Cuba

Una identità in movimento

Hemingway en La Habana

Pedro Rojas



Hemingway con Fidel durante un torneo de pesca

A partir de 1938, año en que el escritor norteamericano Ernest Hemingway visitara por primera vez la capital cubana, la ciudad se convirtió para él en un sitio ideal para vivir.

Primero fue en el hotel Ambos Mundos, donde escribió su novela Por quién doblan las campanas. Más tarde fijó definitivamente su hogar habanero al comprar la finca Vigía, en San Francisco de Paula, donde ya existía una hermosa residencia construida el pasado siglo por un arquitecto catalán.

Allí vivió los últimos 22 años de su estancia cubana. Hoy, aquella casa se ha convertido en uno de los museos más visitados de Cuba, al que acuden numerosas personas cada día para conocer de cerca la vida del famoso escritor nacido el 21 de julio de 1899 en Oak Park.

Ubicado en la finca Vigía, el Museo Hemingway es un lugar atípico, pues su puertas no tienen que abrirse para que el visitante pueda escudriñar en cada uno de sus rincones.

Diez ventanas distribuidas a lo largo de sus paredes permiten contemplar todo el interior. Decenas de fetiches y armas africanos, cabezas de animales salvajes disecadas, armas de caza, cerámicas, anzuelos, varas de pescar y, por supuesto, cientos de libros y revistas.

Todo lo que allí se muestra se conserva en el mismo lugar en que Hemingway lo dejara al partir de Cuba en 1960, cuando ya se sentía muy enfermo. Tal parece como si el escritor, cuyo centenario se celebra en 1999, fuera a regresar en cualquier momento.

A pesar de que Ernest Hemingway vivió más de dos décadas en la Vigía, su presencia en Cuba no puede conservarse encerrada solamente en las habitaciones de aquella casa.

Su huella se ha hecho real en muchos otros lugares de la isla que visitaba asiduamente: Cayo Paraíso, en la costa norte de Pinar del Río; Cojímar, al este de La Habana, donde atracaba su yate Pilar; en los bares de la Bodeguita del Medio y El Floridita, donde una silla, una foto o una simple firma en la pared constituyen su ámbito vivo.

La mejor demostración de que Hemingway fue un hombre querido entre quienes lo conocieron aquí, es un sencillo parque y un busto del creador de El viejo y el mar, levantados con el esfuerzo popular en Cojímar. Todos los años, muchos acuden allí para rendirle tributo a Papá Hemingway, como le llamaban.


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