignorar.
¿Hacia dónde voy?
si no hay calles, avenidas.
Si leones y cuervos andan sueltos.
Si no quedan cabritos sólo lobos hambrientos.
Si la posible puerta hay que reinventarla,
desesperada huyo,
de mi de todos, busco la luz,
puede la cruz.
Y Dios que a todos oye, por turno
sólo calla sabiamente.
Ignoro si para quedar bien con unos y otros,
y nazca el morbo incógnito
en la conciencia del criminal y del santo,
del avaro, del mendigo,
con mi cruz a cuestas sigo.
Hubo una vez un país,
no real imaginario.
En el país una ciudad
donde no cantan canarios,
anidan gorriones,
mi vuelan raudas
bandadas de pájaros.
Bella ciudad amurallada,
amplia, equilibradamente trazada,
aséptica, etiquetada.
Con límites de acero imaginado,
como ciudad que se respeta
hay calles, fachadas,
casas todas iguales.
Habitadas por seres imaginarios
perfectos callados.
No emoción,
menos escándalo.
Una tarde en esa ciudad,
vi un joven en un balcón imaginario,
tomar entre sus manos
el corazón imaginado,
cual flor al viento deshojarlo.
decir adiós al pasado,
al presente imaginado
inmensa sonrisa solitaria,
iluminó su rostro imaginario,
después, despacio como se desgrana un rosario
dedo a dedo lo vi, mutilarse
mutilarse las manos.
Apreté fuerte los ojos imaginados
hasta que brotaran autenticas lágrimas.
Dos lágrimas y se obró el milagro,
al evaporarse huyeron del mundo aquel
para formar un nuevo sol no imaginado
antídoto potente de lo real
para destruir aquel mundo, perfecto,
imaginario.