No harían falta abultadas plantillas, grandes aparatos administrativos que muchas veces conducen a la burocracia. No, lo que se necesitaba era pasión, amor por la cultura y capacidad de sacrificio personal que, en muchas ocasiones, se traduciría en una inevitable y voluntaria renuncia a la obra propia para estimular y promocionar la obra ajena.
Apenas diez años después, un grupo de pequeñas instituciones culturales han validado ampliamente la eficacia de aquellas ideas. Y dentro de ese grupo, sobre todo una, el Centro Pablo, ha mostrado el enorme caudal de posibilidades que la voluntad y el esfuerzo, en una palabra, la pasión de un puñado de compañeros, es capaz de generar, impulsar y llevar a feliz término.
Lo hemos visto crecer en estos diez años, pues fue fundado en 1996, y hemos podido seguir muy de cerca — quien les habla pertenece a su consejo asesor desde su fundación — cómo un sueño se va transformando en ideas, cómo esas ideas iniciales, románticas y tercas a la vez, se van abriendo paso entre las dificultades, escollos, incomprensiones, miserias materiales y humanas, pero también auxiliadas por otras instituciones y amigos, hermanos en la diaria batalla por la cultura, que durante estos años han visto al Centro Pablo nacer, crecer, convertirse posiblemente en la pequeña institución cultural más dinámica de la cultura cubana. Díganlo si no, los más de 70 conciertos, "a guitarra limpia" en 8 años; los 8 salones de Arte digital desde 1999; los 10 tomos de las Obras Completas de Pablo de la Torriente Brau; las exposiciones de más de 50 artistas plásticos, cubanos y extranjeros; la valiosa colección de casettes y CD, con la palabra viva de autores hispanoamericanos, atesoradas en el archivo del inolvidable Orlando Castellanos; los 15 Cuadernos y 81 boletines Memoria que junto con el programa radial semanal desde la Oficina del Historiador de la Ciudad, nos ponen al día de las actividades del Centro; el Premio y las becas que desde 1996, estimulan las investigaciones de testimonio e historia oral y de las cuales se han publicado 10 títulos.
Si me permiten usar el título de un conocido programa de la televisión a manera de metáfora, diría que el Centro Pablo es una cuerda viva: y cada vibración de esa cuerda, genera una nueva idea, un nuevo proyecto, un nuevo espacio de difusión y debate para la memoria, la historia oral, el testimonio, las artes plásticas, la nueva trova, el arte digital, en una palabra, prácticamente para todas las esferas de la cultura nacional.
¿Cómo ha sido posible semejante labor en estos pocos años? Tendremos que remitirnos a las palabras de Abel y volver a repetir que sólo la pasión por la cultura, la vocación de servicio más acendrada, y sobre todo la confianza en el proyecto cultural de la Revolución, nos darían las claves: esta institución, ejemplar en muchos sentidos, hizo suyos la inteligencia creadora, el dinamismo y la vitalidad, virtudes esenciales de esa criatura inolvidable que fue Pablo de la Torriente Brau, para convertir su labor en un permanente homenaje a su memoria.
Ya lo sabemos: nunca una labor así depende exclusivamente del trabajo de una o dos personas. Es siempre el resultado de los esfuerzos coordinados de un equipo. Pero es un deber elemental señalar que en el sueño inicial de este Centro, en cada nueva idea que ha ido enriqueciendo el proyecto original, en cada página de Pablo que se publica, en cada nueva canción que un joven trovador entona, en cada nuevo libro que enriquece su catálogo, en cada cuadro que se expone, o salón digital que se organiza, está la pasión de Víctor Casaus y María Santucho, sus fundadores, que han sabido alimentar con energía renovada la labor de un equipo de compañeros que hacen realidad cada nuevo paso hacia el futuro.
Agradezco profundamente que me hayan solicitado estas palabras, felicito a Víctor, a María, a todo el Centro Pablo, por este tan merecido homenaje y los abraza junto a su corazón este hermano de sueños, afanes y esperanzas.
Gracias.
Pagina enviada por Víctor Casaus
(12 de noviembre de 2006)